Constituídos y los constituyentes, por Luis Acosta

Los Cancilleres de 13 países y 3 representantes de naciones latinas, las más importantes por su población y desarrollo con más de 300 millones de habitantes, se han identificado de manera formal y total con el problema venezolano, con tal ahínco, que decidieron reunirse en Lima y tomar, como se dice, “el toro por los cuernos” para enfrentar con vigor y valentía la verdad sobre la situación en Venezuela.

En efecto, concluyeron en que su obligación moral y política es adherirse a los sentimientos y deseos del pueblo venezolano por dos razones muy claras: La primera  responde a una materia internacional que mucho tiene que ver con la OEA del Dr. Luis Almagro y la USA de Trump, que declaran que el gobierno nativo se fue para la parte contraria de la democracia cual es la dictadura. La segunda, y principalísima, el pueblo, en un acto de coraje, unión, único y sin precedentes en los anales de la historia latinoamericana, inédito en su forma y fondo, dio un mandato a la AN, nacida previamente del voto de 14 millones de ciudadanos, confirmado el 16j con 7,7 millones de otorgantes en votación popular lograda, sagrada, espontánea y libre; sellada por un recuento de los votos en un escrutinio sano y pulcro que encabezaron los rectores titulares de las Universidades más sobresalientes, antiguas y prestigiosas de la academia nacional que involucró el llamado del propio pueblo para abanderar la consecución de su libertad.

Luego, se han devenido toda clase de apoyos del mundo contemporáneo aplicando a su ayuda las contundentes decisiones de declarar ilegal y espurio todo acto económico, civil, cultural, financiero o político que no sea avalado por la dirección del órgano natural, original y legítimo de toda legitimidad por obra del pueblo soberano, tal es la Asamblea Nacional que preside en estas circunstancias el abogado y padre de familia Julio Borges.

Esta reunión del Consenso de Lima persigue, por vía de la voluntad libre, y con postura moral, cívica y de alta política exhibidas por estas naciones que desean defender, al costo que sea, los factores democráticos del poder para que no sea otro el sistema que se imponga en el mundo político, sobre todo, cuando se ejerzan lejos de las prácticas democráticas que, como se ha asegurado, es: el menos malo de los sistemas políticos englobados. Además, como camino político, útil y servicial, que deja muy atrás a los acechos totalitarios de cualquier índole que se cuele por el uso de la fuerza y sus añadiduras.

De suerte pues, el presidente ha sido hábil y atrevido. Eso, sumado a su aguante político manejado con destreza, y además, la fuerza política y de poder de una comprometida unidad militar le ha permitido llegar hasta el presente. Pero no tiene ni la razón política, ni el apoyo necesario del pueblo para la obtención de un final triunfal que, en todo caso, debe ser del pueblo.

Justo Rufino Barrios fue dictador en Guatemala entre los años 1873-1885 y el poeta Ismael Cerna, su adversario y enemigo político, nacido en Chiquimula, recitó unos versos ante la tumba de aquel 4 años después de su muerte. Le decía Cerna:

“No vengo a tu sepulcro a escarnecerte,/ no llega mi palabra vengadora/ ni a la viuda, ni al huérfano que llora, / ni a los fríos despojos de la muerte.” Más adelante añade: “Yo que de tu implacable tiranía/ una víctima fui, yo que en mi encono/ quisiera maldecirte todavía”. Y finaliza: “Mas no olvido que un instante en tu abandono/ quisiste engrandecer la patria mía,/ y en nombre de esa patria te perdono.”

 

DC / Luis Acosta / Articulista

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