La globalización, por Luis Acosta

La Globalización financiera, económica, productiva o, por añadidura, de asistencia mutua, definitivamente, llegó para quedarse. En efecto, irán entrando los distintos países, quieran o no, de acuerdo a su universo político. Las regiones tendrán que acomodar sus estatus soberanos para que sean más abiertos que encerrados, y más audaces que nacionalistas para que las ayudas fluyan y los toques de globalización lleguen sin temores.

El problema está en que, lamentablemente, solo seis o siete países en el planeta tienen el control del 80% de la producción del mundo, incluyendo sus fuentes de financiamientos. Esto asusta pero es la verdad; USA, Inglaterra, Francia, Alemania, Canadá, Rusia y, en algo por ahora, China. Sin embargo, al detallar, nos conseguimos una Europa que tiene dinero pero no tiene tierras mientras las necesidades siguen creciendo. Entonces, tarde o temprano, o, mejor, más temprano que tarde, estos países tienen que reunirse en serio para estudiar y decidir cómo se va a enfrentar esta situación cuando, por ejemplo, Brasil, México y Argentina que, siendo los países mejor dotados en la región latina, aun así, poseen altos porcentajes de hambre dentro de sus poblaciones. Entonces, cómo empezar y canalizar un proyecto global para romper esos esquemas antes de que la humanidad muera de mengua?

Ante esto, proponemos fusiones internacionales y regionales, combinaciones y corporaciones agrícolas, y otras formas de absorción legalizadas que tendrían que practicarse entre países contiguos pero con diferencias de vida visibles. Igualmente, con naciones lejanas, tal lo global, pero que sea espontaneo y posible. Así, al que le sobre tierra, la alquila y, al que le sobre dinero, lo presta. Esto como principio del plan global y humanitario.

Al final de la producción, se debe pagar al financista o acreedor. El resto se repartiría, después de deducir los gastos generales, el primer 50% en partes iguales. Del residuo, 25% para el país agregado y 75% para el receptor como forma de que quien tiene más, reparta más. Se supone que estas cosechas durarán 6 meses y hasta un año. Si es necesario, se deben cambiar los hábitos y cosechar los alimentos de forma más rápida.

Por otro lado, el estudio de las tierras y su uso siguen entre las acciones primarias para garantizar la productividad en los resultados y dirigir los cultivos y las cosechas. Un Instituto con delegaciones “a destino” se encargaría de la administración y de los diseños de control. De esa manera, se aumenta la producción mundial con efectos dirigidos y más beneficiarios; se abaratan los costos, y la tierra ociosa se coloca al servicio del hombre y de las acciones que proponemos. Aparte de eso, se pone a trabajar al labriego local con brazos sanos para el campo y en beneficios compartidos. Por añadidura y como parte de la propuesta, los países con más tierras aptas para la siembra inmediata deben ser los primeros casos de la mutualidad global. Si a ver vamos, las  lejanías entre los sujetos participantes carece de importancia porque los factores que juegan en el meollo, como semillas, insumos, maquinarias y dinero, se transportan por aire, tierra, mar y electrónicamente. Una parte transcendente es que la mano de obra principal estará en el país receptor pero se admitiría personal global registrado, si es necesario.

Estas formas de combinaciones pueden unir al mundo y darle un golpe al “hambre universal”. Además, cuando esa rueda cobre su máxima intensidad, velocidad, integridad y dinamismo, la producción de los países participantes dará un rendimiento inusitado y será transformador directo del circuito perverso del hambre que, no solo es de comida, sino de trabajo y calidad de vida. Desde luego, esta misión del Hambre Cero, necesita institucionalidad para hacerla viable. Para estos menesteres, nada mejor que la ONU que tiene capacidad técnica, de diálogo y organicidad para evaluar estas ideas y medir su esplendido desarrollo futuro. Igualmente, tiene, dentro de su seno, los países y clientes potenciales para uno y otro caso y que registran en sus archivos el orden establecido para el arranque del plan que, por fortuna, también tiene los records de las necesidades de cada cual.

Por otro lado las tierras censadas y sujetas de globalización se declararían protegidas mientras duren sus usos regionales o internacionales y no podrían ser objeto de factores embargables y, en todo caso, toda querella tendría que ser incoada ante tribunales internacionales para que garanticen la neutralidad y el interés común, cual es el sembrar, producir y abaratar los alimentos de la humanidad. Desde luego, los dineros de estas conformaciones foráneas y/o mixtas nada tienen que ver con los presupuestos de cada nación. Los regímenes fiscales se establecerían adecuadamente y el uso de las utilidades lo manejaría cada país.

De pronto estamos desvariando o soñando muy profundo pero alguien tiene que sembrar la primera piedra sobre esto que todos llamamos globalización pero que nadie se ha dado a la tarea de medir cuánto puede contribuir este plan en la disminución del hambre o si, por el contrario, va directamente proporcional a hacer más ricos a los ricos, sean hombres, pueblos o naciones.

 

DC / Luis Acosta / Artículista

 

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