Pablo Iglesias, ese gramsciano erudito viviente que propone el asalto de los cielos para crear paraísos en la tierra, debería acercarse a nuestro país para confirmar que aquí lo que han engendrado es un infernal infierno. Estamos en medio de un vendaval de hambre, esa es la realidad y no ese fantasma de violencia con que pretende asustar al mundo un gobierno desgastado que es rechazado por millones de venezolanos que antes se acostaron chavistas y ahora se levantan indignados con Maduro.
Y es así por esos anacronismos que solo traen consigo miserias que terminan anclando el futuro en el muelle de la desesperanza, aturdimiento que coloca a veces a los pueblos como perdidos, sin pasado y sin porvenir, como muertos en vida. Por eso es necesario hacer sonar muy fuertes las campanas para que nos despierten del letargo y seamos capaces de girar sobre los errores y pedirnos que nos estrujemos bien los ojos para ver con claridad lo oneroso que sale la ceguera política. La verdad es que estamos metidos en un diálogo imperfecto, lleno de fallas, entre otras causas, por la forzada improvisación de nuestra parte, mientras que el gobierno se sienta con una estrategia trabajada, y fundamentalmente procede de “modo lampedusiano”, o sea, “que todo cambie para que todo quede igual”, aparentando mordazmente ante el Papa que cambiarían, pero en el trasfondo decididos a preservar el fatídico modelo, así sea sobre las ruinas de una confianza traicionada. Un enigma encerrado en un océano de perplejidades. ¿Por qué cedimos tanto?
El uso contrabandeado de eufemismos en un documento para eludir entornos oscuros no hará que la ciudadanía confunda escasez de alimentos y medicinas con boicot, ni que escritores como Vargas Llosa dejen de describirle al mundo que en Venezuela hay presos políticos, porque a Maduro le gusta más la definición de “personas detenidas”. A los que califican de impacientes a los venezolanos, argumentando que “apenas el diálogo lleva semanas y queremos milagros”, y nos piden que nos avistemos en el espejo de Colombia donde las conversaciones entre gobierno y las FARC se extendieron por 4 años, les recuerdo que aquí llevamos más de 13 años en este jaleo, desde cuando por primera vez vinieron a Venezuela los expresidentes Jimmy Carter y César Gaviria en nombre de la OEA.
DC|EN