Repetimos: “echar para atrás no resuelve muchas cosas. Empero, pensar en el presente y el porvenir siempre resulta más útil”. Sobre todo, si logramos tocar las fibras morales y democráticas de los dirigentes y sus valores personales, sociales y humanos. Las otras salidas solo han servido para aumentar los ilícitos y los abusos, los cuales son verdaderos cómplices de los problemas diferenciales, judiciales y políticos del país. En efecto, decimos ésto porque siempre es difícil para el hombre manejar con éxito los reveses, igual sea una pelea de gallos que una elección y contienda política. De pronto es porque al individuo lo preparan solo para triunfar como, se cuenta, ocurrió en el caso de la familia Kennedy; o por aquello de que el hombre fue hecho a semejanza de Dios, y por eso el hombre quiere ser Dios antes que útil. Menos mal que algunos humanos civiles y sobresalientes, se han dado a la tarea de honrar sus actos y respetar su palabra. De allí, nuestro tema de hoy y la vida real.
En efecto, para el año 1948, se cae el gobierno de Don Rómulo Gallegos. Era el hombre de Doña Bárbara, Cantaclaro y Pobre Negro. Un zarpazo del Coronel del ejército Marcos Pérez Jiménez lo retira del poder, a través de un incruento golpe de estado. Dos lustros después, el 23 de enero de 1958, un pueblo aguerrido y lleno de valentía da al traste con la dictadura de Pérez Jiménez y toma forma la idea cierta del acuerdo político que duró muchos años, “el Pacto de Punto Fijo”.
Una década más, en los años 1967-1968, un duelo de titanes se produce en Venezuela. Gonzalo Barrios, el profundo, y Rafael Caldera, el vibrante, se disputaron, en contienda electoral, la Presidencia de la Republica. Por fortuna, se convirtió en un evento interesante. Ambos, abogados, académicos y, además, profesores universitarios; los dos venían de los partidos políticos más importantes del país: A.D. y COPEY. Así, se continuaba dentro del puntofijismo en su segunda versión comicial, después de la Leoni-Caldera y la era betancouriana. Todo esto fue conocido, pero nos queremos referir, con preferencia, a un episodio ocurrido en la Caldera-Barrios, que la juventud no conoce o no recuerda. Cuenta la historia, o se coló en los corrillos electorales del entonces, que al escrutarse hasta la antepenúltima parte de los resultados de la contienda, la tendencia firme daba ganador a Rafael Caldera por escasos 30 mil votos. Esta cantidad era suficiente si se sostenía hasta el final. Sin embargo, para esa época se decía que los partidos vigilaban y controlaban las mesas abandonadas y esa especulación tomaba fuerza ante aquellos atrevidos dado lo pequeña de la diferencia en la contienda. Así fue que éstos atrevidos se acercaron al Dr. Barrios y, con malicia, le plantearon lo que estaba pasando. Pero el Dr., Barrios, ni corto ni perezoso, y siempre honesto, les contesto con firme e inteligible voz: “Si el ganó, Caldera debe ser el Presidente de Venezuela y así lo será”. Todos los que conocieron de esta historia, han debido quedar estupefactos e incrédulos, otros, admirados y llenos de reconocimiento. En efecto, el diplomático, el académico, el abogado constitucionalista y el político cabal y servicial, se había consagrado al servicio patriótico de su país. De esta manera indudable, el ciudadano Gonzalo Barrios dejó sembradas para la posteridad su firmeza y grandeza moral. Ha quedado reconocido como uno de los grandes venezolanos aun a costa de no haber sido Presidente de la Republica, pero “el valía más que eso”.
Barrios vivió una vida placentera y dedicada. Dios, en honor a su lealtad, aplomo y ejemplar comportamiento cívico, debe mantenerlo con tranquilidad en el cielo. Su honestidad valía tanto o más que la propia Presidencia y así queda dicho y asentado en los anales políticos venezolanos. El vivió y murió feliz con el respeto de todo el pueblo y la admiración inmortal de su partido.
DC / Luis Acosta / Articulista