La vida pública de los ídolos, por Luis Acosta

Joe Louis, el Bombardero de Detroit quien fue el excelso boxeador de su época, vivió entre 1914 y 1981. Era el peso pesado, libra por libra, más importante del momento. Siempre cuidó su vida  y, por eso, pegaba y resistía. Su formación boxística y su entrenamiento fueron únicos. Estableció su sequito con distinción y marcó y ganó una merecida idolatría entre sus admiradores en su país y todo el mundo. No fue una época fácil en su categoría. En efecto, estaba presente el chileno Arturo Godoy, que sabía caminar y era huidizo en el cuadrilátero, Max Schmeling, el alemán corpulento, duro y pegador, contra quien peleó varias veces y Max Baer. A todos los venció en magistrales peleas, primerizas unas o revanchas otras. Muchos otros también fueron sus víctimas, tales como Primo Carnera y  Jim Braddock.

Su carrera boxística fue entre los años 1934 y 1951, pero ya en 1937 se había convertido en Campeón Mundial y nunca perdió su liderazgo en la vida deportiva del norte. Tuvo problemas con el Tío Sam, cosa que lo obligó a salir de su retiro invicto como campeón y pelear de nuevo para poder  pagar un millón de dólares que debía en impuestos. Eso le causó problemas financieros que pudo  solventar gracias al trabajo que le ofrecieron en Las Vegas como relacionista público de un famoso casino. Con eso vivió sin dificultades y dignamente muchos años hasta que enfermó y, curiosamente, su gran rival y amigo Max Schmeling cubrió todos los costos de su enfermedad y hasta su entierro.

Recordamos al Morocho Hernández, Campeón Welter Junior del mundo a partir del año 1965 cuando venció a Eddy Perkins, era catalogado el mejor boxeador venezolano de todo tiempo, incluyendo al Pollo de las Palmitas, el inmenso Simón Chávez. Por otra parte, Morochito Rodríguez, Campeón Mini-mosca de las olimpiadas de 1968 en México, ganándole al coreano Yong Ju Jee; y no olvidar al peso mosca Ramoncito Arias, el más carismático de Venezuela, nativo del Edo. Zulia. Entonces, si seguimos sus historias, antes y después de sus mejores años, tenemos que reconocer que según las más variadas opiniones del ambiente y corrillos boxísticos, pocos tuvieron orden administrativa y de profesión. A todos les sobró coraje, valentía, vigor y guapeza sobre el ring pero nada le dedicaron a su interés domestico y personal. Desde luego, como es y ha sido el contraste latino, ni los alrededores, ni los dirigentes de esos tiempos organizaron algo que fuera dirigido al bienestar, confort, salud, austeridad y asesoramiento para estos ídolos que recibieron mucha propaganda por sus maravillosos combates ante los mejores del mundo pero que, por años y años, sin ninguna acción del estado, que debe ser guiador y ayudante para estos atletas que tantos meritos y satisfacciones deportivas acumularon para el país, salvo modestos cargos públicos especiales, que le asignaban por sus sobresalientes performances, pero que poco crecimiento de ingresos recibían y, por lo mismo, rápidamente lo abandonaban.

No sabemos en qué condiciones viven otros ídolos y sus familiares como: Betulio González, Pantoño Oronó, Alfredo Marcano, Vicente Paul Rondón, Ramón Calatayud, Pedro Gómez, Antonio Gómez y muchos otros más. Unos vivos físicamente y otros vigentes por sus hazañas boxísticas. Pero creemos que todos estos campeones del boxeo y de otras modalidades deportivas como lo fue Joe Louis en su materia, merecen que la República, hoy y siempre, se encarguen de distinguir sus esfuerzos, alabar sus destrezas, reconocer sus rápidos reflejos e inteligencia en su defensa, valorar la preparación de su cuerpo físico y distinguir las disciplinas en tan exigentes carreras y modalidades;  así, atentos para que la nación se mantenga orgullosa de sus Ídolos, en su constitución física y mental y, de esa forma, estimule la conservación de sus cerebros cuerdos, lúcidos y llenos de vida ejemplar  en los comportamientos endosables. Este reconocimiento institucionalizado podría convertirse en un motivador para las nuevas generaciones.

Tenemos que reconocer que este trabajo lo motivó “Yo estuve allí” que con tanta generosidad presentan en la pantalla de Globovisión y que, con la talentosa y versátil periodista Rocío Higuera, viene recordando a quien honor merece por sus vidas dedicadas y ejemplarizantes.

 

DC / Luis Acosta / Articulista

Entérate al instante de más noticias con tu celular siguiéndonos en Twitter y Telegram
Suscribir vía Telegram

Lea también

Le puede interesar además

Loading...

Tu opinión vale...