Las elecciones del 6 de diciembre de 2015 golpearon a todo el chavismo. El Partido Socialista Unido de Venezuela perdió esos comicios parlamentarios por 15 puntos, cedió el control del Poder Legislativo y sus principales dirigentes no pudieron evitar derrotas en 18 de las 24 entidades federales: Diosdado Cabello cayó en Monagas, Asdrúbal Chávez en Barinas y Héctor Rodríguez en Bolívar. Sin embargo, aquel campo de batalla catastrófico se presentó como una rara oportunidad para el presidente Nicolás Maduro.
A pesar del golpe que significó la pérdida electoral y la desestabilización que traería para su gobierno, el jefe del Estado encontró por primera vez una posibilidad real de debilitar al resto de liderazgos que integran el poder colegiado en el que se convirtió el chavismo tras la muerte de Hugo Chávez. Su fin sería terminar como líder indiscutible, posición que su predecesor mantuvo casi desde el principio pero que no le entregó de manera automática pese a ungirlo como heredero.
Maduro lo intentó y no pudo. Aprovechando que el chavismo dependía de su permanencia en Miraflores para conservar el poder debido a que la Constitución indica que debe haber elecciones si el presidente abandona o es relevado de su cargo durante los primeros cuatro años de mandato, el dirigente movió fichas dentro del gobierno y del partido para consolidar su posición. Sin embargo, los reajustes que hubo en la segunda mitad de 2016 y a principios de 2017 revelan que no tuvo éxito.
Ahora el chavismo entra a este nuevo año con un abanico de posibilidades y con un nuevo escenario en el que Maduro ya no es imprescindible. A pesar de que sigue conservando poder e intenta garantizar su posición trabajando con distintos grupos, no tiene garantizado su control sobre la Presidencia. La mayor prueba de esto es la designación de Tareck el Aissami como vicepresidente. Pese a que lo primero que hizo al ser nombrado fue ratificar su lealtad y decir que el presidente ha sido “un digno hijo de Chávez”, lo cierto es que en la historia del chavismo nunca ha habido un vicepresidente que haya invertido tanto en promocionar su imagen y su crecimiento político. Los próximos meses pueden seguir siendo de reacomodo interno dentro del oficialismo.
“El Aissami se encuentra en competencia por ser sucesor de Maduro. A pesar de que es un tema tabú, todos saben que post-2017 comenzará el proceso más intenso que haya vivido el chavismo. Se encuentran en una encrucijada: seguir con Maduro o darle un giro a la revolución. En esa línea hay claros contendientes: Cabello, Padrino, El Aissami e incluso Jorge Rodríguez”, afirma Oswaldo Ramírez, director de la consultora política ORC.
“El Aissami sería el sucesor con mayor opción ante hipotéticos escenarios que acorten el período del presidente actual, pero también con miras a las elecciones presidenciales de 2018. Es la decisión de la ultraizquierda chavista, justo la que maneja los hilos del poder hoy día”, añade Jesús Seguías, presidente de la encuestadora DatinCorp.
El perjudicado
El diputado Diosdado Cabello, hasta 2015 la indiscutible segunda cabeza del chavismo, fue el principal perjudicado por los reacomodos que inició Maduro en 2016.
El año comenzó con cambios en el gabinete ejecutivo. Los más relevantes se dieron en el área económica. El hermano de Cabello, José David, fue relevado de la cartera de Industria y Comercio y en su lugar fue colocado el empresario Miguel Pérez Abad. Además, se decidió la disolución del Ministerio de Transporte Acuático y Aéreo, que era dirigido hasta entonces por el general Giuseppe Yoffreda, cercano a Cabello.
“Él es un pragmático del poder, muy radical y autoritario, ciertamente, mas no es un izquierdista y socialista con formación política, ni mucho menos es marxista-leninista, razón por la cual nunca le generó confianza al gobierno cubano y lo están aislando poco a poco de los hilos del poder”, afirma Seguías sobre Diosdado Cabello.
El presidente continuó los cambios colocando a fichas de su confianza en los puestos de mayor importancia para la economía, algunas de ellas incluso desconocidas hasta entonces: Luis Salas fue nombrado vicepresidente del área y ministro de la Economía Productiva; Rodolfo Medina llegó a la cartera de Economía, Finanzas y Banca Pública, y el ex diputado Jesús Faría quedó en Comercio Exterior.
