Los días transcurren en Venezuela cargados de desesperanza y tristeza con rostros de miedo, amargura y rabia los venezolanos salen a la calle a tratar de sobrevivir, las malas noticias corren por todos los medios de comunicación, especialmente las redes sociales, generando un aura de pesimismo y fatalismo frente al futuro, nuestro liderazgo movido por las pasiones es incapaz de hacer un ejercicio intelectual que permita generar respuestas racionales a la crisis, la diatriba por el poder sin contenido mantienen desorientado y confundido a la población, dejándola a la deriva y sin rumbo, el tiempo sigue pasando y la diáspora junto a la pobreza son sus consecuencias.
Venezuela presenta indicadores de un Estado en Guerra, a mi modo de ver iniciada en el 2002, sin embargo, por su complejidad y extenso análisis será tema de otro artículo, la realidad que se impone hoy es un país en estado de disolución con problemas característicos de la guerra (enfermedades epidemiológicas, violencia, hambre, emigración de juventud y talentos, pobreza generalizada, etc.).
No pretendo librar de culpas al Gobierno, pues es, quien tiene la suprema responsabilidad de detener esta locura, tomar la iniciativa para abrir espacios de encuentro y dialogo sincero que permitan alcanzar acuerdos en beneficio de la población, lamentablemente la incapacidad y el hambre de poder, sumados a la “caprichosa” idea de imponer un modelo socialista del pasado y probadamente fracasado, han resultado un desastre, hoy convertido en crisis humanitaria, no tengo dudas que el fin de esta guerra, comienza por un cambio de Gobierno, ahora bien, pretender desaparecerlos como suenan algunos sectores de la oposición, es una tonta ilusión. Recientemente el Dr. Eduardo Fernández declaro: “Quisiera que la oposición fuera más constructiva y que hubiera una clara alternativa. Venezuela necesita un mejor gobierno urgentemente, pero también una mejor oposición».
Por encima de las malas noticias y los análisis fatalistas, siempre se escuchan voces distantes y dispersas, lo que he llamado las voces en el desierto, invitándonos a fortalecer el alma e impregnándonos de la fuerza del amor, para tratar de aliviar las cargas en estos momentos de tribulación, la semana pasada los Jesuitas de Venezuela, representados por el vice provincial Francisco Jose Virtuoso, emitieron un documento en donde alertaban entre otras cosas que “Venezuela es un olla de presión con las válvulas tapadas” e invitaban a la sociedad a defender la Constitución y los derechos humanos, apoyar el corredor humanitario propuesto por la Conferencia Episcopal, fortalecer la convivencia ciudadana frente a la violencia social y promover el dialogo y la concertación nacional.
El Padre Jesuita Luis Ugalde, en uno de sus últimos artículos titulado “¿Dónde está Dios?” nos recuerda: “En Venezuela debemos dejar de manipular a Dios e ir a las obras que son de Dios, que están muy claras en el Evangelio. También para el que no es cristiano están claras. Venezuela necesita reconciliarse y ser capaz de unir todas las fuerzas, talentos, recursos para salir del actual estado de muerte, de división y de odio. En esa invitación está Dios.”
DC / José Lombardi / @LombardiJose