Pasamos exitosamente el punto de no retorno. No habrá vuelta atrás. La liberación de Venezuela es indetenible. Nada ni nadie podrán paralizarlo o revertirlo. Lo bueno es que la sonrisa aparece nuevamente en el rostro de la nación. Cierto que la cercanía de la Navidad tiene mucho que ver, pero también la satisfacción de una victoria electoral sin precedentes en las últimas décadas.
La alegría es enorme, a pesar de que muchas de nuestras familias están dispersas por el mundo, abriendo oportunidades y caminos de realización para sus descendientes. Sin embargo, todas sueñan en el progresivo rencuentro y en la reunificación anhelada, aunque sea parcialmente. Las imágenes sacras de María, José y el Niño Jesús adornan los pesebres llenos de esperanza hacia el futuro. Son el símbolo de la unidad familiar tan necesaria pero exageradamente despreciada por el régimen.
Como ha sido dicho, no todo lo que brilla es oro. Hay fogonazos de artillería pesada y disparos de menor calibre por quienes desde el gobierno se convirtieron en desadaptados, no aptos para el desempeño de la democracia, ni para vivir en libertad respetando la dignidad de la persona humana y las erosionadas instituciones republicanas. El peligro es grave. La desesperación y el odio concentrado de las cabezas del régimen pueden llevar a la etapa final de esta lucha liberadora que venimos librando exitosamente. Me refiero a una eventual confrontación definitiva al margen de las opciones electorales existentes. El nivel de violencia siempre lo pone y lo pondrá el alto mando de la “revolución”. Para el día de hoy deben tener claro que el temor, el miedo que sembraron, ha sido desbordado por la rabia, por la indignación de la gente, que no está dispuesta a seguirse calando este desastre de ineficacia y corrupción. La coartada retórica de “socialismo del siglo XXI” perdió toda vigencia. Fracasó y con ella la mitificación de Hugo Chávez, de la revolución cubana, en momentos en que se desmoronan igualmente tanto las FARC como los Elenos y el terrorismo internacional es definitivamente combatida a sangre y fuego en el mundo entero.
La nueva Asamblea debe fiscalizar, controlar y legislar. Estas sagradas funciones orientadas a la reconstrucción nacional. La Constitución señala todos los caminos posibles para alcanzar la meta. No gobernará. No es su función la cual seguirá siempre en manos del Ejecutivo, pero tendrá que hacerlo dentro del marco legal y político señalado por una Asamblea que hasta podría asumir la condición de Constituyente para el cumplimiento de la tarea.
En los días finales del año alerta máxima, en la calle y en los cuarteles.
DC / Oswaldo Alvarez Paz / Ex Gobernador del Zulia / oalvarezpaz@gmail.com / @osalpaz