Días después siguieron los movimientos, ahora dentro del PSUV. Maduro nombró a 24 responsables políticos del partido para cada entidad federal, jugada que debilitó a varios gobernadores chavistas que habían sido elegidos en 2012, entre ellos 7 provenientes del Ejército que habían sido escogidos como candidatos por sus nexos directos con Chávez. A esto se agregó el nombramiento del ex diputado Eduardo Piñate como secretario permanente de la presidencia del partido, puesto cuyas funciones parecían chocar en teoría con las del primer vicepresidente del partido, Diosdado Cabello.
Además, el presidente anunció la creación del Comando Central Bolivariano, que serviría de intermediario entre la Dirección Nacional y el Congreso de la tolda. Los movimientos parecían indicar entonces que Maduro intentaba aplicar un modelo llevado a cabo por Chávez entre 2000 y 2003 para reducir el poder de grupos autónomos y consolidarse como líder indiscutible: crear instancias superpuestas en su partido con funciones parecidas que chocan entre sí y tienden a neutralizarse.
En los nuevos puestos Maduro se ocupó de que hubiese cuadros cercanos. Por ejemplo, 15 de los 24 responsables políticos que nombró tenían un nexo de lealtad directo con él, sea porque les abrió las puertas del poder por primera vez, porque los rescató luego de perder las elecciones parlamentarias o por nexos de amistad. De esta forma se rodeó de la mayor cantidad de incondicionales en la tolda política, a la vez que en el gobierno posicionó a figuras con muy poco poder propio y a las cuales podía dominar con facilidad. Así se iniciaron los meses de mayor poder de Maduro dentro del chavismo.
Retroceso
Pero la supremacía duró poco o quizá nunca se materializó realmente. A las pocas semanas de los anuncios, en febrero, surgieron rumores de malestar entre los gobernadores militares del chavismo, quienes supuestamente presionaban a Maduro para que abandonara su puesto. Ante la situación, varios de ellos, como Francisco Arias Cárdenas, en Zulia, se vieron obligados a reafirmar su lealtad públicamente mediante entrevistas en medios de comunicación.
A la par, Diosdado Cabello siguió de cerca la conformación del Comando Central Bolivariano para dominarlo y en mayo inició una gira nacional como primer vicepresidente del PSUV en la que visitó 19 estados en 4 meses. Encabezó eventos públicos televisados y reafirmó su poder opacando el nuevo cargo de Piñate. Si Chávez fue el corazón del partido desde su fundación, Cabello ha sido su cerebro, ocupando cargos principales desde el primer momento e ideando su estructura de funcionamiento, lo cual hace difícil eclipsar su poder interno.
En mayo pasado el PSUV reactivó las vicepresidencias regionales, las cuales restaron relevancia e importancia a los cargos de responsables políticos que había nombrado Maduro a principios de año. Este movimiento también significó el regreso a sus espacios naturales de poder de figuras que habían sido desplazadas por los primeros anuncios y devolvió influencia a los mandatarios regionales sobre el partido en sus estados.
Por otra parte, al Comando Central Bolivariano ideado por Maduro se le fue restando importancia hasta el punto de que no ha sido nombrado en los últimos seis meses. Varios de los vicepresidentes siguieron siendo cuadros leales al presidente, pero el regreso a la estructura tradicional revela el debilitamiento de la estrategia inicial de concentración de poder.
Un nuevo grupo
Además de la prevalencia de las facciones de poder, en la segunda mitad de 2016 resaltó el surgimiento de un nuevo grupo dentro del chavismo: el de los militares dejados por Chávez en puestos de mando y que hasta ahora habían guardado lealtad al sucesor del presidente fallecido.
El cambio se inició en julio, cuando el ministro de la Defensa, general Vladimir Padrino López, fue designado también jefe de la Gran Misión Abastecimiento Soberano, cargo al que se le dio una gran importancia y el mismo jefe del Estado llegó a decir que todos los ministros también tendrían que rendirle cuentas. Sumado a esto, a partir de ese momento la Fuerza Armada empezó a ejercer incluso mayor control sobre la economía. A principios de septiembre, por ejemplo, 18 generales y almirantes fueron designados para supervisar la producción, distribución y comercialización de la misma cantidad de rubros básicos para la economía nacional, a la vez que otros oficiales fueron encargos de supervisar los mercados municipales del país.
Padrino López es parte de un grupo de militares superiores a los oficiales de la promoción de Cabello y que quedaron en cargos clave justo antes de que Chávez se fuera por última vez a Cuba, en diciembre de 2012. Para ese momento ocupaba el puesto de segundo comandante del Ejército y jefe del Estado Mayor, mientras que Carmen Meléndez, quien se graduó́ en la Marina el mismo año en que Padrino lo hizo en el Ejército, quedó como ministra del Despacho de la Presidencia.
