Ramón Alejandro Flores Hernández, de 34 años, recibió un disparo en una pierna y quedó herido a la una de la madrugada del sábado, cuando llegaba a su casa, ubicada en la calle Los Alpes de El Cementerio y lo frenó un grupo comando que tenía tomada la zona.
En principio, solo le robaron el teléfono celular y lo dejaron ir. Corrió hasta su casa y entró, dejando un rastro de sangre por el camino.
Como la esposa no estaba en casa esa noche, trató de controlarse la herida y manchó varias prendas de ropa. Incluso las sábanas de su cama quedaron impregnadas.
Ramón esperó varios minutos y tuvo que salir de nuevo para llegar a un hospital. Creyó que los sujetos ya no estarían en la calle. Necesitaba atención médica.
Cuando caminaba de nuevo, los mismos maleantes que lo habían herido lo sometieron por segunda vez. Ya no tuvieron compasión y lo tirotearon.
Le quitaron la correa y le amarraron los pies, luego lo arrastraron por la calle principal y lo dejaron tirado al lado de un contenedor de basura, justo en la entrada del barrio.
Allí lo acribillaron, en el sector conocido como Santa Eduvigis. Su cartera fue recuperada cerca del lugar.
Algunos residentes fueron testigos del hecho, y dijeron que los delincuentes justificaban la muerte «porque ya lo habían herido y Ramón se atrevió a desafiarlos al salir de nuevo a la calle». Eso dijeron sus deudos sin identificarse, pues temen que ahora los ataquen a ellos.
Ramón era supervisor de Bienes y Servicios en el Hospital Oncológico Padre Machado en las mañanas, y en las tardes era profesor de Educación Física en varias escuelas.
Tenía seis años viviendo en la zona con su familia. Además dejó una hija de tres años.
La esposa habló con él por última vez a las seis de la tarde del viernes. Ella le dijo que estaba en la Cota 905 visitando a la suegra y que se fuera para allá. «A él le gustaba jugar dominó con sus amigos y se quedó con ellos. Me enteré a las seis de la mañana del sábado cuando llegué a la casa y vi todo ensangrentado. Los vecinos me dijeron que habían visto todo», relató Ruth Escalona.
No sabe si quedarse en el barrio o mudarse. Lo cierto es que tiene miedo. «No le tengo confianza a nadie, ni a los policías ni a los malandros», dijo.
El cadáver de Ramón fue uno de los 18 que ingresaron a la morgue entre sábado y domingo, además de los 331 que habían contabilizado este mes, hasta la mañana de ayer.
Solo entre viernes y domingo, a la morgue fueron llevados 28 cuerpos, según cifras extraoficiales del Cicpc.
DC|El Universal