Una vez le preguntaron al Dr. Arturo Uslar Pietri, ¿Qué es la cultura? Al Dr. Uslar le encanto la interrogante pues en segundos contesto – !Cultura es todo! Lo es el anillo que luces en tu mano, los lentes que llevas puesto, el calzado que estas usando; el bello traje que escogiste, el automóvil que manejas, el autopistas por donde traficas; la cena que estas digiriendo y el viejo vino que estas degustando.
La repuesta de Uslar Pietri fue absolutamente práctica, educativa, real, concreta y verdadera. No podemos escapar ni alejar nada de la cultura; y, siendo así, los pueblos, las ciudades, los países y sus desarrollo global son productos de las emanaciones, emociones y revoluciones de los distintos entes culturales que han organizado y conducido el orden y la disciplina de los pueblos más civilizados y la creación explosiva de las formaciones y dedicación a su vida corporal y espiritual hasta donde se ha podido.
Todo esto nos hace conducir este artículo por las vías de entender que si todo es cultura, entonces también lo son el lenguaje y la aritmética, la acción cívica y el propósito ciudadano, pero también, la forma de gobierno, el ornato de la ciudad y la organicidad de las sociedades, regiones y condados.
Luego, tenemos que reimplantar la importancia que precisa el mundo para reconocer esos principios y criticar, con fuerzas y vigor, la poca trascendencia que se le da, por ejemplo en Venezuela, en el presupuesto nacional, donde no ha existido ni existe con firmeza el sector dedicado a la cultura. Ni en el ambiente, ni el toque académico, ni en los planes educativos se expresa con delicado contenido la cuestión cultural.
Así pues, los grandes pensamientos de estos hombres sobresalientes, como lo fue Uslar Pietri, deben usarse con grandeza y distinción por los grandes hacedores del país, entre ellos los mismos intelectuales y los propios Individuos de Numero de la Academia de la Historia y de la Lengua, pues se podría interpretar que los problemas domésticos cívicos y educativos de nuestros pueblos son producto de la escaza fuerza que se brinda en la formación de la escuela y a la ausencia de los libros dirigidos a vender y elevar la importancia de la cultura general y del desarrollo de la vida cívica, humana y social entre las poblaciones.
En efecto, se debe conseguir que el impulso no sea por la inercia sino por la enseñanza dirigida, vital y vehemente, para inculcar al alumno, al hombre, al niño, al anciano y al maestro que se deben usar y plasmar estas virtudes del arte, la cultura y el conocimiento y solo con ellas el individuo estará preparado para volar con sus mejores armas y alas hacia lo más sublime y elevado de la existencia que tiene que ver con el logro de su mejor nivel de vida para poder actuar y competir con éxito en cualquier sitio del mundo, académico o de cualquier otra índole.
Luego, tenemos que transformar nuestra expectativa cultural y disfrutar del uso de nuestra preparación e intercalar acción y misión para resolver diferencias y ayudar al país a tomar decisiones que se hacen más importantes tanto cuanto se incluyan al núcleo familiar y al del vecino; de suerte y manera que se entienda el valor colectivo de la idea y de la forma de información por los libros. Así, haciendo uso de la dinámica cultural, tendremos más elementos de juicio para vivir contentos, seguros y felices.
DC / Luis Acosta / Artículista