En reciente declaración emitida desde el sector de Paraparal, en las entrañas del circuito 2 del estado Aragua, el colega parlamentario Cheo Hernández propuso la creación de una Comisión de la Verdad, bajo los auspicios de una Asamblea Nacional bajo la conducción mayoritaria de la oposición. La sola denuncia del magistrado Eladio Aponte Aponte o la de fiscal Franklin Nieves la autorizan,, respecto a la alteración o falsificación de las pruebas que llevaron a la persecución y al encarcelamiento de personas inocentes, dibujando la punta de un inmenso y horroroso iceberg que no debe navegar impunemente, peligrando la suerte de todos los venezolanos.
Propuesta válida y viable, una Comisión de la Verdad, como universalmente se le entiende, capaz de investigar y de informar de todos los abusos del poder establecido, compuesta por los sectores de una irrefutable credibilidad, podrá relacionar fundada, veraz y crudamente todos los hechos y situaciones que todavía consternan a la colectividad. Tratamos de un esfuerzo extraordinario que no se atrevió jamás afrontar el oficialismo, en el período constitucional de la Asamblea Nacional que concluye, optando por caricaturizar, distorsionar y – en propiedad – falsificar la misma naturaleza y alcances de una comisión como la referida.
Los más y los menos sonados procesos judiciales de todos estos daños, lucen empantanados por la atropellante voluntad de un oficialismo que, a duras penas, dice guardar las formas. Y, como bien sugiere el diputado Hernández, extendida la práctica, las más elementales diferencias o rencillas personales pudieron zanjarse so pretexto de las posturas políticas.
Suele ocurrir, cuando un régimen pretende darse una imitación de la Comisión de la Verdad, como el de crear entidades de auto-inspección en materia de derechos humanos, prodigándole competencias que tienen por límite sus intereses, la comedia abulta y agrava el problema. Y de tratarse de una genuina, sobria e incontrovertible iniciativa, las materias a tratar varían casi infinitamente.
Por ejemplo, pierde asidero político la tropelía gubernamental devenida simple facturación personal por cualesquiera causas, multiplicando los casos de una persecución y agresión aparentemente ordinaria o común y, por consiguiente, inadvertida. Recordándolo, Ian Kershaw – estudiando el fenómeno totalitario – advirtió cuán lejos llegaba la policía política al ocuparse de asuntos que poco o en nada abonaban a sus específicas funciones, dirimiendo los más modestos conflictos vecinales y hasta familiares en nombre de la mismísima supervivencia del régimen.
La perversión extralimitada, en consecuencia, arroja miles de circunstancias que cabrán poco a poco en una comisión que pesquisará la verdad. Por lo pronto, las más decisivas para el destino del país, habrá de ocuparla.
Valga acotar, comisión que, como todas las acreditadas en el mundo para desarrollar tan severa y delicada responsabilidad, tiene por fundamental propósito el de cerrar las heridas y procurar la reconciliación. Lograrlo, significa perdonar, mas no hay perdón sin justicia.
DC / Luis Barragán / Diputado AN / @LuisBarraganJ