El general Rodolfo Marco Torres, ahora ministro de Alimentación y anteriormente vicepresidente del Área Económica, es parte también de este grupo debido a que trabajó con Meléndez en la Tesorería Nacional desde incluso antes de que Chávez lo nombrara ministro por primera vez. Estos oficiales han dominado los cargos de mayor relevancia de la Fuerza Armada y el Ministerio de la Defensa desde que Maduro llegó al poder y han desempeñado otros puestos clave en el gobierno, como los de ministro de Finanzas y del Interior.
La designación de Padrino para el nuevo cargo y su relevancia posterior parecen demostrar que este grupo busca ahora posiciones de mayor protagonismo y sus miembros ya no están satisfechos con mantenerse a la sombra de Maduro.
Escenario actual
Los últimos movimientos en el gabinete continúan en la línea de fortalecer el poder colegiado del chavismo. “Maduro cedió poder en relación con la conformación del Ejecutivo. Esa jugada de permitir la consolidación del poder político de El Aissami indica que este actor tiene más que aportar que las otras facciones que le compiten. La estabilidad que daba la Casa Militar aparentemente ya no es suficiente, por lo que necesitaba una pata más en su mesa para sobrevivir 2017”, advierte el director de ORC Consultores.
Entre el segundo semestre del año pasado y el inicio de 2017 fueron relevados varios de los ministros más desconocidos y sin poder propio como Luis Salas, Rodolfo Medina y Luis José Marcano, ex ministro de Comunicaciones. A la par, entraron al gabinete figuras de mayor trayectoria dentro del chavismo como Elías Jaua, Érika Farías, Ernesto Villegas y Adán Chávez.
Es notable el mayor peso que acumulan los cuadros provenientes de la Fuerza Armada a medida que pasan los años de Maduro en el poder. En su primer año apenas representaron 21,9% del gabinete y para 2017 ya son 32,3%, con el agregado de que ocupan ministerios importantes como Defensa, Interior y Justicia, Despacho de la Presidencia y Obras Públicas.
Ese porcentaje representa el de mayor presencia de militares retirados o activos dentro del gabinete ejecutivo en toda la historia del chavismo, considerando los 15 años de gobierno de Chávez. Cuando el presidente fallecido estaba en Miraflores el período con mayor representación militar fue 2004, etapa difícil en la que la oposición amenazaba con hacer un referéndum revocatorio y la popularidad del jefe del Estado estaba cerca de sus mínimos históricos.
Los cambios del 4 de enero pasado pueden ser vistos como el cierre del ciclo en el que Maduro intentó consolidarse como líder único. Con el nuevo gabinete cedió algunos espacios de poder para fortalecer las posiciones de El Aissami y las del nuevo grupo militar de Padrino y Meléndez. Los familiares directos de Chávez mantuvieron parte de su cuota, aunque con el nuevo rostro de Adán Chávez en la cartera de Cultura, y perdiendo la vicepresidencia del Área Social. Cabello continuó igual tras ser perjudicado durante 2016.
“Para profundizar en su proyecto político y económico catastrófico para el país, Maduro cuenta con el apoyo del grupo más radical y ultraizquierdista del chavismo: El Aissami, Jaua, Jorge Rodríguez, Delcy Rodríguez y Cilia Flores”, comenta Seguías a la luz de los últimos movimientos.
A esto se añade la designación de Ricardo Sanguino como presidente del Banco Central de Venezuela, vista por ORC Consultores como el último movimiento para asegurar la supeditación de esta institución al Poder Ejecutivo.
De esta forma enfrenta el chavismo la llegada de 2017, año en el que Seguías advierte que “no basta que 80% rechace la gestión del Presidente para que salga del poder”.
Pero su transitar tampoco luce fácil. “En el primer semestre del año hay factores externos, como la llegada de Donald Trump, el descenso de los precios del petróleo y temas geopolíticos entre Rusia, China y Estados Unidos que nos sugieren que el madurismo tendrá que hacer malabares para sobrevivir el segundo semestre. Aunque ahora cuenta con el comodín de realizar elecciones y sacrificar a gobernadores y alcaldes”, afirma Oswaldo Ramírez.
La casa roja seguirá abierta a reacomodos en 2017 y Nicolás Maduro, que hasta ahora era la única ficha inamovible, parece que ya no lo es luego de que se superaron los primeros cuatro años de mandato y el poder quedaría en manos del vicepresidente si se ausenta el jefe del Estado.
DC|El Nacional