En un codo del río Tárcoles, Lady Gaga, una cocodrilo hembra, asoma su cabeza por las aguas turbias, permanece un instante como quien acecha una presa, y en movimiento rápido se vuelve a sumergir y desaparece de la vista.
Unos kilómetros río arriba es el territorio de otro cocodrilo popular para los turistas que acuden a ver la vida silvestre en el Pacífico central de Costa Rica: Hugo Chávez, identificado por una lesión en la mandíbula superior, producto de una pelea con su némesis George Bush.
Lady Gaga también presenta una herida en su ojo derecho.
«Las hembras muchas veces sufren lesiones porque tienen que proteger a sus crías de los machos», explica Jason Vega, un nativo de Tárcoles y guía de la empresa Crocodile Man Tour, que diariamente lleva turistas del mundo entero a ver cocodrilos y otras especies que abundan en el entorno de la desembocadura del río.
Vega es también el que bautiza a los cocodrilos más reconocidos e identificables. Por ejemplo, en los últimos kilómetros del río hay dos machos alfa de cinco metros de largo: Tornado, radicado en la playa de Tárcoles, y Osama bin Laden, unos seis kilómetros río arriba.
En la carretera principal a las concurridas playas del Pacífico central y sur, el puente sobre el río Tárcoles es parada obligatoria para turistas que miran y toman fotos a una multitud de cocodrilos que se asolean en los bancos del afluente.
«Nunca había visto tantos cocodrilos en mi vida, es impresionante», comentó sorprendida Aviva, una israelí de 37 años que tomaba fotos desde el puente junto a su esposo.
La abundancia de estos reptiles en el río refleja una situación atípica de Costa Rica, que tiene una población creciente y fácilmente visible de cocodrilos, algo que solo se encuentra en Australia, según el investigador Iván Sandoval, profesor de la escuela de ciencias biológicas de la Universidad Nacional (UNA).
«Fuera de estos dos países, las poblaciones de cocodrilos tienen una densidad muy baja, es muy raro verlos. Por eso Costa Rica es un paraíso para el estudio de cocodrilos», comentó Sandoval a la AFP.
Sin embargo, esa misma facilidad se convirtió en una arma de doble filo para el bienestar de los cocodrilos. Durante años, guías turísticos situados cerca del puente sobre el Tárcoles daban alimentos a los reptiles como un espectáculo para los visitantes extranjeros.
Hasta poco tiempo atrás, los guías daban pollo, huesos, vísceras de vaca o animales muertos a los cocodrilos a cambio de dinero de los turistas, una costumbre que ha sido prohibida.
«Esa práctica modificó el comportamiento de los cocodrilos. Normalmente son esquivos, huidizos, evitan el contacto humano, pero ahora hay unos que buscan ese contacto porque asocian a los humanos con comida», explivó Sandoval.
El resultado es que, entre los cocodrilos que permanecen bajo el puente sobre el río Tárcoles, varios se notan enfermos, su desarrollo es inferior a lo normal y perdieron la capacidad de cazar porque se acostumbraron a recibir alimentos.
«Ese es uno de los más duros ejemplos de la mala práctica de darle alimento a los cocodrilos. Los convirtieron en espectadores más que depredadores», comentó el especialista de la UNA.
Estos cocodrilos perdieron la capacidad de cazar y pasaron a depender de las sobras de lo que comen animales más grandes.
Un caso reciente de muerte de uno de estos cocodrilos despertó alarmas sobre el riesgo que enfrentan los animales que han tenido más contacto con los humanos.
Hasta la década de 1950, la población de cocodrilos era mínima en Costa Rica y estaba en declive, hasta que pasó a ser protegida al declararse internacionalmente especie en peligro de extinción.
Su proliferación en las últimas décadas los convirtió en un polo de atracción turística, y actualmente cuatro empresas en la pequeña localidad de Tárcoles ofrecen paseos en barco para observar cocodrilos y otras especies que viven en los manglares del río.
Un cocodrilo del afluente fue bautizado recientemente como Donald Trump. «Le pusimos así porque es muy cabezón y muy bocón», comenta Jason Vega.
DC|Telemetro