Lo sienta a la mesa, lo saca a pasear subido en un carro y entre miradas de sorpresa se atreve a llevarlo a rezar al templo o a un partido de béisbol: la japonesa Tomomi Ota no se separa desde hace dos años de su robot Pepper al que considera uno más de su familia.
A sus 30 años, esta redactora web es la propietaria de uno de los 200 ejemplares inaugurales de Pepper, el primer androide fabricado en serie que es capaz de comunicarse e interpretar emociones humanas, que se comercializaron para desarrolladores en 2014.
EFE