A nadie debe asombrarle si teniendo Venezuela 916.445 km² de territorio, a los expresidentes comisionados para lograr el diálogo en Venezuela, se les ocurriera sentar por separado en la Romana a los pesos pesados del PSUV y de la MUD. La idea de reunir a los protagonistas de este proceso amerita que las partes lo hagan en territorios “neutrales”. En Paris se lograron los acuerdos de paz entre Vietnam y EEUU. En la Habana siguen las conversaciones de paz entre la FARC y el gobierno colombiano. A José Luis Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández, y Martín Torrijos, habrá que agradecerles sus esfuerzos conciliatorios, porque si el juego sigue trancado, el país terminará convertido en un solo 27 de febrero.
Aquí gracias a la providencia el camino del diálogo no es para lograr la paz, aunque los tambores de guerra no cesan de sonar en Miraflores, y en sectores radicales de la oposición. Las conversaciones deben mantenerse pensando que el resultado de las mismas debe ser sometido a consulta. Nuestros hermanos colombianos, por iniciativa del Presidente Santos, el punto final del coloquio habanero será sometido a un Referéndum Nacional. Evo Morales colocó a prueba su liderazgo al llevar a Referéndum su pretensión de gobernar hasta la eternidad, lo perdió, lo aceptó y los bolivianos viven en paz; de manera que el resultado de lo acordado o no en República Dominicana, debe ser sometido a consulta nacional.
Hasta ahora, Aristóbulo Izturiz, Jorge Rodríguez y Diosdado Cabello, se han empeñado en manifestar que en Venezuela no se va a desarrollar el Referendo Revocatorio a Maduro, y como si esa opinión no les bastara, se han atrevido a decir que “la derecha sabe lo imposible de realizarlo este año“. Podrá asumirse como irreversible esta postura del oficialismo y en consecuencia los llamados al diálogo, de quien está en el ojo del huracán, como pura retórica para ganarle tiempo al tiempo. Es probables que esas sean sus aspiraciones, pero las fuerzas de los hechos quiebran cualquier aliento moribundo, de un gobierno provocador de la peor tragedia humana, vivida desde los tiempos de la guerra de independencia.
En el plano político, desde la insurrección armada, impulsada por el PCV y el MIR, el país no había atravesado una crisis institucional como la de ahora. Hoy el resquebrajamiento del Estado, a diferencia de la citada insurrección e incluso a la del 4F, es impulsada por el propio gobierno; quien rompiendo todos los paradigmas, gobierna con métodos antidemocráticos, tan peligroso que provocó reactivar la Carta Democrática Interamericana de la OEA. Maduro incurriendo en desacato ante la Asamblea Nacional, está gobernando al margen de la Constitución, y para ello se ha valido de una Sala Constitucional, irrita e impuesta entre gallos y medianoche, una vez conocido el resultado del 6 de diciembre del 2015.
Del cataclismo social hacia donde nos conduce Nicolás, sólo nos salvaría la decisión que tiene tomada el país de salir cuanto antes de esta pesadilla. Para ello, en las futuras negociaciones se debe ir con la firme decisión de que nadie va a negociar en nombre de nadie, y de no ceder ni un ápice en el derecho que tenemos los venezolanos de exigirles a las personas que sean elegidas a cargos públicos, a rendir cuentas sobre su mandato; y que transcurrido la mitad del período para el cual fue elegido el funcionario o funcionaria, un número no menor del veinte por ciento de los electores o electoras inscritos en la correspondiente circunscripción podrá solicitar la convocatoria de un referendo para revocar su mandato.
Son precisamente estas prerrogativas constitucionales las que nos llevan a solicitarle el Referéndum Revocatorio a Nicolás Maduro Moros. Él ha generado una gestión calamitosa y es con él con quien queremos arreglar cuentas; precisamente no en La Romana, sino aquí en Venezuela y a pesar del CNE.
DC / Douglas Zabala / @douglazabala