La agudeza y dureza con la que el profesor Heinz Dieterich interpreta el panorama político nacional lo ha hecho blanco de críticas de quienes alguna vez respaldó en el alto gobierno.
Su amistad con el presidente Hugo Chávez lo mantuvo cerca de los círculos de poder con su concepto del “Socialismo del siglo 21” debajo del brazo.
El académico de la Universidad Autónoma Metropolitana de México (UAM) cuestiona los pasos dados por la oposición en procura del poder y asegura que el gobierno de Nicolás Maduro “es una fuerza fragmentada sin calidad política”.
—¿Qué le ha faltado a la oposición venezolana para llegar al poder?
—Visión estratégica, modestia táctica, ubicación geográfica espacial y disposición al sacrificio. Los resultados electorales de diciembre 2015 confundieron a los líderes de la MUD. Pensaban que estaban en la democracia suiza y no en América Latina. Error geopolítico. Confundieron el mandato de mejorar la situación social y económica del país con una comanda para sacar al gobierno de Miraflores. Es decir, confundieron los niveles de la praxis: el socio-económico con el político. Error de jerarquización de la praxis. Tampoco entendieron el axioma de Mao Zedong, que el poder político nace de los cañones de los rifles. Fueron ignorantes de la correlación de poder entre papeles (boletas electorales) y balas. Cometieron el grave error de no entender esa ecuación fundamental de la política, ni los intereses y alianzas del grupo hegemónico militar de Padrino López. Finalmente, ignoraron a Marx, cuando dice que entre derechos iguales decide la fuerza. No estaban dispuestos a pagar el precio del uso de la fuerza.
En resumen: querían liquidar intempestivamente con papelitos electorales un ente de poder real –la burocracia civil y armada estatal– en lugar de negociar un modus vivendi: un reparto del poder entre las dos facciones de la clase política venezolana en pugna, que permitiera una fase de acumulación de poder dual hasta 2017 o 2018. La oposición es una fuerza fragmentada sin calidad política, al igual que el gobierno de Maduro. Dos fuerzas ineptas y mafiosas se enfrentan, lo que explica la larga agonía del país.
—¿Cómo evalúa que con esta situación-país el Presidente Maduro mantenga 20% de aceptación?
—El bloque electoral de apoyo a Maduro, suponiendo la veracidad de los datos muestrales, se sustenta en dos motivaciones. La mayor parte del 20%, que supuestamente lo apoya, tiene miedo a las políticas anti-populares que la MUD, convertida en gobierno, tomaría. Ese temor es fundado, no solo considerando el perfil programático de los componentes y personajes políticos de la MUD, sino también por las medidas neoliberales respectivas del entorno, que Macri en Argentina y el Presidente golpista Temer en Brasil, han implementado. Aquí vale el dicho criollo: “Más vale malo conocido, que bueno por conocer.” El resto del apoyo viene de una identificación cuasi-religiosa con el fundador del movimiento, Hugo Chávez, quién se ha convertido en una leyenda. Es el tipo de identificación iconográfica que no depende de hechos reales, porque es arcaico y pre-racional. Es comparable a las religiones. Hay mucha gente que se identifica como “cristianos”, pese a que su praxis o la de los curas no tiene nada que ver con el progresismo de Jesús.
¿Qué lectura le da al anuncio de Maduro de nombrar como vicepresidente a Tareck El Aissami?
—Desde la perspectiva más importante, la lucha por el poder nacional, es el último recurso disponible de un Estado y modelo en agonía, antes de instalarse un régimen militar abierto. Lo que Federico el Grande mandaba gravar en sus cañones: la ultima ratio regis, el último argumento de los reyes. La formación del “Comando Especial Antigolpe”, que coordinará El Aissami, es absolutamente claro al respecto. Si la crisis se agrava, el próximo paso será la dictadura militar.
