Los Venezolanos tuvimos que esperar casi tres años (la mitad del período de Maduro), para conocer el anuncio de medidas económicas urgentes que requiere el país, para superar la grave crisis que estamos padeciendo.
El costo de oportunidad de esa larga espera la pagó el pueblo de Venezuela con más: inflación, escasez y desabastecimiento generalizado de productos alimentarios, medicamentos, material esencial para el sector salud, equipos, maquinarias e insumos para las distintas actividades productivas del país, crisis de electricidad y agua, desempleo, contrabando de alimentos y combustibles, recesión, sobrevaluación de la moneda, caída del salario real, inseguridad y un largo etcétera.
Pero veamos, ¿Qué se entiende por costo de oportunidad?
El costo de oportunidad es un concepto económico que analiza al valor de la mejor opción que no se concreta, o también podría decirse que el costo de oportunidad está vinculado a aquello a lo que un agente económico renuncia al elegir algo. El valor de la mejor opción no realizada es como también conocen otros profesionales al citado costo de oportunidad.
El costo de oportunidad surge en un mundo de limitados recursos y muchas oportunidades disponibles y fué acuñado en 1914 por Friedich Von Wiesen.
Resulta muy evidente, que el mandatario venezolano prefirió invertir casi la mitad de su mandato en los asuntos de carácter político, a sabotear al Poder Legislativo, a confrontar con gobiernos extranjeros como estrategia de distracción y no a la solución de los principales problemas de los venezolanos.
Por su obsesivo volcamiento a los asuntos políticos, a Maduro le cae como “anillo al dedo” la célebre frase de James Carville “¡Es la economía, estúpido!”. Carville, asesor del demócrata Bill Clinton en la exitosa campaña que en 1992, le dió muchos votos y quizá la victoria a Clinton, descolocando a su contrincante republicano, George Bush, padre, que seguía dándole prioridad a los éxitos de la política exterior estadounidense como el fin de la Guerra Fría o la Guerra del Golfo Pérsico, olvidándose de los problemas cotidianos y de las necesidades más perentorias de los ciudadanos.
Traigo a colación esta analogía, porque Maduro estuvo casi tres años de inacción corriendo la arruga. Perdió un valioso tiempo en términos de medidas de política gubernamental oportunas. Desde antes de la caída más acentuada de los precios del petróleo, hubo una fuerte resistencia política e ideológica dentro del gobierno para asumir la responsabilidad de tomar acciones correctivas adecuadas en el plano fiscal, monetario, cambiario, petrolero y de incentivos efectivos para la recuperación del aparato productivo.
Todos conocemos que en el P.S.U.V. y el gobierno, existen dos corrientes políticas con mucho poder. Una, que esta consciente de que es necesaria reorientar la economía y otro sector más radical que cree que el modelo cubano, que ha fracasado por más de 50 años, es el paradigma a donde se debe dirigir la economía y la sociedad Venezolana.
Estas contradicciones ponen al descubierto el limitado poder político de Maduro y el mismo se demostró el pasado 17 de febrero cuando anunció escasas tres medidas económicas consideradas muy tímidas, simbólicas , insuficientes y extemporáneas como son: el aumento del precio de la gasolina, la devaluación de la moneda y el aumento del salario mínimo. Posteriormente ha tomado otras que no reactivan la economía.
Tengo que ser honesto con mis lectores. No soy optimista en cuanto al futuro inmediato que nos espera. La expectativa que hay entre los agentes económicos es que la enfermedad cambiaria continuará, pese al nuevo régimen dado a conocer recientemente por el Vice-presidente del área económica Miguel Pérez Abad llamado ( Dipro- Dicom), que de antemano está condenado al fracaso. Correrá la misma suerte de los ensayos anteriores porque son esquemas propensos a la ineficaz asignación de divisas, con elevada corrupción que aprovecha los diferenciales cambiarios.
Por lo que hemos visto hasta ahora, en el gobierno no hay voluntad de corregir, lo que el país esperaba era la unificación cambiaria.
Por otra parte, el ajuste del salario mínimo en 20% a partir del mes de marzo, es insuficiente y ocurre en un contexto de hiperinflación cuyo promedio para este año 2016 podría superar el del año pasado que según publicaciones del B.C.V fué de 180,9% (subestimada) y aun así está considerado el nivel más alto del que se tenga memoria en Venezuela y el más elevado a escala mundial.
Por último me referiré al aumento del precio de la gasolina que se mantuvo congelado casi dos décadas por razones ideológicas e históricas y que Maduro lo presenta como una medida para “equilibrar” la economía venezolana.
Soy de la opinión que los nuevos precios de los combustibles siguen subsidiados y muy por debajo del precio de frontera.
Este subsidio a la gasolina crea distorsiones y una de estas distorsiones es el contrabando que continuará por las zonas fronterizas del Zulia, Táchira y Apure, y si los nuevos precios se mantuviesen fijos por un período prolongado, la inflación se encargaría de desvanecerlos.
En conclusión, las medidas económicas de Maduro son de carácter fiscalista e inflacionarias, representan más dinero para el gobierno y menos para el pueblo. Los anuncios están lejos de constituir un verdadero plan coherente y creíble para estabilizar la economía venezolana y sentar las bases para su recuperación.
¡El país esperaba más señor Presidente!, la emergencia económica de Venezuela demanda la necesidad de una nueva política económica en el 2016. Mientras tanto, seguimos en la incertidumbre, que por cierto no es la mejor consejera en tiempos de crisis.
Hasta una próxima oportunidad.
DC / Econ. Asnaldo Soto / asnaldosoto@gmail.com / @econsinsecretos