Barquisimeto, la capital del centro-occidental estado Lara, como muchas cálidas, encantadoras y maravillosas ciudades venezolanas, es una fuente inagotable de sensibilidad poética y musical por sus atardeceres encendidos de colores, por el río Turbio, que dio origen a su nombre, por el tupido valle que la arropa u otros encantos que tiene esta ciudad de poetas, músicos y crepúsculos.
Desde su fundación, establecida oficialmente el 14 de septiembre de 1552, hasta el presente, Barquisimeto no solo es cuna de escritores, como Julio y Salvador Garmendia, Rafael Cadenas, José Gil Fortoul y Rafael Monasterio, entre otros. También es vida e inspiración de cuentos, poemas y otros textos literarios, que la exaltan como una urbe que vive y ama con pasión infinita la poesía.
Los crepúsculos que caracterizan a esta ciudad, que este miércoles cumple 464 años de fundada, han sido una de sus principales fuentes de inspiración poética. Al propio Padre de la Patria, Simón Bolívar, le adjudican la autoría de una frase sobre los atardeceres de estas tierras.
En 1813, las tropas patrióticas resultaron derrotadas por las fuerzas realistas en la batalla de Tierras Blancas, al oeste de Provincia de Barquisimeto, como era conocido gran parte del actual estado Lara.
Cuentan que aquella tarde, luego de la dolorosa derrota, Bolívar se quedó en silencio contemplando el ocaso y luego aseveró: «Bien vale una derrota por ver este hermoso crepúsculo barquisimetano».
Aunque ese episodio no está registrado oficialmente como una frase de Bolívar, hay referencia a otros personajes históricos y poetas de la ciudad que han dejado en el papel sus impresiones sobre los famosos crepúsculos.
Juglares del siglo XIX no solo dedicaron poemas al crepúsculo barquisimetano, también al caudal de agua dulce que le dio origen al nombre de la ciudad y que se encuentra a la orilla de esta urbe, el río Turbio, situado en un extenso valle que comunica a los estados Lara y Yaracuy.
El poeta e investigador Antonio Urdaneta, en un ensayo titulado Imaginario poético de Barquisimeto, cita textos de Antonio Lucena y José Parra Pineda, que hacen referencia a los crepúsculos y al famoso río de la ciudad.
«De esta crepuscular melancolía/ quede en mis versos el fugaz arrullo / y sea en su inocente lejanía/ todo el azul de mi esperanza suyo y toda el alma del paisaje mía», escribió Antonio Lucena, en 1884, para describir el atardecer barquisimetano.
Antes, en 1858, el poeta José Parra Pineda escribió sobre el río Turbio: «Entre mil vegas de florida alfombra/ ricas en frutas y sin par verdura/ como una sierpe de azulado azogue / trémulo el Turbio y murmurante ondula».
Julio Garmendia (1896-1977), precursor de la literatura fantástica en América Latina, es uno de los escritores larenses que inmortalizó en el siglo XX el crepúsculo como figura literaria.
En el cuento «Guachirongo», publicado en el libro La tuna de oro, el escritor larense establece una relación entre un personaje popular de Barquisimeto de principios del siglo XX y los crepúsculos que se contemplan cada tarde en esta urbe.
Guachirongo deleitaba a la población de Barquisimeto de principios del siglo XX con sus bailes y gritos de legítima inocencia, poco antes de la salida de los crepúsculos.
«A pesar de todas las calamidades que lo afligían (o quizás por eso, justamente), Guachirongo, más que en la tierra, vivía en las nubes, y especialmente en las nubes del crepúsculo», describía poéticamente Garmendia al personaje popular barquisimetano.
Ciudad de duendes enamorados hasta las cenizas
En Barquisimeto hay jóvenes anónimos que se han encargado en este siglo XXI de ilustrar paredes de calles, avenidas y esquinas de la capital larense con mensajes poéticos.
«Quiero mirar contigo mil atardeceres», es uno de los mensajes que pueden leerse en las calles del oeste barquisimetano, mientras que en otras paredes también se aprecian frases como «Seré tu cielo si quieres volar» o «Bésame, luego te explicó».
En la ciudad también hay movimientos literarios, como El Cuarto de Los Duendes o Ciudad en Cólera, que construyen en la actualidad un discurso poético sobre esta urbe cumpleañera.
Algunos fragmentos del poema Ciudad Amada, de David Gómez, uno de los poetas de El Cuarto de Los Duendes, señala: «Amo a esta ciudad de noche/ donde nunca se doblan sus párpados/ amo a esta ciudad porque como una bestia extraña y alada me invita al galope/ con sus calles ordenadas y oscuras/ amo a esta ciudad y a sus casas viejas y a sus muertos que van tocando las puertas» en las noches.
«Amo —dice Gómez— a esta ciudad y a sus plazas distintas con sus grafitis colorados/ con sus paredes y sus murales caídos en la acera amo esta ciudad», que este 14 de septiembre cumple 464 años repleta amor, vida y poesía.
DC|AVN