El régimen de hambre y muerte está en sus postrimerías. No me refiero solo al surgimiento de una nueva mayoría en la Asamblea Nacional, anunciada por las elecciones parlamentarias que tendremos en ya menos de un mes. Estoy pensando en otros cambios porque la transformación debe ser y será mayor. Los daños causados por el régimen -y particularmente por Nicolás en los últimos años- obligan a precipitar una transformación más grande, en la que la mutación parlamentaria resulta corta. No podemos esperar tres años luego del cambio en la Asamblea Nacional para tener un nuevo gerente del país, administrador de la renta pública y Comandante de la Fuerza Armada. Tres años le faltarían a Nicolás, y eso es mucho tiempo, suficiente para hundirnos hasta lo impensable. Basta ver cuánto y a qué velocidad hemos descendido en este 2015, como para dejar a Nicolás gobernando 2016, 2017 y 2018. La Constitución nos da las salidas, acojamos una de ellas. Adiós al diosdadomadurismo.
Es pertinente recordar ahora tres salidas constitucionales para reorientar el país, reganar la confianza y relanzar la economía hacia un tiempo mejor. Tres son las posibilidades hoy factibles que ofrece la Constitución para elegir un nuevo presidente antes del vencimiento del término: la renuncia al cargo, el referendo revocatorio y la Asamblea Constituyente. Veámoslas, todo confirma que el diosdadomadurismo tiene los días contados.
El artículo 233 de la Constitución establece como falta absoluta del presidente -y en consecuencia razón para sustituirlo- “su renuncia”. Una vez que se produce el vacío, el pueblo debe ser convocado a darse un nuevo presidente que complete el período constitucional, que sería de aproximadamente tres años. Esta es la salida más “barata”, la más “económica”, la que da más por menos. Nicolás debería renunciar al conocerse los resultados electorales. Como es harto sabido, él ha participado indebidamente en el hecho comicial, se ha hecho parte del mismo pidiendo el voto para los candidatos del PSUV y afirmando que votar por ellos es votar por él, entiéndase por el continuismo. Si Nicolás ha de ser consecuente con lo que ha dicho, debe entender cada voto por la alternativa democrática como un grito: “Nicolás, vete ya”. Cuando la mayoría de los venezolanos vote por la alternativa democrática, el pueblo le estará diciendo a Nicolás renuncia. Esta es la salida más sencilla, y responde claramente a la voluntad popular. Ojalá quede algo de vergüenza en Nicolás que lo lleve a renunciar, pero si ese algo no existe, que la exigencia del pueblo en la calle lo lleve a allanar el camino y a facilitar el cambio de presidente.
“Todos los cargos y magistraturas de elección popular son revocables”, una vez que transcurra “la mitad del período para el cual fue elegido el funcionario”, según lo determina el artículo 72 constitucional. Si Nicolás no renuncia al cargo, el referendo revocatorio es una vía que podemos utilizar. Por supuesto que la renuncia facilita el camino, suprime una votación popular -la que revoca el mandato- eso cuesta dinero y tiempo, lo que se transforma en más hambre para el pueblo. Es bueno que Nicolás sepa que una buena mayoría de los militantes del PSUV y simpatizantes de Chávez quieren salir de él.
El último Capítulo de la Constitución -el Capítulo III del Título IX- está referido a la Asamblea Nacional Constituyente, en la que se reconoce que “El pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de dicho poder, puede convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución”. La Constituyente podría hacer cesar al presidente en sus funciones y convocar a una nueva elección presidencial, diciéndole así adiós a Nicolás.
El diosdadomadurismo está agotado, si tenía algo que dar ya lo dio. El país se precipita por un barranco y estamos obligados a detener la caída y, acto seguido, a torcer el rumbo hacia el progreso y el bienestar colectivo.
DC / Paciano Padrón / pacianopadron@gmail.com / @padronpaciano