Sadiz Mohammed se sube a la cabina de un camión que parece más un nightclub que la guarida de un contrabandista. Del techo cuelgan flecos rojos y amarillos y el parabrisas está cubierto por una cortina. Enciende el ventilador sobre su cabeza y se instala en el asiento delantero, que es más cómodo que un sillón reclinable.
Hace una buena vida este comerciante que se dedicó al contrabando. Con Sudán del Sur víctima de una guerra y de hambrunas, «gano más dinero que antes», señaló.
Luego de cruzar desde Sudán a esta pequeña localidad de Sudán del Sur, este hombre de 38 años, con dos hijos, descarga los alimentos antes de iniciar un descanso después de manejar tres días. Lo que empezó como un respetable negocio de transporte de alimentos en el 2009 pasó a ser una profesión muy riesgosa.
Cuando Sudán del Sur se independizó de Sudán en el 2011, partes de la frontera entre ambos fueron selladas. Los camioneros como Mohammed tuvieron que decidir entre cambiar de ramo o trabajar ilegalmente en lo mismo.
«No tengo otra opción que seguir contrabandeando», afirma.
Para miles de contrabandistas sudaneses, la crisis es altamente rentable. En momentos en que Sudán del Sur comienza el cuarto año de una guerra civil, la mitad de la población del país depende de ayuda humanitaria. Aquí, en el estado de Bahr el Ghazal del Norte, miles de personas corren peligro de morirse de hambre. Una sequía, una fuerte inflación y poco acceso a los alimentos hacen que cientos de comunidades de esta región dependan de su vecino del norte para alimentar a las familias.
«Nos faltan 200.000 toneladas métricas de comida», dice Maywien Aror, comisionado de ayuda y rehabilitación para Aweil Oriental en Bah el Ghazal del Norte. «Si los contrabandistas pueden venir a Sudán del Sur, los recibimos complacidos».
Cuando cruzan la frontera, no hay problemas, dice Aror. Pero hay que cuidarse mucho durante los recorridos por Sudán. «Voy por calles secundarias hasta que cruzo» la frontera, dice Mohammed. Para evitar al ejército sudanés, viaja de noche, por caminos selváticos y guiado por una amplia red de lugareños. Si lo pillan, deberá pagar una multa del equivalente a 2.200 dólares. Si se niega a hacerlo, la confiscan los bienes y lo dejan muy endeudado.
«Si el cargamento es confiscado, le corresponde al camionero reemplazarlo», dijo Deng Mako, comerciante sursudanés que trabaja con Mohammed. Mohammed afirma que el riesgo vale la pena. Por cada viaje exitoso gana 7.000 libras sudanesas, nueve veces lo que una persona común gana en un mes. Acaba de completar su quinto viaje desde enero y planea hacer más. Dice que la demanda va en aumento.
«El 85% de mis alimentos vienen de Sudán», indicó Makol. «Despachamos los alimentos rápido. La gente pasa hambre. El gran problema es la inflación. «Todo el mundo habla de la subida de precios. Dicen que no tienen dinero para pagar».
Un informe del Programa Alimenticio Mundial difundido en marzo dijo que la inflación de Sudán del Sur es del 372%. La débil moneda sursudanesa hace que los productos importados resulten caros. Los precios se dispararon a partir del 2014 y mucha gente ya no puede comprar las cosas básicas.
«Le preparaba avena y te a mis hijos todas las mañanas», cuenta Nyanut Pantheer. «Ahora soy afortunada si puedo darles pan. La mayoría de los días pasan hambre».
La mujer de 33 años, dueña de un negocio de te, cuenta que hace tres años compraba tres kilos y medio (siete libras y media) de sorgo por 15 libras sursudanesas (unos 10 centavos de dólar). Hoy paga 120 libras.
Pantheer teme que los precios suban más todavía con la inminente llegada de la temporada de lluvias. «Cuando llueve, hay más demanda y menos oferta», señaló Makol. «A los contrabandistas les resulta más difícil traer alimentos».
El gobierno abrió hace poco un segundo corredor para la llegada de ayuda humanitaria a Benitu, ciudad del estado Lieich en el norte de Sudán del Sur. El nuevo corredor no afecta a las miles de personas que se mueren de hambre en Bahr el Ghazal del Norte, quienes seguirán dependiendo de los contrabandistas.
DC/AP