Juegos amorosos que prometían mucho y no cumplieron

Le conoces, te parece que uno de sus atractivos es esa barbita incipiente que le hace tan, tan atractivo. Llega el momento de intimar y empiezan los preliminares. Su lengua recorre toda tu espalda y te gusta, pero pasan los minutos y la sensación de gusto se torna en un fuego… ¡insoportable! Esa barbita incipiente, como cama de faquir, se ha convertido en un tractor preparando un barbecho. Tu espalda necesita descansar. Abónala con una crema calmante.

Una tarde de lluvia con tu chico, ¿puede haber algo más romántico que ese momento frente a la chimenea? ¡A! Que no tienes… No pasa nada, porque el plan es otro y está en el baño, concretamente en la ducha. Os ducháis juntos pero no habéis tenido en cuenta la diferencia de estatura entre vosotros. Empieza a caer el agua sobre su cabeza en forma de lluvia fina y sobre ti en forma de catarata canadiense. Decides quedarte en casa por la lluvia y termina cayéndote encima la tormenta perfecta bajo la que casi mueres ahogada. Mejor un baño de espuma.

Sin salir del baño dais rienda suelta a la pasión, mientras os miráis en el espejo. Todo morbo. No habéis reparado en que bajo la elegante encimera de mármol sobre la que estáis retozando no hay nada, solo un vacío incapaz de soportar el peso de vuestros cuerpos. Un ruido seco anuncia el final de una bonita aventura. Se ha partido la encimera en dos con el consiguiente peligro que conlleva, y el desembolso económico que supondrá poner otra nueva. Mejor, olvídate de lavadoras, encimeras o ascensores. Pásate al sofá o a la alfombra, delante de la chimenea, ¡ah! que no tenías… No importa, prueba a poner en la televisión un vídeo de una chimenea simulada. Da mucho ambiente y nada de humo.

 

DC/Cosmopolitan

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