Esta gente no sabe hacer sino bochinche!. Estas palabras fueron pronunciadas por Sebastián Francisco de Miranda, al ser arrestado por sus compatriotas en La Guaira, la madrugada del 31 de junio de 1812, expresaría esta frase, por avatares del destino, una sentencia de ruina y caos para el pueblo venezolano, que parece hallarse en sintonía con la anarquía, desmoralización y desorden como modus vivendi, en nuestros tiempos.
Nuestro Presidente, elegido Constitucionalmente por el Pueblo, ha señalado que no es momento para traiciones, que no es momentode divisiones, dentro de la Revolución y que esos intentos de traición que llegaron a fraguarse en las filas deben dejar atrás y dar un paso hacia adelante, porque la Revolución se encuentra en peligro.Es decir, se trata de preservar la quinta república de mano de las Fuerzas Armadas, que más bien parece una jungla anárquica de tiburones hambrientos que actúan según su libre albedrío, y que solicitaron un reenganche con pago de salarios caídos; al tiempo que se desuellan entre sí, tratandotambién de desollar al Pueblo mismo amado por Sebastián, a través de la miseria y terminar por entregar la frágil república en manos de la incapacidad manifiesta del Gobierno.
Ese bochinche, en el cual está convertida la oficialidad gubernamental, es el mismo al cual se refiere Miranda en aquella célebre frase y, al hacer dicha exclamación, el precursor definió (quizá sin saberlo) una realidad que ha acompañado a la sociedad venezolana desde aquel entonces, o quizá mucho antes, hasta nuestros días. Los pueblos no muy acostumbrados a la organización están destinados al eterno fracaso por cuanto no asimilarán el espíritu de orden, disciplina y responsabilidad, necesario en toda agrupación de individuos reunida bajo una serie de fines comunes, y Venezuela no es la excepción a la regla.
Por ello, el gran problema de Venezuela son sus propios habitantes. Vivimos una situación de caos y anarquía como en los primeros años de la guerra de emancipación suramericana, y aunque logramos la independencia política, vivimos en una combinación de terror a la autoridad y desprecio a las leyes, aunada a la herencia del absolutismo monárquico transformada en militarismo y personalismo, que pasando por el sendero del caudillismo, nos estacionamos en el desmoronamiento como una sociedad de pendejos.
Ahora, cuando parecía que habíamos superado todo aquello, llega el fantasma del militarismo, revestido de principios sin asidero y empleando préstamos ideológicos de doctrinas fracasadas y perjudiciales para el progreso. Un fantasma llamado socialismo del siglo XXI que quiere, no sólo desangrar una nación que otros no desangraron por completo, sino también crear conciencia de caos, de desorden y anarquía para finalmente instalar su reinado representado en la hegemonía de un grupo de autoritarismo militarista retrógrado.
Por ello, la histórica frase de mi hermano y admirado Sebastián, el Generalísimo Miranda nos debe llamar, no sólo a la reflexión, sino aun genuino despertar de conciencia y espíritu nacional. Nuestra situación antecede a un futuro período de anarquía que el actual régimen allana para su beneficio (nada como reinar sobre el caos). Es tiempo de ser proactivos y defender mediante la palabra, el pensamiento y la acción de nuestra democracia y libertad, pero si no reaccionamos y, una vez pasado este doloroso capítulo de nuestra existencia como país, no asumimos el ideal de orden y progreso en libertad, estaremos a riesgo de que lo que hoy ocurre se repita en un futuro y no con la izquierda arcaica, sino con la derecha retrógrada. Y puede que así acontezca tomando en cuenta que, a juicio de algunos sociólogos, la gran virtud de los venezolanos es el desorden o, mejor diré, el bochinche, el bochinche mijo.
DC / Gervis Medina / Abogado-Criminólogo / @gervisdmedina