Por extraño que parezca, incluso los animales usan drogas. La mayoría de las veces lo hacen para purificarse, otras para aumentar su rendimiento, pero también con fines puramente recreativos, igual que el ser humano. Lo que ya está claro es que muchos animales buscan el colocón de forma consciente y repetida.
El animal más estudiado para verificar su relación con sustancias embriagantes es el gato. La hierba gatera (Nepeta Cataria) le sirve para limpiar el sistema digestivo y contiene nepetalactoae, un terpeno que hace de sustituto de las feromonas sexuales felinas.
Todos los dueños de gatos saben que una vez entrado en contacto con la hierba, el minino comienza a rodar por el suelo, lamiendo y mascando la planta, y a emitir los sonidos típicos de un gato que se lo está pasando bien. El felino también sufre el encanto de otras plantas mágicas: el tomillo de gato y la valeriana. El primero es una especie de viagra natural, que le otorga más potencia al macho, prolongando la erección y causando un comportamiento voluptuoso en la hembra. La valeriana, en cambio, es un potente alucinógeno. Los gatos japoneses, quizás más reflexivos, adoran a la planta Matatabi: mastican sus hojas y se tumban de espaldas, en un estado de profunda relajación y contemplación estática.
“Tenemos un problema con los wallabis, ya que entran en los campos de adormidera, se colocan y empiezan a caminar en círculo, hasta que se caen al suelo aturdidos”, cuenta la congresista australiana Lara Giddins. Si tenemos en cuenta que Australia produce el 50% del opio cultivado legalmente en el mundo, el problema de los wallabis merece ser tomado en serio, especialmente a la luz del hecho de que algunas ovejas están empezando a tomar el mismo hábito que el de estos marsupiales.
Las cabras, pioneras y descubridoras
Las más viciosas de todos son las cabras. Fue gracias a (o por culpa de) estos animales que el ser humano descubrió numerosas sustancias que luego han sido consumidas también por nuestra especie. Es el caso, por ejemplo, del café. Varios cuentos populares explican cómo el hombre, tras observar el comportamiento extraño y frenético de las cabras que habían comido las bayas de café, se decidiera a probarlas.
En Etiopía y Yemen, las cabras mascan ávidamente las hojas de khat, una planta con propiedades euforizantes, una pasión que comparten con los habitantes de esas regiones. Incluso el consumo del frijol de mezcal, que causa alucinaciones iguales a las del peyote, fue empujado por la curiosidad que despertó el comportamiento extraño de las cabras que lo comían. Aléjate de las malas compañías, decía mamá, y tenía razón.
Los renos se lo pasan de miedo cuando ingieren pequeñas cantidades de Amanita muscaria, una seta venenosa y psicoactiva, utilizada durante miles de años por los chamanes de Europa y Asia. El reno ingiere algunas piezas del sombrero del hongo y comienza a vagar alegremente por el bosque, experimentando, según los expertos, una sensación similar a la de vuelo libre. En las regiones del norte de Europa, los chamanes bebían la orina de reno para compartir los aspectos psicoactivos de la seta.
Animales camino a la locura
Vacas, caballos y ovejas pueden volverse locas (literalmente) si se comen algunas hierbas que crecen en América del Norte comúnmente llamadas locoweed. Son plantas silvestres y psicoactivas para los animales de pastoreo, cuyos efectos son principalmente el auto-aislamiento y la pérdida de apetito. A pesar de estos síntomas tan agresivos, las reses buscan esta planta y la consumen siempre que pueden.
Los mandriles consumen la iboga, una planta cuyas raíces son alucinógenas. El mandril macho, en particular, come la planta justo antes de una pelea. Suele hacerlo unas dos horas antes de la lucha, para permitir que la sustancia haga su efecto. Algunos investigadores consideran que estos animales usan esta droga para aumentar la potencia y amortiguar el dolor causado por los golpes.
Los monos capuchinos usan a los milpiés como camellos. Al sentirse amenazados, estos insectos secretan un compuesto venenoso que contiene cianuro, altamente tóxico y mortal para prácticamente todas las especies. Sin embargo, estos primates han aprendido que, al untarse pequeñas cantidades del líquido no sólo ahuyentan a los parásitos, sino que obtienen un agradable efecto narcótico.
Los delfines se drogan en grupo: capturan a un pez globo y lo ‘esnifan’ por turnos, golpeándole suavemente con el morro para obligarle a liberar pequeñas cantidades de toxina narcótica. La toxina del pez globo (Tetraodontidae) es 1.200 veces más poderosa que el cianuro y a menudo mortal. No obstante, consumida en pequeñas cantidades produce un efecto estupefaciente.
En busca de alcohol
También existen muchos animales que prefieren colocarse empinando el codo. Los elefantes recorren más de 30 kilómetros para encontrar los frutos fermentados, y por lo tanto alcohólicos, de la marula, con los que las poblaciones locales producen el buganu, el vino de la sabana. Un elefante borracho agita las orejas, tambalea la cabeza, barrita como un loco, hasta colapsar a tierra dormido.
En la India hay frecuentes incursiones de elefantes en las regiones de Assam y Meghalaya, donde se concentran los productores de cerveza de arroz y en Bengala Occidental, en 1985, 150 paquidermos allanaron un laboratorio de alcohol, causando cinco muertes. Según Ronald Siegel, psicólogo de la Universidad de Minnesota (EE.UU.),los elefantes se emborrachan a propósito, con mayor frecuencia cuando son sometidos a estrés, como en el caso de hacinamiento.
Los mosquitos de la fruta del género drosophila, frustrados por una hembra que los rechaza, encuentran particularmente atractiva cualquier fuente de alcohol, ya sea natural o artificial. Durante la borrachera, los mosquitos se excitan sexualmente hasta el punto de no hacer ninguna distinción entre hombres y mujeres, luciéndose en serenatas e improvisando ballets aéreos de apeamiento con ejemplares del mismo sexo.
El italiano Giorgio Samorini, experto en etnobotánica y etnomicología y autor del libro Los animales que se drogan, asegura que “en el mundo animal, en contextos no influenciados por el ambiente antropogénico, no se conocen casos de adicción”. La naturaleza, en suma, protege del “vicio” y si tal comportamiento persiste dentro de una especie, tiene que haber alguna razón evolutiva. Según Samorini, “el fenómeno de las drogas es un fenómeno natural, mientras que el problema de las drogas es un problema cultural”.
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