Cuando su pareja le reventó un plato de porcelana en el brazo izquierdo y le hizo dos cortes profundos de cinco y seis puntos, la hondureña Ingrid Banegas empezó a planear su escape a Miami desde el condado de Durham, en Carolina del Norte.
Ensangrentada, Banegas llamó a la policía aquella mañana, pero Héctor Hernández escapó. La orden de restricción que solicitó Banegas fue aprobada por un año, pero ella optó por huir y establecerse en Allapatah, una populosa zona de Miami donde una tía la refugió.
“Me escapé con mi hijito, que entonces tenía dos años, porque sentía mucho miedo”, dijo Banegas a el Nuevo Herald. “Felizmente mi familia me dio la mano, y me aconsejaron a buscar ayuda en CVAC […] donde encontré un nuevo sentido a mi vida”.
Banegas es una de las más de 5,000 víctimas que anualmente acuden al Centro de Ayuda Coordinada para Víctimas de Violencia (CVAC por sus siglas en inglés) que el Condado Miami-Dade fundó en el 2009.
La directora de la División de Prevención de Violencia del gobierno condal y coordinadora del CVAC, Ivon Mesa, dijo que ante la avalancha de casos que actualmente padece Miami-Dade y la crueldad de los agresores, las víctimas deben saber que cuentan con un sistema de protección gratuito y oportuno.
Mesa indicó que el CVAC tiene tres centros de refugio temporal cuyas localizaciones son secretas para proteger a las víctimas. Incluso un cuarto refugio se encuentra en proceso de diseño y las autoridades planean inaugurarlo en el 2017.
“Ubicamos a las víctimas en estos refugios como una medida de urgencia para alejarlas de sus agresores”, dijo Mesa. “Pero este es solo un primer paso en una larga lista de servicios que ofrecemos para que las personas abusadas pueden encontrar una oportunidad para reconstruir sus vidas”.
Parte de un reciente paquete de medidas impulsado por la comisionada condal Rebeca Sosa apunta a fortalecer la promoción de los servicios que ofrece el gobierno de Miami-Dade para luchar contra la violencia doméstica y proteger a las víctimas.
Una de las expertas consultadas por Sosa es precisamente Mesa. Esta funcionaria indicó que en el recién culminado año fiscal – que comprende desde octubre del 2014 hasta septiembre del 2015 -, CVAC ha atendido 5,924 casos.
Servicios para las víctimas
Mesa dijo que a través de CVAC las víctimas pueden acceder a múltiples servicios otorgados por 38 agencias que trabajan en ese programa de protección. De lunes a viernes, una veintena de funcionarios atiende a decenas de personas que acuden en busca de ayuda y orientación.
En el edificio de dos pisos del CVAC, localizado en el 2400 South Dixie Highway – popularmente conocida como la US1 -, se ha implementado desde un sala de atención terapéutica y acupuntura hasta una boutique donde las voluntarias organizan ropa y zapatos usados, así como juguetes donados para las víctimas y sus hijos.
El edificio también cuenta con aulas donde periódicamente se ofrecen talleres para orientar al público a estudiar inglés o alcanzar la certificación de escuela preparatoria (GED por sus siglas en ingés).
Como primer paso, cada víctima llena un formulario que le permite a los funcionarios conocer el tipo y gravedad del problema a tratar. Una vez es garantizada la seguridad física de la víctima, se le brinda desde alimentos hasta vales de transporte público.
Buena parte de las donaciones de alimentos son canalizadas a través de Share Your Heart, una organización sin fines de lucro. Su director ejecutivo, Roland González, dijo que esta entidad aprovecha la red de solidaridad encabezada por pastores de numerosas iglesias de Miami-Dade.
Para la asesoría legal, el CVAC cuenta con un equipo de abogados que se encargan de representar a las víctimas ante las cortes para gestionar las ordenes de restricción contra los agresores, entre otros servicios.
Mesa destacó que las asesorías legales también incluyen los procesos de regularización migratoria para víctimas indocumentadas. Al respecto, la hondureña Banegas dijo que gracias a CVAC hace seis meses obtuvo la residencia estadounidense.
“Estoy muy feliz porque saqué mis papeles [la residencia] y ya no siento el miedo que tenía de que me pudieran deportar y que mi hijo, ahora de 9 años, se quedara solo”, dijo Banegas. “A mí me han ayudado mucho, por eso ahora, cuando conozco a una víctima de violencia doméstica le cuento que puede acudir a CVAC y encontrar la oportunidad de salir adelante, como yo lo pude hacer”.
DC/ENH