El ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, consideró este lunes que la mandataria Dilma Rousseff puede sobrevivir la creciente presión en el Congreso para destituirla.
Lula le dijo a la prensa extranjera que Rousseff puede resistir incluso si los líderes de su mayor aliado, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), anuncian que sus miembros dejan el gabinete como se espera en una reunión el martes.
El ex mandatario dijo que le pedirá al presidente del Movimiento Democrático y vicepresidente nacional, Michel Temer, que ayuden a Rousseff a retener el cargo pese a un desplome en su popularidad ante la peor recesión del país en décadas y los extensos escándalos de corrupción.
“A nadie le gusta apoyar a un gobierno al que no le está yendo bien con la opinión pública”, dijo Silva. “Pero necesitamos seguir dialogando con” el Movimiento Democrático.
En caso de que Rousseff sea destituida por violar las leyes fiscales, Temer asumiría la presidencia.
El ministro de turismo, Henrique Alves, miembro del Movimiento Democrático, presentó su renuncia la tarde del martes. Alves, un aliado de Temer, dijo que lo hacía tras el “mayor desafío” que ha enfrentado su partido, que es dirigido por Temer.
“El diálogo, temo admitir, se agotó”, dijo en una carta a Rousseff.
Una encuesta reciente realizada por el respetado instituto Datafolha, reveló que el 68% de los brasileños están a favor de la destitución de Rousseff, pero sólo 11% creen que estarán mejor con Temer en el poder.
Una vez más, Lula rechazó las acusaciones de que se integró al gobierno de Rousseff para evitar ser arrestado por cargos de corrupción. Luego de que Rousseff lo designó como jefe de gabinete hace dos semanas, y un acto legal impidió que tomara el cargo, lo que lo protegería de cualquier acusación, excepto ante la corte suprema, que se espera tome una decisión la próxima semana.
El ex presidente dijo que el odio político ha colocado a Brasil “en el mismo clima que Venezuela” y comparó los intentos por retirar a Rousseff del gobierno con la salida del presidente paraguayo, Fernando Lugo, en 2012.
DC | AP