El Papa Francisco dijo hoy que sueña una Europa «donde ser emigrante no sea un delito» y que construya puentes y derribe «muros», al recibir de manos de líderes de instituciones europeas el premio Carlomagno.
Francisco advirtió en un largo discurso de recepción del galardón que la Unión Europea (UE) se está alejando de los principios y valores sobre los que se fundó y explicó sus «sueños» sobre cómo debería ser. La ceremonia se celebró en la vaticana Sala Regia, antecámara de la Capilla Sixtina, ante el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker; el del Parlamento, Martin Schulz, y el del Consejo, Donald Tusk, y otras autoridades como el rey de España, Felipe VI, y la canciller alemana, Angela Merkel.
«Sueño una Europa de la cual no se pueda decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su última utopía», fue la frase con la que el papa concluyó su discurso y en la que se resumió su mensaje. Jorge Bergoglio recibió esta distinción por ser «voz de la conciencia» para el continente, según la motivación del premio, por su «mensaje de esperanza y coraje» en unos tiempos «en que tantos ciudadanos europeos están necesitados de orientación».
Los momentos más intensos de su intervención llegaron justo al final, cuando el papa comenzó cada frase con la palabra «sueño» y fue enumerando sus deseos para una nueva Europa. «Sueño una Europa que se hace cargo del niño, que como un hermano socorre al pobre y a los que vienen en busca de acogida, porque ya no tienen nada y piden refugio», dijo.
Y continuó: «Sueño una Europa, donde ser emigrante no sea un delito, sino una invitación a un mayor compromiso con la dignidad de todo ser humano». Y deseó también «una Europa de las familias, con políticas realmente eficaces, centradas en los rostros más que en los números, en el nacimiento de hijos más que en el aumento de los bienes».
Francisco, quien aceptó este premio para que sirviese como una llamada de atención, inició su alocución instando a que el acto no se convirtiese «en un mero gesto celebrativo», sino que sirviese de ocasión «para desear todos juntos un impulso nuevo y audaz para este amado continente». Francisco lamentó una Europa que «en los últimos tiempos parece sentir menos suyos los muros de la casa común, tal vez levantados apartándose del clarividente proyecto diseñado por los padres fundadores».
«Aquella atmósfera de novedad, aquel ardiente deseo de construir la unidad, parecen estar cada vez más apagados; nosotros, los hijos de aquel sueño estamos tentados de caer en nuestros egoísmos, mirando lo que nos es útil y pensando en construir recintos particulares», señaló.
Y exclamó: «¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?».
El papa citó a Erich Przywara y Konrad Adenauer y nombró al escritor de origen rumano Elie Wiesel, superviviente de los campos de exterminio nazis, que decía que es imprescindible realizar una «transfusión de memoria» para «que no se cometan los mismos errores del pasado».
Aunque sin citar específicamente la emergencia de la inmigración que se vive actualmente en Europa, Francisco instó a recordar que «los proyectos de los padres fundadores, mensajeros de la paz y profetas del futuro, no han sido superados» y que «inspiran, hoy más que nunca, a construir puentes y derribar muros».
DC|EI