La decisión de la fiscal general de la República de contrariar la ruptura del orden constitucional ha sido sincera, necesaria y debe ser bienvenida con regocijo democrático. A pesar del desborde de desconfianza que recorrió como un tsunami las redes el día viernes, estoy más que convencido de que Ortega Díaz actuó por la necesidad de impedir la fractura del Estado de Derecho. Su cavilación hamletiana de ser o no ser se dirige a restaurar la condición sustantiva del pacto social. Ello coincidió con el repudio unánime del sistema internacional a la pretensión del TSJ de despojar a la AN de sus facultades constitucionales, para lo cual carece de competencia. La coincidencia de una reacción interna con la externa genera la decisión muy poco ortodoxa de pedir un exhorto a la Sala Constitucional de revisar la sentencia, lo cual es imposible desde el punto de vista jurídico. ¿Desde cuándo cambian de opinión los tribunales y en apenas horas?
Ahora todo volvería a su punto. La AN tiene restablecidas sus competencias. Aquí no ha pasado nada y vamos a volver a llamar a la comparsa del diálogo con los zapateritos y bufones. A lo mejor se cuenta con la puesta en escena de Las alegres comadres de Windsor, con falcones y rosales en sus roles estelares, para seguir con la comedia de las equivocaciones. Pues no, el remedio es peor que la enfermedad y abre un compás de inimaginables consecuencias. Esto siempre sucede con la improvisación y quienes piensan que una sola orden “bastará para salvarme”. La Asamblea Nacional restituida seguirá adelante con sus decisiones de nombrar nuevos rectores del CNE y magistrados del TSJ y de confirmar sus anteriores decisiones, entre ellas la del abandono del cargo. ¿Quién se lo impedirá ahora? La procesión internacional continuará ahora con más ímpetu porque los sucesos de este fin de semana demuestran que el criterio del más alto tribunal de la República puede sustituirse de inmediato con un exhorto. ¿Dónde quedan la seguridad jurídica y la división de poderes luego de esta mojiganga?
La oposición venezolana en todas sus recetas y combinaciones debe saber aprovechar el momento histórico. Así como el 26 de octubre pasado se pulverizó la cohesión opositora con un diálogo de mudos, en el que la propia MUD invisibilizó el concepto de los presos políticos, a partir del 1° de abril, esta situación ha cambiado no a favor del gobierno, sino de la oposición. Hemos pasado de Hamlet a Cantinflas, por lo risibles y contradictorios que se presentan los resultados. Además, la fiscal general de la República, al denunciar la violación constitucional, tiene que actuar. La ley la obliga. Tiene usted la palabra, doctora Luisa Ortega Díaz.
DC|EN|Karl Krispin @kkrispin/Articulista de El Nacional