¿Cuántas veces lo habremos hecho a lo largo de nuestra vida? Estás trabajando, estás muy ocupada y no te viene nada bien acudir al baño a pesar de que tu cuerpo lo necesita. A veces, podemos aguantar las ganas de orinar hasta tres y cuatro horas seguidas, las justas para llegar a casa e ir tranquilamente a nuestro baño.
Podemos hacer esto una o dos veces a la semana pero, ¿qué ocurre cuando el aguantar las ganas de orinar se convierte en un hábito? Hay muchas personas que solo se encuentran cómodas en su propio baño y evitan los servicios públicos o incluso los de sus espacios de trabajo.
Hemos de ir con mucho cuidado ante esta costumbre ya que, a largo plazo, puede traernos graves consecuencias que debes conocer. Te lo explicamos a continuación.
Nunca hemos de pasar por alto que la orina, además de agua, incluye todas esas sustancias de desecho que el cuerpo no necesita y que los riñones se han encargado de filtrar. Así pues, en la vejiga vamos a tener toda una mezcla de pequeños residuos, de sustancias ácidas y amoníacos que, poco a poco, pueden dañar las paredes del tracto urinario y de la propia vejiga.
Tampoco podemos olvidar que, cada vez que vamos al baño, se produce una eliminación de todas las bacterias presentes en la uretra, evitando así que migren a otras zonas donde pueden causar las temidas infecciones. ¿Qué ocurre entonces cuando, por las razones que sean, no tenemos más remedio que aguantar las ganas de orinar?
Que estas bacterias están más tiempo en nuestro cuerpo y, por tanto, existen más probabilidades de que acaben adhiriéndose a la vejiga u otras partes ocasionando la temida cistitis. ¡No te aguantes las ganas! ¡Acude al baño!
Normalmente, la vejiga admite entre 150 y 220 ml de líquido (depende, claro está, de cada persona). Es en estas medidas cuando se activan unos receptores que avisan a nuestro cerebro de que ya es hora de acudir al baño. Entonces, el cerebro activa la sensación de dolor y molestia para que lo hagamos, para que vayamos de inmediato a vaciar la vejiga.
¿Qué ocurre si no lo hacemos? ¿Qué pasa si no obedecemos a nuestro cerebro? Que nos quedaremos sentadas, intentando olvidar “esas ganas” y que, además, seguiremos bebiendo, comiendo y el líquido seguirá aumentando en las paredes de la vejiga, ensanchándola y causándonos diversos daños. Es algo peligroso que debes tener en cuenta.
Pocas dolencias son tan terribles como un cólico nefrítico. Hay personas más tendentes que otras a producir esos cálculos en los riñones pero, por lo general, el simple hecho de contener la orina es un factor que también puede determinar su aparición.
Si eres de esas personas que aguanta con su vejiga llena hasta el momento de llegar a casa, debes saber que, además de sufrir infecciones, estarás provocando que en tus riñones empiecen a instalarse pequeños cristalitos, generalmente originados por el calcio, el fosfato, el amonio y el magnesio. Son residuos que se instalan con mucha facilidad en nuestros riñones, pasando de ser simples cristales a auténticas piedras que, para eliminarlas, ocasionan un gran sufrimiento.
Evítalo bebiendo mucha agua y acudiendo al baño cada vez que tu cuerpo lo necesite.
El reflujo vesico-uretral es un problema bastante grave que debes conocer y que también puede aparecer debido al incorrecto hábito de aguantar las ganas de orinar. Esta dolencia se genera cuando la orina, en lugar de ser expulsada al exterior después de estar un tiempo almacenada en la vejiga, regresa a la uretra y los riñones, ocasionando infecciones muy graves.
Generalmente el reflujo vesico-uretral tiene diversas fases que van desde la I a la V, según la intensidad, siendo la primera fase la más ligera, ahí donde la orina solo llega a alcanzar al uréter. Sin embargo, en el momento en que el reflujo o la orina llega casi cada día hasta el riñón, ya estaríamos en la fase V. Es algo grave que debemos valorar porque, además de infecciones, también podríamos sufrir lesiones en la zona de los riñones. ¡Tenlo en cuenta!
Aguantar las ganas de orinar no es cualquier cosa. Es algo serio que nunca debe convertirse en una costumbre. Si tu cuerpo te manda una señal para que vayas al baño, es mejor no demorarte más de 10 o 15 minutos. Al final, nuestro cerebro dejará de avisarnos y llegarán las consecuencias.
Sentirás tu vientre hinchado. Además, la acumulación de líquidos y toxinas contenidas en la vejiga deriva normalmente en escalofríos y, posteriormente, en dolor pélvico. Es decir, ya no sentimos “la urgencia” de ir al baño; ahora nos notaremos más cansadas, más lentas y con cierto aturdimiento. Eso hace, además, que bebamos más líquidos para despejarnos, lo cual agravará aún más la situación.
No lo hagas. Nunca aguantes las ganas de ir al baño o tu salud se resentirá.
DC/AGENCIAS