Por eso lo estamos revocando; el Barbarazo de Nicolás acabó con todo. Solo se salva nuestra dignidad de pueblo, la que nos ha puesto de pie para luchar y revocar el mal y la destrucción, y para abrir camino al cambio y al progreso.
Las ollas vacías se convierten en ollas de presión. Para nadie es un secreto que sube constantemente la temperatura del malestar popular, impedir un nuevo Caracazo es prioridad para el país, un hecho social y político como ese sería hoy muchísimo más grave y con consecuencias más dramáticas que el de febrero de 1989, porque el hambre es incomparablemente mayor y la situación exponencialmente más difícil.
“Ya nadie oculta que hay un problema en Venezuela” -afirmó públicamente Luis Almagro, Secretario General de la OEA- si bien Maduro no se cansa de maquillar y edulcorar las cifras y la realidad, mintiendo incesantemente sin que nadie le crea, haciendo ver que somos víctimas del imperio y de la burguesía, de una guerra económica que él inventó y que está perdiendo. Tal vez estamos ante el colmo de la idiotez, de quien está jugando una guerra inventada por él, y la está perdiendo. Lo que si se pierde -y es verdad dramática- es la calidad de vida y la vida misma de los venezolanos.
Afirmar hoy que la gente está muriendo de hambre, no es una exageración, ni una metáfora, es la realidad; nuestros niños desnutridos que llenan su barriga con cualquier guarapo o con agua donde sancocharon espagueti, pierden su salud física y afectan su salud mental. Que nuestros compatriotas se están muriendo de mengua en los hospitales, o en la angustia y soledad de su casa al no encontrar ni hospitalización ni medicamentos, no es una hipérbole de los hechos, sino una realidad lacerante que vamos a revocar.
Los dramas del desabastecimiento y la inflación nos afectan a todos sin distingo de posición social, siendo por supuesto los más pobres quienes llevan la parte más dura. Estamos obligados a saltar un doble obstáculo: primero el del “no hay”, el del desabastecimiento general de productos alimenticios, de medicinas, de enseres, equipos y repuestos; segundo el del “no me alcanza, no tengo para eso”. Esta doble angustia colectiva afecta incluso a los niños, y ya hay informes médicos que confirman que “La ansiedad que experimentan los padres por no conseguir alimentos, se transmite a los hijos”. Pero hay más, cada vez son más numerosos los muchachos que se desmayan en las escuelas porque en su casa no hay comida.
La conflictividad en las calles se incrementa por el desabastecimiento de los alimentos, los saqueos y las trifulcas se multiplican y a su vez generan más escasez. “En 320 % creció el número de protestas contra la escasez”, señal inequívoca de que aumenta el hambre y la desesperación, consecuencia de que “las importaciones cayeron 85 % en un año”, lo que es gravísimo en un país que cada vez produce menos y vive de la agricultura de puerto.
Que nadie olvide que según las cifras actuales, “el 80 % de los asaltos ocurren contra transportes de alimentos”, haciendo entonces que el miedo al saqueo agudice la escasez. El riesgo país de Venezuela es según Morgan el más alto de la región, somos seguidos por Ecuador, al cual triplicamos; solo en lo que va de año ha subido en 105 puntos el riesgo país en Venezuela.
Todavía recordamos a Chávez cuando se jactaba en decir que nuestro país tenía el salario mínimo más alto del continente; hoy la devaluación del bolívar -cuyo poder adquisitivo está en el piso- ha traído como consecuencia que nuestro salario mínimo sea el más bajo del continente, con excepción del de Cuba, que todavía y “por ahora” sigue siendo menor, pero que de continuar el país bajo la conducción de Maduro, hasta el salario de los cubanos será menos malo que el nuestro, que no alcanza para nada.
Nicolás acabó con tó’, por eso lo estamos revocando.
DC / Paciano Padrón / pacianopadron@gmail.com / @padronpaciano