“No hay reto más épico, mas histórico, más difícil pero más hermoso que lograr que organizar a la gente para que haya una salida electoral en Venezuela”, aseguró hoy Ángel Oropeza, coordinador del equipo de apoyo político de la Unidad Democrática, al dar detalle de los desafíos que tiene por delante la alianza opositora con la reestructuración anunciada el pasado viernes.
“Si la gente no se expresa por la vía electoral no se va a poder expresar por ninguna otra forma. Cualquier otra salida que no sea la electoral va a ser la expresión de alguien, pero no de la gente”, advirtió el psicólogo social y doctor en Ciencia Política al ser entrevistado en el programa radial que conduce el periodista César Miguel Rondón.
Oropeza refirió que uno de los retos fundamentales que tiene la “nueva MUD” es “subirle el volumen y sacarle punta a los consensos, que existen; y tratar de que lo que nos separa, que también existe, no impida que lleguemos a un acuerdo lo más pronto posible, sobre todo pensando en la gente, para lograr el cambio político”.
Como ejemplo de lo importante que es preservar en este momento la unidad de la oposición venezolana, refirió que las últimas encuestas arrojan que si se hicieran hoy las elecciones regionales, la Unidad ganaría al menos 20 de 23 gobernaciones, incluso con relativa facilidad. “Si fuéramos a esas elecciones con solo dos candidatos, o sea que nos dividiéramos por dos, bajaríamos a ocho gobernaciones. Esto para dar una idea, solo electoralmente, de la importancia de la unidad”, precisó.
Aseguró que todas las organizaciones políticas que forman parte de la Unidad coinciden en que, una vez cerrada la vía electoral, lo que corresponde hacer es “abrir un hueco electoral para que la gente se manifieste. El asunto es cómo lograrlo”.
“Las diferencias, hasta donde sé, es cómo lograrlo. Todos queremos llegar a Chacaito, pero unos piensan que es más rápido ir en Metro y otros creen que se llega más rápido si vamos por la Cota Mil. Lo que tenemos que hacer es ver cómo hacemos para que entre todos decidamos cuál ruta es la más rápida”, ejemplificó.
Indicó que en cuestión de un año, desde cuando la Unidad se alzó con la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional en los comicios del 6 de diciembre de 2015, el país cambió en lo político y en lo social.
En lo político se pasó del “autoritarismo competitivo” – que era el nombre consensual que los expertos le daban al modelo originario del fallecido expresidente Hugo Chávez – a un modelo de autoritarismo hegemónico “que en palabras cristianas es simplemente una dictadura de nuevo cuño. La condición mínima indispensable para llamar a un régimen democrático, que es que haya elecciones, también se la rasparon”, señaló.
En lo social, las cifras de la Encuesta de Condiciones de Vida del Venezolano (Encovi) correspondiente a 2016, dadas a conocer el pasado viernes, señalan que la pobreza alcanzó al 82 % de la población, lo que convierte a Venezuela en el país más pobre de América Latina, incluso por encima de Haití.
“Las cifras de conflictividad social demuestran que estamos en un país en ebullición, echando chispas por todos lados, pero de manera desagregada, desconectada. El país no está desanimado ni desesperanzado, pero sí altamente confuso porque no ve en su visual perceptual cuál es la hoja de ruta a seguir, cuál es la supuesta salida aunque esta palabra pueda resultar complicada, frente a lo que está pasando”, señaló.
“Eso puede llevar al peligro de lo que llamamos resignación o acostumbramiento. El gran riesgo de este año es que tenemos hoy un país muy convulso pero muy confuso y si no les pones pronto, y cuando digo pronto es ayer, una hoja de ruta que diga por allá va la cosa, eso puede transformarse en dos situaciones igualmente nocivas: una, que decante hacia la violencia o que decante hacia la resignación, hacia el acostumbramiento, y que se diga bueno, ‘cójanse el país, yo ya no puedo hacer nada’”, advirtió.
“Y ese reto hay que atajarlo ayer. Ese es parte del reto de esta nueva Mesa”, insistió.
“No se trata de llamar a la gente a la calle porque la gente ya está en la calle. Lo que hay que hacer es darle direccionalidad política a eso. Eso es lo primero que hay que hacer y es uno de los retos de la Unidad: tratar de estimular que haya una mínima conexión al menos comunicacional entre sectores sociales organizados – maestros, médicos, sindicatos, organizaciones populares – para potenciar su acción. Que empiece por lo más mínimo, que parece mentira pero no existe, que es conozcan qué hace el otro, que conozcan la actividad del otro”, apuntó.
Cambios en función de la gente
Explicó que esta reestructuración de la Unidad tiene el propósito de adaptarse, como representación política, a ese país que demanda cambio pero que se encuentra en una situación política y social completamente distinta. “El gran partido político de este país es el país de los que quieren cambio, de los que están indignados. Ese país tiene una representación política organizada que actúa para él y en nombre de él. Si ese país cambió, esa organización también tiene que cambiar”, señaló.
“En ningún momento se hizo para desconocer la inmensa labor, además trascendental, de (Jesús) Chuo Torrealba al frente de la secretaria ejecutiva de la Mesa. Los reconocimientos que le han hecho a Chuo en estos días son pocos frente a lo que la Historia le tiene deparado cuando se conozca realmente la función que él cumplió a lo interno de la Mesa”, aseguró.
“Ya no es suficiente una alianza política electoral sino que hace falta una alianza política de partidos y de país para lograr que haya expresión popular, de modo que el cambio se canalice por las vías más democráticas, civiles y no violentas posibles”, indicó.
Añadió que en la anterior MUD la instancia suprema eran unos partidos políticos, mientras que ahora la instancia suprema es el Congreso de la Sociedad Democrática donde van a estar los partidos políticos y también los sindicatos, organizaciones populares, la Iglesia, la Academia. “Esta pasa a ser la figura máxima de la MUD”, precisó.
Indicó que todo el mundo dice que hay que subirle el costo político al gobierno, pero el problema es cómo se materializa eso en la práctica. “Yo le digo a la gente que nos ayude a completar la frase. Que vayamos al CNE y digamos ‘señora Tibisay Lucena: o usted nos da lo que en justicia nos corresponde o…’. Que alguien termine la frase. ¿O qué? Hasta que no seas capaz de completar la frase, lo que viene después del ‘o’, no estas llevando a la práctica la conseja de presión popular o de subirle el costo político al gobierno”, explicó.
“Ciertamente, hasta que el costo político no se le suba al gobierno no va a haber el incentivo para que él cambie. Lo que queremos como ideal, porque es más fácil decirlo que hacerlo, es que llegue tal grado de presión social organizada que el gobierno, pensando en él, para no perderlo todo y no ser arrastrado por el tsunami popular, acceda a elecciones para salvar algo. Eso es parte del reto”, concluyó.
DC|UN