Desde los tiempos en que Adán apalabró a Eva, bajo el argumento de la manzana feliz y otras metáforas, siempre rimar palabras, acomodar sonetos, verbos y prosas, sólo con el afán sublime de imaginarlo todo a través de nuestro mundo interior, la poesía ha estado presente como la vida misma.
Yo pudiera hablar ahora mismo de esta otra poesía, pero déjenme decirles que a más de un poeta vi en los días del cautiverio de Babilonia, arreglárselas para poder, en medio de sus correrías, arrojar sus musas, en aquellas escrituras que al pasar la infinita centuria y después en nuestros tiempos, los advenedizos, doctos y no menos sabios, seguirán llamando el comienzo.
Alguien pudiera decirme de dónde sacó Ulises su pasión por los mares y el enconado fragor arrastrado en la punta de su lanza. ¡Ay! Si les contara que en medio de dragones, artemisas y cimitarras, me encomendó, en los más de novecientos días con sus horas precisas, deshacer sudarios y regar poemas clandestinos de su puño y letra, por las polvorientas calles de Ítaca.
Sócrates, el día que amaneció molesto con sus temores y angustias, por la pérdida del ejercicio de la memoria, ante esa antiquísima manía de dejarlo todo escrito, sólo recordaba el peligro de la desaparición del verbo hecho poesía, cuando todos los días aquella jauría de hombres enamorados se lanzaban sobre tiernas doncellas y mancebos en celo.
Una tarde mediterránea navegando entre caracoles y caballitos de colores, se acercó a los pies de una briosa mariposa y le contó que venía a buscar a todos aquellos quienes entre pócimas y bebedizos de amantes, otros habían abandonados en los océanos del deseo y la pasión.
Al principio nadie le creyó, pero allí estuvo como fiera enamorada y letra a letra, palabra a palabra, lo fue cautivando. Escudos y escuderías deberían conocer de sus atribuladas batallas del verbo y el amor, porque a partir de ese trepidante palpitar, sus acciones quedarían recordadas, entre tantos cantares de gesta, como El Cid de los mejores campeadores, dicho y hecho para todos los confines de los universos creados, en cada prosa de cada juglar.
Al comienzo de su existencia iba destilando por el rio silencioso de la palabra, cada una de sus imaginarias epopeyas, y todo aquello que hubo de venir. Allí estuvimos en plena refriega en Santa Alianza, mucho antes de andar ahora por estas calles de soles dormidos y gárgolas estridentes. Ni la furia Otomana, tampoco la fiereza de los guerreros de Malta, y mucho menos la estrategia de los curtidos soldados de Saboya, evitaron que en aquella batalla a punta del filoso metal y la pólvora maldita, quedara mancado como el andante caballero desde los tiempos de Lepanto.
Desde esa aurora polvorienta he cabalgado a su lado, fui yo quien osé en una noche al son de meteoritos y molinos fugases, piropear con mi poesía a su dulce dama del Toboso; mientras él deshacía entuertos, prodigaba el bien y evitaba el mal, hasta por estas tierras rodeada de Lago y palmeras.
Así ha sido, así llegó a nuestra ribera de puente sin paso y agua sin lluvia. Llegó disparando cruces ensangrentadas, secretos guardados en papiros de mariposa y holografías bucaneras sin tacha ni enmendadura; como heredad de aquella hispania, donde todos los bardos de mi bahía han descubierto siempre la eterna poesía.
De allí vengo. Vengo de enredarme entre el vertiginoso follaje de pájaros dormidos y dantas en celos. Vengo de arboledas crujientes cantándole al paso de la quietud de aguas turbulentas. De allí vengo. Vengo de donde el zumbido aguijoneante de las piedras te saludan a primera vista y sin miedo. También vengo de allí.
Vengo del único sitio. Del mismo que a punto de sudores, gemidos y susurros, uno a uno, he destilado seres vivientes al jadeo de las estrellas. También vengo de los acantilados murallones con sus ventanas sin cerrojos.
Todos saben que vengo de donde las multitudes en medio de sus soledades, los días murmuran sus aburridos soliloquios. De allí vengo, primero que el alfa y mucho antes que el génisis. Vengo porque soy lo que existió en la antelación de lo vivido después de la creación y la utopía.
Vengo de allí, porque yo soy la poesía.
DC / Douglas Zabala / @douglazabala