Una señora fina, linda, cuidada, bien vestida, hermosa y con aires señoriales de delicadeza nos llamó la atención en un video televisivo. En efecto, se trataba de una dama que hablaba maravillas de su marido y decía, refiriéndose a él, “fue decente, respetuoso, excelente padre de familia y esposo, enamorado de la música, pero más que todo, amante de su país: Venezuela”. Era Elizabeth Sandoval, la viuda de Aldemaro Romero. En efecto, el modernizó la música venezolana del arpa, cuatro y maracas y la extrapoló sobre el piano, la batería y el bajo. Así, creó su “Onda Nueva”. De ese modo, revolucionó el acerbo y la escala cultural del folklore criollo dándole velocidad, dominio del ritmo, gusto y fuerza internacional.
Por los años 70, y en tres ocasiones y años seguidos, Aldemaro montó, en la ciudad de Caracas, en grande y con continuado éxito, su Festival de Onda Nueva donde sus sueños pequeños y grandes se volvieron realidad. Así, fue Aldemaro Romero, el Maestro Aldemaro, como se le dijo en sus momentos de gloria y por siempre, que podía dirigir una simple orquesta de baile hasta la Sinfónica de New York la cual, por cierto, le tocó dirigir en conciertos extraordinarios en varias ocasiones. Además, Aldemaro tocaba el piano con armonía y sentido fino de todo tipo de partitura y el oyente disfrutaba su frescura y profundo y agudo oído musical. Manejaba el solfeo con intensidad y sinfonía angelical digna de la más alta escala. Pero nunca quiso ausentarse del país. Venezuela era su vida, su nación y su patria. No obstante, logró su importante recorrido internacional muchas veces iniciados en la ciudad de los rascacielos, la famosa Isla de Manhattan. Aldemaro, virtuoso de la batuta y estudioso e intenso de la música en todas sus expresiones, dejó un portafolio rico en notas para distintos instrumentos, en buena parte inéditos. El deseaba que los músicos venezolanos crearan y manejaran sus propias notas musicales y las leyeran en plena actuación musical.
Por todo esto y mucho más, que puede facilitar la gran ayuda de su fiel y generosa Elizabeth Sandoval con su asesoramiento, Aldemaro Romero, el universal, nacido en Valencia-Estado Carabobo, merece el mejor de los homenajes. Su trayectoria genial y distinguida es justo y necesario sea guardada y atesorada en la memoria para la posteridad. ¡Magnifico Maestro!
Cambiando de tema, Brasil y Argentina se curaron en salud y se proponen, de seguida, a una vida más organizada y dichosa con propuestas más definidas y técnicas para, de ese modo, cambiar su entorno económico y social y, entonces, sostener el plan político pero borrando las ideologías. En el caso de Argentina, por los años 60, se decía que ese país “tenia luz propia como las estrellas”. Llego a tener cero inflación. En efecto, disfrutamos de un viaje a Buenos Aires en esa época. Visitamos el Restaurant La Cabaña y comimos un Baby-beef, inmenso de grande y deliciosos de sabroso, por $15, a la sazón Bs. 33.50. Pero, igual, recordamos a Mi Vaquita en Maracaibo, donde comíamos un Tibón del tamaño de la tabla sobre la cual se servía, también por $15, pero por el cambio se pagaban Bs. 115; incluía el plato una deliciosa cerveza fría de sifón servida en una flamante jarra con bordes a punto de congelación. En cuanto al Brasil, es un país que tiene mucho más músculo económico y mucha materia prima útil, amén de un plantel de tecnología que lo coloca en la octava posición del foro mundial económico y del desarrollo pero con un gran potencial para crecer.
Escribimos sobre todas estas cosas porque creemos que un país es algo más que policías, puertos, puentes y carreteras. También es la música y, sobre todo, su gente. En este sentido, el Zulia tiene todo lo que un país necesita. Sin embargo, Venezuela es otra cosa y por eso, es nuestro gran país.
DC / Luis Acosta / Articulista