Cuando la ambiciosa canciller argentina solicitó la reunión de cancilleres de la OEA del 1º de junio con el fin de anular el impacto causado por su secretario general, Luis Almagro, al anunciar el proceso de activación de la Carta Democrática en Venezuela por considerar que su régimen ha violado el orden democrático, existía una enorme presión nacional e internacional para promover un cambio urgente en el país que permitiese rescatar la democracia; reactivar el referéndum revocatorio que sacase a Maduro democráticamente del poder, fueran liberados los presos políticos, respetadas la autonomía y las decisiones del Parlamento de mayoría opositora y se atendiera con rapidez y eficacia la insostenible crisis humanitaria exacerbada por el régimen, al negarse a aceptar ayuda internacional mientras la población clama desesperadamente por alimentos, medicinas y seguridad.
Varios hechos, casi simultáneos, produjeron la tibia decisión de la OEA de ese 1º de junio 1): La invitación oficial a los ex presidentes Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández, Torrijos y la cómplice Unasur, amigos del chavismo y portadores de la fórmula salvadora de un supuesto “diálogo” que ha ayudado a Maduro a “comprar tiempo” sin cambiar ninguna de sus prácticas dictatoriales. Los 3 ex presidentes no emitieron crítica alguna sobre las muchas violaciones inconstitucionales del régimen, ni mencionaron el referéndum revocatorio, para el que se recogieron cerca de 2 millones de firmas. 2) Paralelamente, la señora Malcorra, canciller argentina, aspira al cargo de secretaria general de la ONU, para el cual el gobierno de Maduro le habría ofrecido el voto y el de sus compañeros del Alba, así que, en apenas días, vimos a Malcorra barriendo el piso con las promesas de su presidente Macri a favor de los presos políticos y de la urgencia de un cambio democrático en Venezuela, y 3) la oposición tropieza con la misma piedra, y viaja a República Dominicana para reunirse con los 3 ex presidentes y, dando así formal inicio, de cara a la opinión pública, del diálogo con el gobierno, aunque declarasen que nunca se sentaron en la misma mesa, ni se vieron las caras. Mucha más perspicacia tuvo la Conferencia Episcopal venezolana al “cuestionar a Unasur como garante del diálogo” porque el “bloque no tiene suficiente fuerza, ni es el actor adecuado, puesto que el chavismo tuvo que ver en su creación y desarrollo”. La CEV sostiene que “se requieren varios organismos internacionales reconocidos por ambas partes (…) porque la situación del país pasó de gravísima a mucho peor”, propuesta muy similar a la de Almagro. La MUD debió exigir que si no se incorporaba a esa mediación el secretario de la OEA, Luis Almagro, ellos no aceptarían ese “diálogo”, y pedir, como condición previa al inicio de tal “diálogo”, la fecha del revocatorio este año; emprender ayuda urgente a través de un canal humanitario administrado por organismos internacionales para impedir así la improvisación y corrupción oficiales; y el respeto a las decisiones de la AN, entre otras. El viernes 3, solo 2 días después de la reunión de la OEA, el gobierno introdujo recurso de amparo contra la directiva de la AN, con amenazas de disolución y prisión.
Almagro se ha jugado la piel por defender la democracia y las libertades en Venezuela conculcadas por Maduro, y la ambición de Malcorra pretende descabezarlo. Citemos la reprobable conducta del presidente del Consejo Permanente, el embajador argentino, quien le negó la palabra al jefe del gabinete de la OEA en plena reunión, hecho que los veteranos del organismo consideraron insólita, como relata El Tiempo de Bogotá. Aunque en el texto de la resolución de la OEA se expresa el respaldo de los países miembros “a los procedimientos constitucionales”, incluido el revocatorio, solo Paraguay y Colombia hicieron mención específica del referéndum. No se estableció un plazo perentorio, así que puede transcurrir todo 2016 sin que el régimen cambie un ápice su conducta dictatorial y haya logrado pasar el revocatorio hasta 2017 y hasta anular el Parlamento y poner presa a su directiva, como ya contempla el recurso de amparo del viernes 3. Al siguiente día de la reunión de la OEA, al grito de “queremos comida, tenemos hambre”, una multitud fue reprimida en Caracas con bombas lacrimógenas y golpes, porque trataban de impedir que la GNB se llevase los alimentos de varios mercados de la zona para ser repartidos entre chavistas (CLAP). Fueron golpeados ferozmente 19 periodistas que cubrían las protestas, a quienes grupos civiles armados de Maduro (colectivos) les robaron sus equipos bajo la mirada complaciente de la GNB. Ese mismo día el CNE, cumpliendo órdenes oficiales de boicotear el referéndum, dejó plantada a la MUD y no anunció la fecha de validación de las firmas, como había prometido. ¿Ven los señores de la OEA algún propósito de enmienda?
Maduro rechaza la llegada de 100 toneladas de medicamentos donados por varios países y prohíbe la entrada al país de Cáritas y Cruz Roja, mientras niños y adultos mueren por falta de fármacos y crece la desnutrición de manera alarmante. Nadie duda ya en el mundo que en Venezuela “existe una grave alteración del orden constitucional democrático”, que hay presos políticos; que no hay separación de poderes y que el gobierno no tiene capacidad de respuesta para la grave crisis humanitaria”, como expresa Luis Almagro en su documento de 132 páginas. La OEA este 1º de junio ignoró las alarmas mundiales sobre la urgencia de crear las condiciones para una salida democrática a la crisis: 36 ex jefes de Estado y de gobierno reiteran su apoyo categórico a los acuerdos dictados por el Parlamento venezolano y por el secretario general de la OEA. “¡Qué vergüenza! –escribe Andrés Oppenheimer–. La decisión histórica del secretario general de la OEA, Luis Almagro, de convocar a un debate regional sobre la ruptura del Estado de Derecho por el gobierno de Venezuela pretende ser descarrilada por un grupo de países que dicen respetar la democracia, pero que de hecho están ayudando a comprar tiempo al régimen venezolano”. Critica la capitulación de Argentina porque aspira al voto de Maduro para la Secretaría General de la ONU y la define como “hipocresía política”. La OEA no puede seguir demorando soluciones concretas para la estallante crisis venezolana, sobre la que el canciller español, García Margallo, advierte de “un caos en Venezuela que puede llevar a un conflicto violento”. El 2 de junio, el grito de “queremos comida, tenemos hambre”, fue apagado en Caracas por la bestialidad policial y militar. Ese día vimos otra muestra del horror frente al cual la OEA no puede seguir escondiendo su cabeza debajo del ala.
DC / EN / Marta Colomina / Periodista / @colominaM