Con la llegada del calor el cuerpo tiende a generar más sudor para poder regular mejor la temperatura corporal. Es algo molesto pero que se agrava en ciertas personas que padecen “hiperhidrosis” o sudoración excesiva. Las personas con hiperhidrosis parecen tener glándulas sudoríparas hiperactivas. La sudoración incontrolable puede llevar a una molestia significativa, tanto física como emocional.
Se trata de una enfermedad caracterizada por una producción desmesurada de sudor en una o varias partes del cuerpo, como por ejemplo las axilas, palmas, plantas de los pies, cuero cabelludo, cara, región inguinal y submamaria, que puede generar inconvenientes importantes a nivel amoroso, laboral y social.
Un 3% de la población sufre esta afección.
La hiperhidrosis puede ser de origen primario o secundario (ocasionada por un trastorno subyacente) y, según su gravedad, leve, moderada o severa. En sus formas más serias, esta enfermedad puede provocar hongos, descamación, mal olor, irritación y pigmentación de la piel.
Para tratar esta dolencia se debe consultar a un profesional del área de la dermatología, que puede actuar junto a médicos clínicos y endocrinólogos para descartar causas secundarias, y en el caso de ser necesario, psicólogos o psiquiatras para el apoyo moral y si se decide una resolución quirúrgica, involucrar a cirujanos de tórax.
– Existen varios tratamientos
• Toxina botulínica (Botox): Primero se realiza un Test Zimmer, que sirve para localizar las zonas donde se transpira más y luego se inyecta la toxina. En el caso de las axilas el tratamiento se lleva a cabo en el consultorio, es muy poco molesto y dura alrededor de 10 meses aproximadamente, con más de un 90 por ciento de éxito. En las palmas y en la planta de los pies requiere de anestesia local porque es más doloroso.
• Simpatectomía por laparoscopia: Es una operación que se realiza con anestesia general, pero en el día el paciente puede regresar a su casa tras unas horas en observación. Consiste en eliminar la conexión nerviosa desde la columna cervical hacia la axila y se suprime de ese modo el impulso simpático que estimula a la glándula sudorípara. Debe ser realizada por un cirujano de tórax, ya que su especialidad permite reducir los riesgos inherentes a cualquier operación. Este tratamiento es definitivo y con un porcentaje de éxito elevado. En alguna ocasión puede registrarse sudoración compensatoria, es decir, deja de sudar la axila pero aparece sudoración en otras zonas del cuerpo, lo que se suele corregir solo espontáneamente.
• Loción de cloruro de aluminio: Aplicación de soluciones con cloruro de aluminio puede resultar efectivo sólo para hiperhidrosis axilar y, en menor medida, para la palmar y plantar. En el caso de que la hiperhidrosis se presente con mal olor (bromhidrosis), se debe añadir a la fórmula un antibiótico o ingerirlo vía oral.
• Iontoforesis: Consiste en pasar corriente eléctrica de bajo voltaje a través de la piel. Hace que las proteínas superficiales de la piel se coagulen y bloqueen parcialmente los conductos de las glándulas sudoríparas. Presenta mayor eficacia para la hiperhidrosis palmo-plantar y puede entrenarse al paciente para su auto aplicación.
• Medicación oral: Para un hiperhidrosis secundaria, generada por un trastorno neurológico o endocrinológico. Pueden utilizarse algunos medicamentos anticolinérgicos, como glicopirrolato y oxibutinina. Sin embargo, estos fármacos pueden provocar efectos secundarios como trastornos de la presión arterial, mareos, cefaleas, sequedad de boca y ojos, además están contraindicados en determinadas enfermedades.
• Radiofrecuencia: Consiste en desactivar las células sudoríparas. Cuando se aplican altas dosis de calor en diferentes niveles de profundidad de la piel, se puede detener la actividad de estas células y suspender así la generación de líquido, causante del sudor y del mal olor. La ventaja de este procedimiento es que no es invasivo porque no requiere intervenciones quirúrgicas ni inyectables.
• Electroporación o mesoterapia sin agujas. Consiste en la emisión de una onda electromagnética pulsada, atérmica y no ionizable, con la finalidad de producir una alteración en el potencial de membrana. Al ser pulsada y no constante, su efecto es reversible y transitorio. La duración depende de la persona, pero oscila entre 3 y 6 meses.
– ¿Qué recomiendan los expertos?
El dermatólogo Eduardo de Carli destacó dos de ellos que, según el experto, son los más eficientes y los que cosechan mejores resultados: “La mayoría son todos intentos que se han hecho de tratarla y la verdad es que no son exitosos. Son tratamientos muy transitorios, de muy corta duración y a veces muy poco efectivos. En realidad si querés ir a lo seguro o es la toxina o es la vía quirúrgica, no tenés alternativa. Con la toxina la ventaja es que después de haber hecho uno o dos tratamientos puede ser que se corrija en forma definitiva el problema”.
Por su parte, la dermatóloga Marcela Marrero coincidió con resaltar la toxina botulínica y se mostró más defensora de las opciones no invasivas: “Para los tratamientos primero de todo hay que tener estudiada a la persona. Los que son quirúrgicos como la simpatectomía son heavies, es extraer un ganglio que lo podés necesitar como función de defensa por el organismo. En cuanto a los tratamientos vía oral no se usan porque afectan otros órganos porque actúan en el sistema nervioso. Yo soy más defensora de mantener el organismo intacto y usar procedimientos locales”.
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