El Líbano ha sido uno de los países del mundo del que partieron desde sus costas los inmigrantes libaneses a diferentes continentes en busca de un mejor futuro para sus familias.
Esos inmigrantes se afincaron en esta y sus poblaciones aledañas, dónde se formaron muchas familias de ese origen y en la que viven actualmente una numerosa descendencia de hijos, nietos y bisnietos que se desempeñan en distintas actividades de la sociedad venezolana.
El pequeño país de los cedros milenarios, así reconocido, forma parte de un conglomerado de naciones árabes ubicadas en el Cercano Oriente, con una superficie de 10.452 km2, y habitado por una cantidad cercana a los 4.200.000 habitantes. Limita al sur con Israel, al norte y al este con Siria, y está bañado por el mar Mediterráneo al oeste.
El país es cuna de culturas fenicia, asiria, griega, romana, europea y árabe. En las ciudades de Baalbek, Tiro y Biblos existen los templos romanos y santuarios fenicios más antiguos de la humanidad. Al ser un país influido por muchas culturas, se refleja en la diversidad de la arquitectura y la sociedad. En la capital Beirut existe la influencia arquitectónica propia de países árabes con grandes mezquitas para la población musulmana, y a la vez de países occidentales, con grandes iglesias maronitas u ortodoxas para los cristianos y rascacielos modernos.
Hasta los años 1970, el Líbano era el centro financiero de Oriente Próximo, que le valió el sobrenombre de «la Suiza de Oriente Próximo». Sin embargo, su importancia económica se desintegró con la terrible Guerra Civil Libanesa de 1975–1990, que destruyó un equilibrio político ejemplar.
Hacia mediados del año 2006, el país había recuperado un considerable grado de estabilidad y desarrollo, la reconstrucción de Beirut estaba casi completa y un número creciente de turistas volvía al país. Sin embargo, en el verano de 2006 se desató la Guerra del Líbano, de un mes de duración, entre el ejército de Israel y la milicia del Hezbollah, que causó un gran número de bajas civiles e importantes daños en la infraestructura del país.
Desde entonces, el país vive una inestabilidad casi constante, por guerras y conflictos internos o externos (conflictos de países cercanos como Siria, Israel o Palestina). A pesar de ello, su capital Beirut vuelve a ser uno de los centros financieros, económicos y comerciales más grandes y modernos, y una de las ciudades más vanguardistas y multiculturales del Medio Oriente.