El portugués Salvador Sobral ganó el sábado el Festival de la Canción de Eurovisión con una balada romántica que desafió la reputación que tiene el concurso desde hace décadas de excesos cursis y destellantes.
Sobral cantó su tema Amar Pelos Dois (Amor para ambos) en un tono agudo y nítido acompañado por cuerdas y un piano.
A diferencia de los otros 25 competidores que actuaron en un amplio escenario con el respaldo de luces destellantes, llamaradas repentinas y otros efectos, Sobral cantó desde un pequeño círculo elevado en medio del público, un contraste íntimo en comparación con la ampulosidad de los demás.
La música no son fuegos artificiales, la música es sentimiento, declaró Sobral cuando recogía el premio.
El segundo lugar, el búlgaro Kristian Kostov, también exhibió sentimiento. Su balada Hermoso desorden estuvo llena de melodrama, y en ella el cantante se mostró estrujado por un caos idílico.
Sunstroke Project, de Moldavia, terminó en un sorprendente tercer lugar, al presentar una canción animada y con ciertos toques de jazz llamada Hey Mama, la cual incluyó una ingeniosa rutina en el escenario en el que las coristas escondieron sus micrófonos en ramos nupciales.
El italiano Francesco Gabbani había encabezado las apuestas de favorito para el triunfo la mayor parte de los días antes de la final, pero terminó sexto aun cuando su actuación pareció el compendio de la estética animada y pegajosa que caracteriza al festival: cantó un número motivante sobre espiritualidad acompañado de alguien disfrazado de gorila.
El Festival de la Canción de Eurovisión, que ha cumplido 62 años, está dirigido al entretenimiento apolítico. Sin embargo, esas dulces intenciones se agriaron este año cuando la anfitriona Ucrania truncó la participación de Rusia debido al conflicto diplomático y militar entre ambas naciones.
Rusia es una de las participantes más importantes en el festival, y al igual que Suecia acumula el mayor número de veces que ha terminado entre los cinco primeros lugares este siglo. Sin embargo, Kiev bloqueó a la concursante rusa de este año, Yuliya Samoylova, debido a una gira que hizo en Crimea después de que Moscú se anexara esa península en 2014.
En respuesta, el Canal 1 estatal de Rusia se rehusó a transmitir el concurso y sustituyó la final del sábado con la difusión de la película Alien.
La disputa entre Moscú y Kiev es un dolor de cabeza para la Unión Europea de Radiodifusión, la productora del Eurovisión, que se esfuerza lo más posible por mantener una separación entre la música pop y la política. Está prohibido desplegar banderas o pancartas abiertamente políticas, y las letras son supervisadas para detectar si tienen contenido provocativo.
En 2009, la UER rechazó la participación georgiana con el tema We Don’t Wanna Put In, una crítica al presidente ruso Vladimir Putin. Sin embargo, la unión fue criticada por no prohibir el año pasado el tema 1944, lo que favoreció el encono de las tensiones entre Rusia y Ucrania.
La fricción tiene un dejo de ironía, ya que el festival de Eurovisión fue fundado en 1956 para unir a los países que entonces tenían poco tiempo de haber sido beligerantes en Europa. Fue inaugurado un año antes de la fundación de la Comunidad Económica Europea, antecesora de la Unión Europea.
Al principio sólo agrupaba a siete países, pero ha crecido hasta incluir más de 40, inclusive naciones no europeas como Israel y Australia.
DC/AP