Este 2016 inició lleno de esperanzas para los venezolanos; la instalación de un nuevo Parlamento, con mayoría calificada de dos terceras partes en manos de la alternativa democrática, presagia cambios, mejores leyes, mayor control sobre el gobierno y una mejor representación del pueblo de parte de sus diputados. Por supuesto que el cambio se ha sentido en lo político, si bien mitigado por el uso y abuso del TSJ como herramienta del régimen para aplastar la Asamblea Nacional. Nicolás hace en los tribunales, lo que no logró en las mesas electorales. En lo económico y social no ha habido cambios, a no ser la profundización de la crisis, la escasez y la inflación, en medio de una delincuencia creciente.
Durante 20 años tuve el privilegio de ser diputado, entiéndase representante del pueblo, legislador y contralor. Conozco del oficio y puedo decir, a casi tres meses de haberse instalado la Asamblea Nacional, que los diputados -en su mayoría jóvenes, muchos de ellos sin experiencia parlamentaria- lo están haciendo bien, muy bien, arriesgando muchas veces incluso su vida, luchando contra un gobierno que no sabe de límites ni de respeto. La conducción de parte del experimentado Henry Ramos Allup ha estado a la altura.
Los diputados deben sentir hoy el respaldo nuestro, el de los venezolanos que estamos resteados con el cambio. Los tres primeros meses han sido duros, puedo pronosticar sin mucho esfuerzo de adivinanza, que los siguientes tres van a ser más difíciles. Diputados y pueblo debemos tomar la calle, en una combinación de acciones en el Palacio Legislativo y en la plaza pública. Estos tres meses, de abril a junio, debemos jugárnosla con la renuncia de Nicolás, la presión debe ser progresiva para ayudar a la fuerza que dentro del propio chavismo y del llamado Socialismo del Siglo XXI quiere salir de él, y para estimular la creciente presión internacional. Por supuesto que no ponemos todos los huevos en la misma canasta, apostamos fuertemente a la renuncia, pero simultáneamente avanzaremos por los caminos del revocatorio y de la enmienda o reforma constitucional.
Que les demos vivas a los diputados no quiere decir que no tengan más que hacer. Lo hecho está bueno; mucho mejor y mayor es lo que tienen que hacer ahora. Como se recuerda, son tres sus funciones principales. Los diputados son legisladores; es inmensa la tarea pendiente, por cuanto teníamos una A.N. holgazana y complaciente, que aprobaba los proyectos que le enviaba el Ejecutivo, o peor aún, habilitaba al presidente para que en Consejo de Ministros aprobase los decretos-leyes que interesaban a sus propósitos.
Los diputados son contralores del gobierno, están llamados a mantenerse vigilantes frente a las acciones u omisiones de los gobernantes, están obligados a tener lupa en mano en todo instante, para alertar o sancionar las desviaciones y desaciertos.
Los diputados son representantes del pueblo elector y representantes de sus entidades regionales, en procura de que los gobernantes atiendan sus requerimientos. Hace tiempo que esto no se veía, los diputados representaban su partido y su gobierno, no a sus electores y a su Estado, por lo que beneficiaban a otros que no eran sus representados, tal como lo exige el mandato constitucional.
En esta hora reafirmemos nuestra confianza en esos 112 mujeres y hombres en los que hemos confiado nuestra representación y la conducción, desde el Parlamento, del proceso de cambio, para ser lo que siempre hemos debido ser, un pueblo libre y en desarrollo, donde se respeten los derechos humanos, y la calidad de vida sea cónsona con nuestra dignidad. Que nadie confunda la tarea del Parlamento con la que corresponde al Ejecutivo que vamos a cambiar. Acabar con las colas, el desabastecimiento agobiante o la inflación que nos asfixia, corresponde a Nicolás y a su gente, hasta que pronto se produzca el cambio de hombres, de programa y de actitud. Vivan los diputados.
DC / Paciano Padrón / pacianopadron@gmail.com / @padronpaciano