En una feroz acusación de 64 páginas, el procurador general de Brasil describió a un corrupto, arrogante y conspirador presidente Michel Temer que se llenó los bolsillos con dinero ilegal y mostró escasa consideración por el cargo que ocupa.
El fiscal Rodrigo Janot presentó el lunes por la noche un escrito formal de acusación que podría presionar a Temer para que considere renunciar -algo que ha afirmado que no hará, negando cualquier infracción-, dependiendo de la reacción de los legisladores y los mercados en la nación más grande de Latinoamérica en los próximos días y semanas.
Cuando Janot abrió su pesquisa el mes pasado, los mercados se hundieron y la moneda real de Brasil sufrió una brusca caída frente al dólar. Los legisladores, especialmente miembros de la coalición de Temer, pasaron varias semanas de reflexión interna decidiendo si cerraban filas en torno al presidente o le daban la espalda, temiendo que asociarse con él pudiera empeorar sus posibilidades para las elecciones del año que viene. Ahora tienen mucho más que considerar.
«Habrá un tira y afloja entre la rama ejecutiva y la sociedad por el apoyo en el Congreso», dijo Fabiano Angelico, consultor con sede en Sao Paulo, añadiendo que en definitiva, los parlamentarios «quieren ser reelegidos».
Las acusaciones contra Temer de que supuestamente aceptó sobornos le otorgan la dudosa distinción de ser el primer presidente en el cargo en el país que afronta cargos penales. Es el último episodio por ahora en una creciente lucha entre Temer y las autoridades de justicia, que trabajan en un caso de corrupción que se extiende hasta los niveles más altos del gobierno.
La oficina de la presidencia dijo el lunes por la noche que no haría comentarios.
El caso irá ahora a la Cámara de los Diputados en el Congreso, que debe decidir si tiene mérito. Si dos tercios de la cámara baja opinan que sí, el presidente sería suspendido durante un máximo de 180 días mientras se celebra un juicio. El presidente de la Cámara, Rodrigo Maia, un aliado de Temer, sería el presidente interino.
En su escrito, Janot dijo que en algún momento entre marzo y abril de este año, Temer recibió un soborno de unos 150.000 dólares ofrecido por Joesly Batista, expresidente de la gran empaquetadora de carne JBS.
La investigación del fiscal contra Temer investigaba sospechas de corrupción, obstrucción a la justicia y participación en organización delictiva. En el proceso se conoció una grabación que parecía mostrar una conversación nocturna de Temer y Batista este año en el que el presidente apoyaba pagar por el silencio del expresidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, un ex aliado que cumple una sentencia de 15 años por corrupción. Batista llegó a un acuerdo con la fiscalía federal para declararse culpable.
La decisión de Janot de seguir adelante sólo con el cargo de corrupción podría ser una estrategia para obligar al parlamento a resolver eso antes de considerar las otras acusaciones.
La acusación venía acompañada de una dura descripción de Temer y sus acciones como jefe del estado. Janot dijo que los sobornos al mandatario podrían haber sumado unos 12 millones de dólares en nueve meses, y que Temer había mostrado un falta total de consideración por su cargo.
«Las circunstancias de su reunión (con Batista), de noche y sin ningún registro en la agenda oficial del presidente de la república, revelan la intención de no dejar rastro de las acciones delictivas ya tomadas», escribió el fiscal.
Janot afirmó que la «trama engañosa» llevaba varios años en marcha y que Temer tenía «intermediarios para recibir sobornos».
El fiscal añadió que Temer debería pagar tres millones de dólares como indemnización.
A primeras horas del lunes, Temer buscó demostrar que su gobierno seguía trabajando como de costumbre, señalando en tono desafiante que no iría a ningún lado. Fueron sus primeros comentarios desde que regresó de una gira por Rusia y Noruega la semana pasada.
«Nada nos destruirá. Ni a mí ni a mis ministros», dijo Temer durante una ceremonia de promulgación en la capital, Brasilia.
Pese a su optimismo, Temer afronta riesgos a su mandato desde varios frentes, desde una popularidad por los suelos a numerosas peticiones de que renuncie, algunas procedentes de políticos influyentes.
Sus viajes de la semana pasada a Rusia y Noruega terminaron resaltando los problemas del presidente y la deteriorada reputación de Brasil en el extranjero.
Pocas personas llegaron a la recepción de la embajada de Brasil en Moscú, ningún alto funcionario noruego recibió a Temer en el aeropuerto de Oslo y la primera ministra de Noruega, Erna Solberg, criticó a Temer en público sobre la colosal investigación conocida como «Autolavado» que ha sacudido la política brasileña y podría incluso llevar a Temer y a varios miembros de su gabinete a la cárcel.
La pesquisa, iniciada en marzo de 2014, se centra en los miles de millones de dólares acumulados entre contratos de construcción inflados y sobornos a políticos. El caso ha enviado a prisión a docenas de miembros de la elite del país.
Temer, quien asumió la presidencia el mayo del año pasado, después de que la expresidenta Dilma Rousseff fue destituida, ahora goza de la infame distinción de tener el índice de aprobación más bajo para un presidente desde 1989.
Apenas el 7 por ciento de los encuestados tenía una visión positiva del gobierno de Temer, según un sondeo publicado el fin de semana por la encuestadora Datafolha. Es la tasa de aprobación más baja desde que el país se vio inmerso en una crisis de hiperinflación durante el mandato del expresidente Jose Sarney.
Incluso aliados incondicionales han comenzado a distanciarse de Temer.
El expresidente Fernando Henrique Cardoso, quien inicialmente apoyó a Temer y es un importante líder de un partido menor en su coalición, dijo el lunes en un artículo publicado en el diario Folha de S.Paulo que el mandatario podría poner fin a esta crisis convocando a elecciones anticipadas, y no aguardar hasta que finalice su periodo en 2018.
«Le suplico al presidente que medite la oportunidad de un gesto de tal grandeza», escribió Cardoso.
DC/AP