Entre un electorado femenino ya mayoritariamente favorable a los demócratas y que representa el 53 % de los votantes en Estados Unidos, a el magnate Donald Trump no le basta con sus polémicas declaraciones hacia los extranjeros sino que continúa ahora con una retórica sexista que le biene muy mal al Partido Republicano.
El incendiario magnate tiene un largo y documentado historial de comentarios despectivos sobre la mujer, a quien con frecuencia presenta como un objeto del hombre y juzga solo en base a su aspecto físico.
Los republicanos no ganan el voto femenino desde George H.W. Bush en las presidenciales de 1988, década en que las mujeres comenzaron a alinearse con los demócratas.
Esa tendencia podría alcanzar un mínimo histórico este año si Trump es el candidato conservador a la Casa Blanca, ya que todos los sondeos indican que alrededor del 70 % de las mujeres tienen una imagen negativa de él.
En dos décadas de explosivas intervenciones en programas de entretenimiento, Trump puso nota a mujeres por su cuerpo, bromeó repetidamente con salir con su propia hija (Ivanka) porque tiene buena figura y frivolizó con el hecho de tener hijos porque él no hace nada para cuidarlos más que “proveer fondos”.
Solo en estos nueve meses de campaña, ha sugerido que una presentadora fue dura con él porque estaba menstruando, ha dicho que nadie votaría por la republicana Carly Fiorina “con esa cara”, y ha usado términos ofensivos para atacar a la demócrata Hillary Clinton.
Cuando parecía que no podía decir nada más escandaloso, Trump afirmó este miércoles que debe haber “algún tipo de castigo” para las mujeres que abortan y luego se retractó -algo inusual en él-.
La indignación colectiva fue tal que hasta el ala ultraconservadora del partido, con su rival Ted Cruz a la cabeza, salió en tromba contra él por haber ido más lejos que el movimiento antiabortista, que pide penalizar a los que proveen el servicio y no a las mujeres que lo reciben.
Una vez más, su retórica agresiva y su absoluta falta de filtro al hablar han hecho que el magnate parezca más radical que Cruz, un conservador dogmático que quiere prohibir el aborto hasta en los casos de violación e incesto.
DC | EFE