Recién acaba de finalizar la visita pastoral del Papa Francisco a México. Una travesía agotadora con una apretada agenda que le permitió visualizar, in situ, la problemática del país. Un Papa políticamente correcto en su trato con las autoridades mexicanas. Habló de corrupción, violencia, pobreza y exclusión pero no señaló a nadie en específico. Su comentario sobre las desapariciones y los asesinatos, fue “son un fenómeno mundial que necesita una atención global”, pero no fue más allá. En el avión, de vuelta al Vaticano, habló sobre las desapariciones forzadas y la pederastia.
A manera de excusa, de los 43 estudiantes desaparecidos y de otras personas, señaló que «era prácticamente imposible recibir a todos los grupos, que por otro lado también estaban enfrentados entre ellos, es una situación que es difícil de comprender para mí (…) creo (… incluso) (para) la sociedad mexicana que es víctima de todo esto, de los crímenes, de los ‘limpiar gente’, del descartar gente (…) Es un dolor que llevo muy grande porque este pueblo no se merece un drama como este».
Lo más importante de las visitas de un Papa es la esperanza que deja sembrada en los corazones y la sensibilización de la población y las autoridades de que es posible unirse para enfrentar los problemas, que es del conjunto de la sociedad. Esa reflexión social y crítica es la forma como él puede contribuir a remediar la situación que enfrentan los pueblos. Como jefe de Estado, sacerdote jesuita y con el manejo de la milenaria diplomacia vaticana, el sabe lo que es factible y lo posible.
Especial atención tuvo la visita a la fronteriza Ciudad Juárez donde visitó una cárcel y tuvo duras palabras para los sistemas carcelarios. Allí dijo “quien experimentó el infierno puede volverse un profeta en la sociedad. Trabajen para que esta sociedad no siga cobrando vidas”. Imaginémonos una vista de Francisco a la devaluada Venezuela “del siglo XXI”, que en nada envidia a Méjico en corrupción, inseguridad, asesinatos, pobreza y exclusión social.
Se encontraría en un país con el infierno de los centros penitenciarios; donde la pobreza (en todo sentido) es indetenible y el terror sembrado por los pranes ya no se circunscriben a las cárceles y calles del país sino que llegan hasta el hipódromo Santa Rita, en el Zulia, causal de la muerte de tres personas y tres heridos. Sería una bocanada de aire fresco contra la desesperación, la desesperanza, el conformismo y el desdén gubernamental. Por lo pronto nos quedamos con el eco de sus palabras en Méjico que ojalá encuentre oídos que las escuchen.
DC / Leonardo Atencio Finol / Ex Rector de LUZ / leonardo.atencio@gmail.com