La puntualidad británica marcó el comienzo de la primera presentación de los Rolling Stones en Colombia. Los integrantes de la banda como que sospechaban que este país llevaba esperando su generosidad rockera por mucho tiempo y que no valía la pena postergar más una cita que tardó décadas en llegar.
Por fin aparecieron sobre el escenario los cuatro sujetos que se antojan inmortales en el rock. Y aunque hay otros más veteranos codeándose con los nuevos artistas del género, son ellos, Mick Jagger, con una chaqueta negra con terminaciones doradas; Keith Richards, con una camisa negra; Ron Woo, con una chaqueta morada y una camisa roja, y Charlie Watts, el más sencillo, con un buzo amarillo y una camisa blanca, quienes tienen el premio a la resistencia, a la perseverancia. Lo comprobaron en Bogotá, donde comenzaron el recorrido por su discografía con Jumping Jack Flash, un tema publicado como sencillo en 1968, como antesala a la llegada de su álbum Beggars Banquet.
El capítulo de la gira América Latina Olé en la capital colombiana fue un sonoro monumento a la nostalgia lleno de sorpresas. Jagger se tomó unos minutos para saludar en español a los cientos de fanáticos: “Hola Bogotá. Hola Colombia. Hola rolos”.
Como si no hubiera quedado claro desde el comienzo, estos chicos malos que superan todos los 70 años, decidieron continuar explorando su repertorio con It’s Only Rock n’ Roll, un tema que puede ser acaso un resumen de su propuesta vital y que apareció en el trabajo discográfico del mismo nombre (1974). El recuerdo de muchos de los asistentes se conectó de inmediato con Mick Taylor, quien después de esta publicación abandonó el grupo.
Después de que Jagger se despojara de su chaqueta, continuó diciendo: “Nuestra primera vez en Colombia”, el público les respondió con una ovación. El túnel del tiempo se prolongó luego con la exhibición que hizo de la canción elegida por votación: Dead Flowers, legendaria muestra del poder creativo de la banda y para la que Jagger tomó la guitarra acústica. Agradeciendo antes a los relojeros de Diamante Eléctrico.
Luego llegó la gran sorpresa de los Rolling Stones para los asistentes, el cantante colombiano Juanes salió al escenario, “es mi parcero”, dijo Jagger en un español que a pesar de no ser muy fluido, se comprendía cada palabra. Juntos tocaron la balada Beast of Burden, dedicada a los colombianos románticos.
Antes de abrirles la puerta a las demás composiciones, Jagger dijo: “El grupo contribuye para la economía del país, Ronnie consume ocho tazas de café al día”, y el estadio estalló eufórico de alegría y continuaron con Paint it Black, haciendo de este uno de los momentos más importantes de la noche.
Hubo tiempo para conocer detalles de su estadía en el país. Mick Jagger comentó en el intermedio de la presentación que “fuimos al museo de Botero, comimos oblea y la bajamos con aguardiente. Terminamos con un gran guayabo”.
Antes de seguir, Jagger llamó al escenario a cada uno de los músicos. El público aplaudió eufórico al bajista Darryl Jones. Posteriormente pasó cada integrante de la icónica banda y los asistentes enloquecieron con Ron Wood, Charlie Wats y Keith Richards. Este último también saludó a sus fanáticos en español y se robó el show al interpretar dos canciones, llevando a la banda del rock al blues.
Con una chaqueta plateada y su armónica, Jagger volvió a asumir el liderato y, después de una demostración de baile, vinculó al público al concierto invitándolo a repetir lo que él cantaba.
Antes de que el grupo interpretara el tan esperado sencillo Start Me Up, de los años 70, canción con la que habían dado apertura a los conciertos durante la gira, la corista Sasha Adams interpretó una canción de soul sorprendiendo nuevamente a los asistentes.
La labor de selección del material musical para este concierto debió ser asumida por un diestro cirujano o por un artista cuidadoso y refinado. La misión clara era escoger un número reducido de canciones dentro de toda la oferta de los Rolling Stones. Más de dos docenas de trabajos discográficos logrados en estudio y un número cercano a los diez registros en vivo y en directo conforman la línea melódica de una de las bandas representativas de la estirpe londinense.
Por esta abundancia creativa resulta más que misteriosa la razón por la que la corte de Mick Jagger impresionó con un repertorio nuevo al que venían presentando. Las pantallas del escenario se iluminaron de rojo y Jagger, con una capa del mismo color, interpretó Sympathy for the Devil, un clásico que fue coreado desde que se escucharon los primeros acordes.
En ese punto el público ya estaba entregado a lo que los cuatro corazones pujantes sobre el escenario optaron por sugerir. La energía de Jagger se desbordó mientras corría por toda la tarima cantaba Bad Sugar. La última sorpresa fue la interpretación de You Can’t Always Get What You Wan, canción incluida en su álbum, Let It Bleed, al estilo góspel en compañía del coro de la Universidad Javeriana.
Después de dos horas y diez minutos de absoluta satisfacción, Jagger dijo: “Bogotá, buenas noches. Muchas gracias”. Sólo bastó escuchar I can’t get no satisfaction para que el estadio El Campín estallara en gritos.
“Bogotá es del putas”, mencionó Jagger al final el concierto, a las 10:40 p.m., acompañado de un espectáculo de pirotecnia.
Mick Jagger, a 2.600 metros sobre el nivel del mar, demostró con múltiples aciertos que es uno de los frontman más completos de la música popular. Algunos contoneos de cadera, salticos sobre el escenario de un lado a otro, como si se tratara de una pasarela irregular, recordaron sus años de juventud, cuando caminaba de manera acelerada y de un momento a otro se detenía para señalar al público y abrir su boca tan generosa como reconocida. La contundencia fue similar, pero en su debut ante el público colombiano lo que más sobresalió fue la experiencia de un dinosaurio que se siente cómodo con su presente.
DC|EE