Cuando uno va a comprar unas gafas de sol de marca y acude a una tienda o mira en internet, encuentra que la oferta es inmensa. ¿De qué firma? ¿De qué tamaño? ¿Cuáles son los mejores cristales? ¿Y el precio?
Ray-Ban, Oakley, Prada, Chanel, Versace… Parece que hay mucha variedad. Sin embargo, no es tan así.
Las lentes de todas esas marcas están diseñadas y fabricadas por una sola empresa: la italiana Luxottica, una gran desconocida para gran parte de los consumidores, pero principal protagonista del mercado de las gafas de gama alta.
Según la revista Forbes, el 80% de las marcas de lujo en el mercado mundial de gafas, que asciende a US$28.000 millones, está controlado por la firma italiana con base en Milán.
Luxottica no sólo es propietaria de marcas como Ray-Ban u Oakley, sino que tiene la licencia para producir las lentes de grandes marcas del mundo de la moda.
Además de Luxottica, en el mercado hay otras compañías como Safilo (que hace Gucci, Dior, Hugo Boss, Carrera, etc), Marchon (que produce Nike y Lacoste, entre otras) y Marcolin (que comprende las marcas Mont Blanc, Guess y Diesel).
Pero ninguna le llega a hacer sombra al gigante italiano.
La realidad es que en el mercado de gafas de gama alta hay muy pocos competidores.
El mercado «opera en gran medida como un oligopolio, con un escaso número de vendedores dominantes», explicó en un informe de 2014 la firma de análisis de mercados Euromonitor.
Los expertos creen que tan poca competencia nunca suele ser buena para el consumidor, que acaba pagando por unas gafas de marca cientos de dólares.
Esa situación, según Euromonitor, «genera una falta de transparencia en los precios».
La de las gafas de sol es lo que se denomina como una industria «estancada».
A diferencia del sector de las computadoras, en el que en general los productos mejoran y se abaratan cada vez más, el de las gafas no presenta apenas cambios tecnológicos y, sin embargo, los precios suben.
«Los beneficios en esta industria son relativamente obscenos», dijo en una conferencia en 2014 Tim Wu, profesor en la Universidad de Columbia, experto en monopolios y que ahora trabaja para el gobierno de Estados Unidos.
Wu destacó el amplio margen de beneficio de fabricar un bien cuyo costo de producción se estima entre US$25 y US$50, y que se vende por varios cientos de dólares una vez agregado el diseño y el atractivo del nombre de la marca.
Luxottica ha estado en el punto de mira de las autoridades antimonopolio estadounidenses y europeas, pero nunca se ha podido demostrar que haya cometido una infracción.
Y eso a pesar de la polémica absorción de Oakley que realizó en 2007.
La marca era rival de Luxottica, que controla también los canales de distribución con tiendas como Sunglass Hut, instaladas en casi todo el mundo.
En un momento determinado, la compañía italiana decidió no exhibir ni vender las lentes de Oakley en sus comercios. De este modo, fue ahogando a su competidor hasta que terminó comprándolo.
«Esas adquisiciones en años pasados han sido oportunidades desperdiciadas por los reguladores antimonopolio para imponer condiciones que aseguraran un mercado más competitivo», dijo a BBC Mundo George Georgiev, profesor de Derecho en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA, por sus siglas en inglés).
Según Tim Wu, las normativas antimonopolio son claras, pero difíciles de aplicar. Y las compañías son hábiles para esquivarlas.
El experto señala que Luxottica sería lo que se conoce como un «fijador de precios» (price maker, en inglés). Debido a que controla tantas marcas conocidas y tiendas de distribución, puede establecer un precio alto para sus productos.
«El mejor remedio es tratar de introducir competencia», según Wu.
DC|ABC.España