En cuanto a la despiadada lucha por el poder dentro del gobierno, El Aissami refuerza el eje Maduro-Padrino López, en detrimento del grupo de Diosdado Cabello. La implicación para las elecciones del 2018, también es evidente. Si El Aissami logra cierto éxito en el cargo, será el candidato presidencial del PSUV en 2018. Y, si Maduro es forzado a renunciar antes, El Aissami será automáticamente la cabeza del Estado. Todo esto opera en contra de Cabello, quién además no tiene ninguna proyección geopolítica. Siendo El Aissami parte del grupo de Maduro, cuenta con la simpatía de Cuba, a diferencia de Cabello, a quién la Revolución Cubana nunca vio como algo positivo. Por los grandes éxitos del eje geoestratégico Putin-Irán-Hezbollah-Turquía en Medio Oriente, tendrá también el apoyo de esta nueva y poderosa configuración geopolítica mundial y, por supuesto, el de la comunidad sirio-libanesa venezolana.
Su talón de Aquiles es que lleva el estigma del fracaso del madurismo y que tiene que compartir todo el discurso todo el discurso engañoso del grupo en el poder, por ejemplo, que el raquítico aumento al salario mínimo reciente es el inicio de la “contraofensiva económica del Gobierno Revolucionario” y que 2017 será el inicio del “despegue económico”.
De todas formas, su nombramiento y los cambios en el gabinete no salvarán al gobierno, porque el cambio de algunas figuras de la inflada burocracia ministerial madurista no superarán la crisis sistémica del modelo, ni convencerán a los ciudadanos que el Titanic pueda salvarse. Sin un programa de sobrevivencia nacional, una narrativa de esperanza creíble y un extraordinario equipo humano capaz de salvar el barco del naufragio, no servirá de nada cambiar alguno de los oficiales a bordo. Es la política madurista de siempre: improvisaciones sin perspectiva.
—¿Cuándo y por qué rompió con el chavismo?
—Con el Presidente, la amistad nunca se rompió. La ruptura fue con las fuerzas que ahora gobiernan, es decir, todo este cometa Halley de oportunistas y mediocres. En la lucha de selva que existe en esos ambientes de arribistas, obviamente, no les gustaba un extranjero, que vieron como competidor por el poder. Pese a que nunca lo fui. El punto de división fue mi amistad con el General Raúl Isaías Baduél. El General era conservador, pero estaba de acuerdo con el Socialismo del Siglo 21, a diferencia del gran intrigante y anti-comunista Diosdado Cabello. Solo pedía claridad sobre este nuevo paradigma científico post-capitalista. De hecho, siendo Ministro de Defensa, escribió una introducción para la vigésima reimpresión de mi libro, Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo 21, al igual que Carlos Escarrá Malavé, quién escribió la presentación. Es decir, la jauría de oportunistas, actualmente en el poder, intrigó durante años contra él siendo conservador y Salvador de la Revolución, y contra mí, siendo un científico con el único modelo coherente de una sociedad post-capitalista. Vale la pena acotar, que Chávez nunca imprimió un solo ejemplar del libro. La razón es fácil de entender. Él siempre fue un humanista cristiano, pero nunca un revolucionario anti-capitalista.
Bueno, para no hacer esta historia muy larga. Yo no tengo la costumbre de abandonar a mis amigos o las causas justas, cuando le conviene a la razón del Estado. De tal manera, cuando las intrigas de la derecha “chavista” finalmente tuvieron éxito con Chávez y lo dejó ir en 2007, se volvió mantra de los oportunistas calumniar al General Baduel. No participé en esto, sino que sostuve lo que consideraba ser la verdad. Y tuve la misma actitud, cuando dije en el Congreso Mundial de la Juventud en Caracas, que la política del Presidente era progresista, pero que no era socialista. No le gustó al amigo, y por ambas razones se enfriaron las cosas.
—¿Considera que el general Baduel puede ser una alternativa? ¿Hay espacio para una tercera vía?
—Creo que Baduel no es alternativa porque los maduristas, al igual que la derecha, lo odian.
— ¿Cree que lo ocurrido en el vecindario de Venezuela (medidas económicas tomadas en Colombia, Brasil, Argentina y México) podría reivindicar un poco al Presidente Maduro?
