Las paredes de Roldanillo hoy tienen un Récord Mundial, firmado por las manos empíricas de Julián Castillo.
Este joven de 24 años, decidió hace 6 años, dejar de estudiar Producción Agropecuaria en el Instituto de Educación Técnica Profesional de Roldanillo (INTEP). Después de dos semestres de aprender “lo que mucha gente también estaba aprendiendo”, entendió que él tenía en sus manos un arte único y que valía la pena arriesgarse a vivir de ello. Desde entonces, es tatuador y muralista, siendo el pionero de éstos oficios en su municipio.
Para su familia no fue sencillo entender por qué él quería sacar de su dinero para hacer pinturas en la calle, pero Julián sabía que lo que estaba haciendo no era algo común y que siempre existirá un mercado para eso.
Su convicción lo llevó a estar seguro de que en algún momento su arriesgada decisión iba a dar resultado. Y así fue, pues hoy en día es conocido por los murales que adornan las paredes de Roldanillo y los tatuajes que adornan la piel de los roldanillenses.
“Yo he aprendido que uno debe intentar figurar siempre”, afirma. Con esta premisa en su cabeza ha caminado sus años de artista, y el 30 de diciembre pasado le demostró a todo su municipio que ésto era cierto. Ese día empezó su proeza de pintar el mural hecho a lápiz más grande que haya en el mundo.
Con un morral cargado de 1000 lápices, un paquete de sacapuntas, un andamio de cuatro cuerpos, un cuñete y medio de pintura blanca para fondear, imprimante para proteger el mural y unas manos cargadas de creatividad, dejó que sus habilidades plasmaran, en el lienzo más grande que nunca antes había rayado, lo que él llama “la realidad absoluta”.
Lo nombró así porque en imagen refleja la figura de un señor y una muchacha sosteniendo un diamante, significando que aunque las personas sean diferentes, si ven algo desde el mismo sitio, van a ver lo mismo, todo depende de donde se mire.
Julián comenzó su travesía solo, pero en el camino descubrió el potencial que escondía trabajar su idea con más personas. “Arranqué con el plan de hacerlo solo, me dije ya he hecho tantas cosas solo, voy a avanzar en esta también. La idea era esa, pero se me unió un colega al que yo le estaba dando clases, y después invitamos a otro. Luego llegaban más a curiosear y pues los invitamos, y ya se convirtió en algo grande, un colectivo, en promedio eramos doce personas todos los días”.
Esa docena de personas fueron necesarias para terminar en “45 días mal contados”, cómo esperan ellos que en los próximos meses los Guinness World Records lo bauticen, El mural más grande del mundo hecho en lápiz.
La idea llegó a Julián hace varios años. Un día vio en Facebook que la Universidad Javeriana de Cali estaba ofreciendo un taller para muralistas y decidió venir desde Roldanillo a la capital del Valle para asistir. En ese evento le preguntó a uno de los muralistas que dictaron el taller si los bosquejos del mural se podían hacer con lápiz; él le respondió que no, porque con lápiz no se iba a ver.
Julián, que sabía que lo común es que los bosquejos se hagan en vinilo gris, se quedó pensando no sólo en que debería intentar hacerlos en lápiz, si no también, que sería bueno intentar elaborar todo el mural con la misma técnica. La idea de que no fuera posible usar el lápiz como herramienta cautivó a éste insaciable artista que hoy logró, no solo hacer un bosquejo a lápiz, si no un mural entero.
Además de artista, Julián es por vocación maestro. Ha tenido durante mucho tiempo estudiantes con los que comparte lo que él ha aprendido sobre los murales y tatuajes. Les enseña sin cobrarles, porque como dice él: “Aprendo de las personas cosas que el dinero no puede dar”.
De los doce dibujantes que lo acompañaron día tras día en esta aventura artística, solo conocía dos. Sin embargo, terminó siendo amigo de todos y haberles aportado a esos jóvenes experiencias buenas, lo llenan de satisfacción.
“Hay ideas que uno tiene y que a las otras personas ejercen y que le sirven en algo, para ser disciplinados, para tener la experiencia, convivir con otras personas, salir y hablar con otros, eso me parece algo muy importante que ellos aprendieron. No fui solamente yo quien se benefició del proceso como para generar confianza a mí mismo, sino que todos de alguna manera avanzaron bastante, todos crecieron”, cuenta Julián.
DC/EP