El pasado 22 de julio, en una sesión especial del Concejo de Cartagena en el corregimiento de Bayunca, el exedil Carlos Amaranto denunció que en esta población ejercían la prostitución más de 100 venezolanas, y que esto estaba causando graves problemas sociales entre la juventud.
“Es un problema muy grave, porque hoy los jóvenes hacen lo que sea para conseguir plata e ir a los bares donde están las venezolanas. Tenemos que hacer algo antes de que esto se nos salga de las manos”, indicó.
El Tiempo estuvo el pasado fin de semana en ese corregimiento de Cartagena y constató que lo que ocurre con las jóvenes del vecino país que llegaron a ejercer la prostitución es un verdadero drama que requiere una atención especial de parte del gobierno.
Son cuatro los bares donde prestan sus servicios las mujeres venezolanas, y, aunque todavía no se ha hecho un censo real para saber el número de ellas, se estima que hay más de 90, según lo relatado por las mismas jóvenes.
Juana Franzual y Jennifer Paternina, líderes cívicas bayunqueras, señalaron que más allá de las acusaciones que se han hecho contra las chicas venezolanas, lo que se está viviendo es una situación social muy compleja a la que hay que hacerle frente.
Franzual contó que cada una de estas mujeres carga con una tragedia de dolor encima, y recordó que ha habido casos lamentables, como el de una venezolana que llegó a Bayunca a buscar trabajo y lo único que le ofrecieron fue el de trabajar en alguno de los bares.
“Ella vino enferma, con neumonía, y no pudo trabajar ni un día porque se agravó y tuvimos que internarla en un hospital en Cartagena, pero lamentablemente no aguantó y falleció a los pocos días”, relató.
Karla*, una de las jóvenes que habló con El Tiempo, dijo llorando que ya no aguantaba más y que se iría esa misma semana con la plata que ganó durante los dos meses que estuvo en Bayunca. “Yo solo tengo 19 años y lo que quiero es estudiar alguna carrera, pero lo único que conseguí aquí fue trabajar como puta y yo no quiero estar en esto, mejor me voy a pasar hambre a Maracaibo”, dijo.
Otra de las chicas reveló que lo máximo que le paga un cliente a cualquiera de ellas son 40.000 pesos, de los cuales 10.000 son para pagar la ‘pieza’. “Imagínese lo que tiene uno que hacer para ganar algo y enviarlo a Venezuela para que nuestras familias no se mueran del hambre”, afirma.
Y, como lo que ganan no les alcanza para un arriendo, la mayoría de ellas duermen apretujadas en los cuartos que están en los patios de los locales.
Según Juana Franzual, en uno de estos bares varias de ellas están prácticamente secuestradas, viviendo una especie de esclavitud sexual consentida por el desespero de no tener un sitio para donde ir. “Algunas me han dicho en voz baja, que el dueño no las deja salir solas en el día y que tienen que pagarles hasta el agua que se consumen”, explicó.
Así, cada una de las jóvenes carga con su propia tragedia, como la de la Marcela, quien exhibe una cicatriz encima de la ceja izquierda, producto de un botellazo que le dio un cliente que quería llevársela para una finca en un caballo.
Caraquitas, en Bayunca
Si hay un sitio en Colombia que sirva de ejemplo de la relación de hermandad colombo-venezolana es el barrio Caraquitas, en el corregimiento de Bayunca.
Este barrio fue construido con las remesas que enviaban los bayunqueros que trabajaban en Venezuela en los tiempos de la bonanza, y que hoy, por las paradojas de la vida, ha servido de asiento para muchas familias que se han marchado del vecino país.
Allí, en un lote vecino al barrio, es donde las dos líderes, Juana y Jennifer, creen que se puede adecuar viviendas para la gran cantidad de venezolanos que hay en Bayunca, incluyendo al casi centenar que ejercen la prostitución.
“Aquí no podemos olvidar la ayuda que fue Venezuela para muchos de los bayunqueros. Todavía la gente recuerda los parrandones que se armaban cuando uno de los ‘venecos’ (que eran los nativos que se habían marchado), regresaba. No podemos ser desagradecidos”, indicó.
La gestión la están haciendo con la fundación Madre Teresa de Calcuta, con la que también están trabajando la legalización de los papeles de todos ellos.
DC | El Tiempo