Sobrando los testimonios personales ante las atroces faenas de la dictadura, atravesamos un amargo proceso de aprendizaje colectivo. Quedarán profundas heridas y, además del cortejo fúnebre que la represión ha impuesto, sentencias como las de la ex – canciller y ahora aspirante a la tal constituyente, importándole un bledo el hambre que padece toda la población. E, incluso, escuchamos a un ministro en funciones, suponemos que de ministro, desestimar el asalto a las bolsas de basura, porque ocurre también en los países desarrollados, mientras Telesur confisca las imágenes del exitoso plebiscito opositor para estafar a sus cándidos usuarios a propósito del monumental fracaso del simulacro que el CNE montó para competirle.
Nada ocioso reiterarlo, no siempre fue Venezuela la del siglo XXI. Y es que, con todos los problemas, fallas y equívocos que hubo, jamás llegamos a semejantes niveles de injusticias.
Banalizando el asunto, Maduro Moros y su flamante equipo creen una nimiedad, una vulgar nimiedad, toda la tragedia que ha generado, hasta burlarse de las víctimas. Por ello, es que este sufrimiento que el socialismo en curso, no menos real que los históricamente conocidos, ha provocado, haciendo del sufrimiento algo completamente innegociable: no debemos ni siquiera pensar en una puñalada a escondidas, procurando sobrevivir una parcela, frente a la ciudadanía que se resiste heroicamente. Ergo, debemos mantenernos en pie de lucha renunciando a la vanidad de una promesa electoral para las regionales, porque se trata de superar al régimen más allá de tal constituyente.
Ayer nos asaltó la reflexión en medio de la sesión plenaria de la Asamblea Nacional, después de probar la otra modalidad de la filtración que hizo la portentosa unidad militar que dice custodiarla. Solamente, permitieron el acceso por la puerta este y, junto a la barrera de los efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana, colocaron sillas con personas menores y de muy avanzada edad que, aleatoriamente, atacaron a los parlamentarios: intuimos que la tardanza en la revisión de la credencial y de la cédula de identidad laminada obedecía a una triquiñuela y, arrancándolas de la mano del uniformado, proseguimos nuestro camino respondiendo a sus insultos; después, en el hemiciclo, nos enteramos que al diputado Juan Pablo Guanipa le dieron con un palo por la espalda, mientras cumplía con semejante trámite.
Otro ejemplo, a los diputados Juan Pablo García y Omar González de Vente Venezuela, les negaron la noche anterior el alojamiento en el hotel ya acostumbrado en los últimos meses, por las diligencias que una comisión del SEBIN hizo ante la gerencia también de otros hoteles cercanos. A altas horas de la noche, provenientes del oriente del país, luego de recorrer las carreteras, pues, no hay línea aérea que les venda un boleto, hallaron un sitio para dormir sorteando los peligros de la calle.
Aceptemos, es una tontería o nimiedad lo que nos ocurre a los parlamentarios al compararlo con el resto de la ciudadanía, por más que no haya salario y la exposición sea total. Lo que no es tontería o nimiedad, como pretenden los burócratas de esta hora, es la tragedia de un pueblo que, acuñando una épica cívica, responsable, limpia y ordenadamente plebiscitó a la dictadura.
Falta camino por recorrer, pero superaremos todo esto con el favor de Dios. Y, de nuevo, quedará una inmensa lección de alcance universal: nunca más tropezar con la misma piedra.
DC / Luis Barragán / Diputado AN / @LuisBarraganJ