—No, no lo creo. Considero que el costo político del deterioro de las condiciones de vida es muy superior a cualquier ventaja que haya podido producir aguantar el “chaparrón de agua”, en lugar de tomar decisiones dolorosas, pero necesarias.
—Con la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, ¿Cómo cree que serán las relaciones con América Latina?
—Trump ha dibujado con exactitud su propio psicograma político y social en los últimos meses. Es un bully sexista, xenófobo, corrupto, abusivo y mentiroso. Es el bully (matón) del barrio que consigue todo por la fuerza y la amenaza. Y que sólo respeta la fuerza. Como los gobiernos latinoamericanos son extremadamente débiles, con los tres grandes países en crisis severas, su poder de negociación es muy escaso. Trump dictará, bajo amenazas, las condiciones de la interacción en el espíritu de la Doctrina Monroe y del “excepcionalismo” estadounidense. Dado que la Patria Grande está dividida, sin grandes líderes como Chávez, Fidel y Lula, será difícil que logren pararlo, para proteger adecuadamente los intereses latinoamericanos.
—¿Qué piensa sobre las afirmaciones que decían que Trump y Chávez contaban con populismo político a pesar de ser de diferente lineamiento?
—Lo que ambos tenían en común es que rompieron la ortodoxia bipartidista establecida, mediante sus presencias carismáticas y discursos de esperanza, en situaciones de crisis sociales. Por eso lograron aglutinar el apoyo de sectores desplazados que les dieron la victoria electoral. La diferencia fundamental es, sin embargo, que el programa de Trump es irrealizable, sólo mentira, y que es una persona sin escrúpulos, ni ética.
—En su último artículo afirmó que la Venezuela madurista no tiene futuro… ¿Cómo ve al país actualmente?
—Es un país con una crisis terminal del modelo económico, con un gobierno incapaz de tomar las medidas necesarias para cambiar las cosas; una oposición igualmente incapaz de direccionar al país; un pueblo y clases medias antagónicas a la violencia; una fuerza armada controlada por una fracción hegemónica; una creciente pérdida de prestigio y posiciones internacionales. No hay sujeto colectivo visible en este momento que pueda salvar al país. Los escenarios de posibles cambios en el futuro son claros: a) mayor intervención de Washington; b) levantamiento popular y de clase media; c) un cambio en la correlación de fuerzas dentro de las Fuerzas Armadas.
—¿Considera que la instalación de una mesa de diálogo entre el gobierno y la oposición genere resultados?
—Fuera de los tres escenarios mencionados anteriormente, es posible que ciertas fuerzas de la oposición se vuelvan realistas y negocian un poder compartido. Julio Borges, el nuevo líder de la AN, con un pasado turbio suyo y de Primero Justicia, y el estratagema idiota de la declaración de “abandono de cargo” de Maduro, no indican que sea probable tal avance. La oposición actúa en el “reality show” de una asamblea constituyente, de desconocimiento del gobierno, referendo revocatorio, tratando de justificar su existencia y fingiendo que está haciendo algo, cuando la realidad es que la camarilla en el poder no entregará el Estado bajo ninguna de las modalidades mencionadas. El diálogo es un foro mediático y nada más. La ruptura real del status quo sólo vendrá por uno de los tres escenarios especificados.
—¿Está en peligro de extinción el Socialismo del Siglo XXI?
—Las grandes protestas contra el agotado orden capitalista mundial se dirigen hacia sus tres pilares: la economía crematística de mercado, la democracia plutocrática liberal y el consumismo trivializador. Esta protesta la llaman los medios de comunicación hegemónicos demagógicamente la protesta contra la globalización. La protesta no es contra la globalización, sino contra la plutocracia burguesa que la implementa y se beneficia con ella. En otras palabras, son protestas por una democracia real y una economía solidaria, es decir, una sociedad trans-capitalista. El único paradigma científico existente para esa nueva sociedad es el del Socialismo del Siglo 21. Con este nombre u con otro, la especie humana luchara por una nueva sociedad, mejor que la actual. Este anhelo humano, nunca se extinguirá.
DC|Panorama