Tiempo de tragos amargos para la izquierda de América Latina

Los resultados de las elecciones legislativas en Venezuela, la elección de Mauricio Macri en Argentina y la tormenta en la que se ha visto envuelta la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, son síntomas de que algo está pasando con la izquierda suramericana, que comenzó el siglo con paso galopante, pero ahora parece estar perdiendo la fuerza. Su poder de convocatoria no es el mismo y sus liderazgos han perdido influencia.

Venezuela vio la semana pasada cómo la oposición le quitó al chavismo el control de la Asamblea Nacional. Luego de 16 años de poder absoluto por parte del oficialismo, la Mesa de la Unidad Democrática logró una inédita mayoría calificada de 112 escaños.

El Gobierno de Nicolás Maduro culpó de su derrota a factores externos, y en especial a una “guerra económica” orquestada desde el interior y el exterior.

Lo cierto es que la decepción de las masas con la situación económica y social de Venezuela se hizo sentir, y en ello ha tenido gran peso la caída de los precios del petróleo, que de un tope de 132 dólares, pasaron a precios que rondan los 32 dólares. Todo un golpe para una economía como la venezolana, tan dependiente del crudo.

El panorama económico global ha puesto en aprietos también a los que se perfilaban como los más fuertes aliados de la izquierda en el contexto geopolítico. La desaceleración de economías emergentes como Rusia y China se ha traducido en un golpe para los países exportadores de materias primas a gran escala, como Argentina, y también ha retrotraído inversiones en la región.

Luego de que el kirchnerismo se afincara en ese país con el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) y con dos periodos de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), Argentina pasó de un modelo neoliberal a uno de corte nacionalista y proteccionista, y con un fuerte esquema de subsidios que si bien ayudaron a sectores populares, también se usaron intensivamente con fines electorales.Pero los azotes económicos del exterior y el sectarismo oficial llevaron a un divorcio del Gobierno con algunos de sus segmentos afines de la población y otros que se sintieron discriminados por el oficialismo. Dichas facciones sirven de apoyo a Mauricio Macri.

De acuerdo con Juan Gabriel Tokatlián, director del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Torcuato Di Tella, en Buenos Aires, adicionalmente a los problemas de billetera “hubo un estilo de gestión de mucha confrontación que generó cierta fatiga de la sociedad”.

En Brasil, es la mezcla de bajonazo económico y corrupción la que se está tragando a la izquierda. Aparte del escándalo por el desfalco a Petrobras, ahora la presidenta, Dilma Rousseff, está en camino hacia un juicio político por manejo irregular de las cuentas públicas. El gobernante Partido de los Trabajadores, en el poder desde 2003, dice que lo que está sucediendo es un golpe blando contra la voluntad popular. No obstante, con una proyección de caída económica del –3 por ciento, la probabilidad de repunte frente a los problemas actuales resulta difícil de lidiar.

El factor Cuba

El contexto ha bajado también el perfil de las ambiciones regionales de la izquierda. En el cénit de los precios petroleros, el fallecido Hugo Chávez impulsó, con el apoyo ideológico de Cuba, el nacimiento de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), de la que buena parte de su cohesión estaba basada en la retórica antiimperialista.

De dicho bloque, el único país que tiene el viento a favor es Bolivia, con Evo Morales a la cabeza. El presidente cuenta con una popularidad del 75 por ciento (Maduro en Venezuela tiene el 22 por ciento) y según datos del Fondo Monetario Internacional, en el 2014 este país lideró el crecimiento económico suramericano con un 5,5 por ciento.

Ecuador, otro de los protagonistas de la alianza con su mandatario, Rafael Correa, aún goza de indicadores saludables, pero nuevamente el petróleo y el comienzo de fuertes protestas sociales podrían causarle dolores de cabeza.

Frente a esta fuerza política regional, el analista Michael Shifter, presidente del centro de pensamiento Diálogo Interamericano –con sede en Washington–, citado por El Mercurio de Chile, apunta que el acercamiento de Estados Unidos con Cuba le ha restado peso, pues la isla ha dejado de lado la postura de la confrontación con el ‘enemigo’. “Como bloque de países decidido a frenar la influencia estadounidense en Latinoamérica –asegura Shifter–, el ALBA se ha debilitado. Era además dependiente del boom venezolano y el liderazgo de Hugo Chávez”.

Expertos como Shifter consideran que aún es muy pronto para asegurar que ideológicamente, los latinoamericanos se encuentran en un tránsito ideológico de la izquierda hacia la derecha y que los cambios obedecen más bien a realidades coyunturales, como también lo fue el auge de las apuestas ‘socialistas’ hace más de una década. Como declaró recientemente el canciller paraguayo, Eladio Loizaga, a El Tiempo: “América Latina está viviendo un proceso democrático, conviviendo con las diferencias, en el que no se busca la uniformidad”. Tal vez ahora es momento de que el péndulo se incline hacia el otro lado.

DC/ET

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