Panamá y las banderas provinciales

Panamá cuenta con una bandera nacional, la cual es el símbolo más representativo de la nación. En ella se conjugan todos los sentimientos, ansiedades, aspiraciones y luchas por el interés nacional y por la soberanía del país. Por su reivindicación y respeto, se ha regado sangre de panameños comprometidos, y desde luego, es el signo más consustancial de la panameñidad.

Inicialmente, mediante la Ley 64 de 1904, la Asamblea Constituyente la adoptó. Luego sufrió modificaciones. La adopción definitiva se dio por medio de la Ley 4 de 1925, ratificada formalmente a través de la Ley 28 de marzo de 1941. Es decir, a nivel del país, como emblema representativo está la bandera nacional.

No obstante, a nivel de las provincias, existe una enseña que las identifica, las cuales están respaldadas por acciones desarrolladas a nivel de los municipios o Consejos Provinciales, y, en la mayoría de las veces, a un acontecimiento histórico vinculado a la provincia.

La pesquisa histórica ubica la primera bandera de provincia en la de Panamá, que es la misma que representa la del Municipio Capital, a través del Escudo de Armas de la República de Panamá, lo cual data de la Real Cédula de Burgos de 15 de septiembre de 1521.

En su orden aparecieron las siguientes banderas provinciales: Los Santos en 1821, aún cuando surgió otra en 2011 (usada únicamente en eventos culturales y deportivos); la de Chiriquí en 1921; Guna Yala 1925 (Comarca); Bocas del Toro en 1987; Veraguas en 1993; Coclé 1994; Colón 1996; Ngäbe Buglé (Comarca) en 2011 y recientemente la de Herrera en 2013. La décima provincia, Panamá Oeste, recientemente creada en 2014, no cuenta con bandera y no se precisa fecha de la de Darién. En 1998 se propuso la Bandera de Azuero, aunque ya en 1821 había sido aprobada una para esa región.

Panamá reproduce la realidad de América Latina, en donde las provincias o cantones tienen su respectiva bandera. En el caso de los Estados Unidos se indica que: ‘Los cincuenta estados de la Unión tienen su bandera propia distinta de la bandera de los Estados Unidos. Las banderas modernas remontan a la década de 1890, cuando los estados querían tener símbolos distintivos en la Exposición Universal de Chicago (1893). La mayoría de las banderas de los estados fue diseñada y adoptada entre 1893 y la Primera Guerra Mundial ‘.

Ahora bien, surge una serie de interrogantes: ¿pueden las banderas provinciales colisionar con el sentimiento, identificación y compromiso tenido a las banderas nacionales?; ¿puede existir una distorsión en torno a la importancia de la bandera nacional respecto de las banderas provinciales?; ¿es necesario en un Estado identificado por su territorio, población, aspiraciones comunes y emblema nacional, tener emblemas provinciales?; ¿pueden originarse contradicciones entre las poblaciones en defensa de sus respectivas banderas?, ¿existen normas legales que las sustentan y le otorgan obligaciones, como con las banderas nacionales?, y finalmente, ¿las banderas provinciales contribuyen en puridad a afincar el sentimiento nacional o contrariamente a disgregarlo?

No cabe duda de que las banderas provinciales son una realidad. Lo importante es entender su existencia subordinada al emblema nacional, cuya posición histórica la ubica en un sitio preferencial.

DC/LP

 

 

 

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