El empleado público José Lara utilizó parte de sus vacaciones este mes para tomar un largo viaje en autobús a través de las vastas sabanas del sur de Venezuela, pero el viaje fue todo menos divertido.
Lara tomó un bus durante la noche y, luego, una camioneta pick-up para cruzar la frontera hacia el vecino Brasil en un viaje de 36 horas para comprar alimentos básicos, que son escasos en la Venezuela en crisis.
“Ya los trabajadores no pueden ni disfrutar sus vacaciones. Mira dónde estoy. Comprando comida para mis hijos”, dijo Lara, de 40 años, mientras se preparaba para cargar paquetes de 30 kilos de arroz y harina en un autobús.
Los venezolanos que están buscando vías de escape de su disfuncional economía socialista están inundando el remoto pueblo brasileño de Pacaraima, en busca de productos básicos que son prohibitivamente caros en casa o sólo disponibles después de horas de espera en enormes colas.
Los compradores han estado haciendo el viaje desde hace meses, sobre todo desde la ciudad industrial de Puerto Ordaz -un viaje en autobús de 12 horas-, pero últimamente también están llegando desde regiones más remotas.
Cada vez más venezolanos se quejan de que la escasez y las largas colas les prohíben hacer tres comidas diarias.
Los bajos precios del petróleo y los enormes costes de servicio de la deuda han dejado al país sin dólares para importar suficientes bienes, mientras los controles de precios y de divisas han paralizado la industria local.
Pero mientras la oposición culpa al presidente Nicolás Maduro de la crisis e intenta desbancarlo a través de un referéndum revocatorio, el mandatario alega que es víctima de una “guerra económica” liderada por Estados Unidos.
La Línea
Presionadas por los residentes después de que Maduro cerró la frontera occidental con Colombia el año pasado, las autoridades venezolanas permitieron el paso temporal de cientos de miles de personas, pero Bogotá dijo que no permitiría más de estas reaperturas luego de una avalancha de más de 100.000 compradores a ciudades colombianas.
La frontera con Brasil, sin embargo, nunca se cerró.
En Pacaraima, conocida por los venezolanos como “La Línea”, porque está inmediatamente al otro lado de la frontera, las tiendas de comestibles -y hasta de autopartes y animales- ahora están inundadas de pilas de sacos de arroz, azúcar y harina.
“Es un buen negocio, pero el precio de todo en Boa Vista está subiendo”, dijo Mauricio Macedo, de 26 años, en referencia a la capital del estado Roraima, de donde forma parte Pacaraima.
Macedo trabaja en un negocio familiar que vende decoraciones artesanales, pero desde hace meses se ha centrado principalmente en alimentos.
Las regulaciones venezolanas exigen que los productos básicos se vendan a un precio muy bajo. Por ejemplo, un kilo de arroz cuesta el equivalente de 0,12 centavos de dólar. Por su bajo precio, estos son los productos que más escasean y se revenden con mayor sobreprecio en el mercado negro, donde el mismo arroz puede costar el equivalente a 2,20 dólares.
En Pacaraima, el azúcar y arroz se venden hasta 45 por ciento menos del precio de mercado negro de Venezuela, por lo que vale la pena el viaje a pesar de lo ajetreado.
“Estamos en una crisis económica y tengo que venir a otro país para comprar comida”, dijo Juan Sansonetti, de 31 años, parado bajo el inclemente sol con un saco de harina sobre sus hombros. “No hay mas nada que decir, ¿verdad?”.
DC | Reuters