No valió la trompetilla cuartelaría ni el canto del himno nacional por quien bien dormido está en el Cuartel de la Montaña. Nadie se acordó de Florentino y ya el diablo no mete tanto miedo. Tampoco valió de nada el llamado de los que quieran patria, vuelvan conmigo. Todo estaba consumado, porque en tan sólo dos años a quien le habían dejado la responsabilidad, plena, como la luna llena, irrevocable, absoluta y total, de garantizar su legado, en menos de los que cantó el gallo, había convertido lo que hasta ahora se tenía como el buen vivir de la revolución bolivariana, en un pueblo asediado por la escasez, la inflación y las interminables colas.
Desde la primera elección de nuestra era democrática, cuando una poderosa Acción Democrática, arriba al poder con Rómulo Betancourt y logra alzarse con una mayoría parlamentaria hasta la impuesta por el ventajismo del Estado y el liderazgo de Hugo Chávez; en esta moribunda Asamblea Nacional, jamás partido o coalición política alguna, había logrado por voluntad del soberano, las dos terceras parte en el parlamento nacional. Esa es otra gran verdad histórica que ni los atribulados gritos amenazantes de Maduro y Diosdado ni las damas de las tendencias irreversibles podrán esconder.
En otras oportunidades hemos señalado que uno de los dramas vividos por el Comandante Chávez, fue haber descubierto el socialismo tardíamente y lo peor aún, haberse enamorado del viejo modelo socialista ya fracasado en el Siglo XX. Para no cargarle todo el peso al irresoluto presidente obrero, en gran medida las políticas del exprópiese y el ataque desenfrenado al capital privado nacional, son pruebas más que suficientes de lo errático que resultó la implementación de un modelo, por cierto rechazado por los venezolanos, cuando de forma mayoritaria negaron aquel proyecto de reforma constitucional, después impuesta a trocha y mocha, birlando con ella, la soberana decisión.
Esta derrota propinada a un oficialismo que hasta el 6 de diciembre lucia impenetrable en sus record de 19 batallas electorales triunfantes, se afincó en el hecho fundamental de la unidad. Con anterioridad en América Latina y en nuestra propia Venezuela, este tipo de acción política colectiva ha dado sus frutos. Chile en el ocaso de la férrea dictadura Pinochetista, logró quitársela de encima sólo cuando sus vanguardias atinaron en la estrategia de permanecer unidos; y en el caso venezolano, la caída del régimen de Marcos Pérez Jiménez, sólo fue posible a partir del hecho unitario de la resistencia. La unidad debe ser reivindicada y mantenida porque este combate no se ha decidido todavía.
Definitivamente el 2016 nos recibirá con un panorama distinto en el plano político. No ver a un Diosdado presidir la Cámara Legislativa y a su jauría endemoniada desde el palco del recinto parlamentario, lanzando ofensas y objetos sobre la humanidad de los diputados opositores, no será poca cosa. Tampoco será como para engolosinarse con la aplastante mayoría de las dos terceras partes. Todavía falta llevar más agua al caldero donde se cuecen los cambios prometidos; y si el gobierno opone resistencia, como en efecto lo está demostrando, habrá que insistir en todos los mecanismo constitucionales para hacerle entender la necesidad de los mismos.
El nuevo escenario político requiere de sensatez y demostraciones de querer buscarle salidas definitivas a la crisis planteada, porque quienes esta vez asumieron que por abajo y a la izquierda era el camino, lo hicieron pensando en darle una manito a la Venezuela extraviada desde 1998, en los laberintos de la confrontación violenta, la represión, la corrupción, el narcotráfico y la incapacidad para gobernar.
DC/ Abog. Douglas Zabala/ @douglazabala