La ruta, por Luis Acosta

Se reconozca, o no, si ha sido óptima la escogencia del camino o no, si la dirección ha sido la mejor o no, o si le ha faltado armonía y juicio político, pues bien, toda pregunta es buena y válida, pero nadie podrá negar que se  ha llegado a la antesala de lo más difícil con logrado éxito. Tres cuartas partes del camino ha sido costoso pero bien andado por lo tanto, es magnífico recordar al poeta Antonio Machado quien dijo “caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

Esto ha sido lo logrado y realizado por la MUD. El anterior secretario de la organización, el modesto Chuo Torrealba, la actual directiva y demás compañeros de equipo, con los tropiezos superados, las críticas arregladas y las contradicciones de una dirección diversa y plural, que presenta, como es de esperar y hasta lógico, enunciados válidos y muchas veces repetidos, que fueron y son objeto de irremediables discusiones dialécticas pero que han permitido avanzar a toda costa. El asunto está en que, de verdad, la colocación de la defensa del país se encuentra en la mejor posibilidad después de 18 años que han pasado.

Entonces, la dificultosa vida de la MUD ha sido útil y necesaria para establecer un nuevo orden en el país ganándole la batalla al combinado vigoroso que es el gran jefe de los contrarios de la nación, el Presidente Maduro. Luego, ¿qué toca hacer a la MUD ahora? En efecto, tenemos algunos principios que presentar y plantear pero estimamos que esa es una obligación de la Mesa de la Unidad y su excelente compañía de pelea.

Sin embargo, debemos entender que la estrategia secundaria para apoyar y lograr el triunfo popular, cuyo desarrollo final no sabemos cuándo llegará, de allí, la emergencia de un plan. En efecto, la primera fila en las marchas debe ocuparlo el pueblo, es decir, el conglomerado social que es el más numeroso. En segunda fila, los estudiantes. En el medio, los dirigentes y las cabeceras políticas. Esto no es un punto de preferencia sino de conveniencia y de estrategia. No se trata de defender solo el frente de batalla, sino ganar la guerra en la mesa, o sea, en el frontal de las negociaciones. En este sentido, insistimos, la Mesa de la Unidad ha sido exitosa y es imprescindible para los movimientos futuros porque tiene la jerarquía para la contienda y la experiencia en la vanguardia integral. Por otro lado, su vigencia en los dos últimos años ha sido valiosa y contundente en la acumulación del racimo de fuerzas. Ya no es solo la MUD y Ocariz, sino los valerosos estudiantes que impulsan ideas de primer orden. Luego, los muchachos de la calle, con toques anárquicos pero con efectivo trabajo de fogosidad. De seguida, la vigorosa ayuda de los partidos políticos ahora a cielo abierto y cobertura completa. Después, la incorporación de la juventud femenina y las guapas amas de casa que, sin abandonar sus quehaceres diarios, han brindado el mayor vigor y más alta responsabilidad en la rotación comunal y social. Y el cierre, con los médicos y demás profesionales que incluyen a los trabajadores de las diferentes organizaciones. Hoy vemos que todo el conglomerado venezolano se ha volcado al frente, a los lados y atrás de esta lucha que no envidia a aquellos movimientos patrióticos independentistas de Ana María Campos y demás heroínas porque, al final, de eso se trata, ya que están defendiendo el territorio social ocupado por los delegados cubanos mal llegados a esta noble tierra que bastante les ha legado en participaciones petroleras mal pagadas pero bien usadas contra la propia virtud del pueblo de Bolívar y Sucre.

Esta pelea de extranjeros contra venezolanos que ha mantenido la vieja Unasur y los atrevidos del Mercosur anterior, con la antigua Cristina y el osado Lula, han sido los verdaderos enemigos de la patria, encabezados por el soberbio e injerencista Evo Morales. Además, el resto de los malos consejeros del Alba, incluyendo al pretencioso Correa y el descuidado Ortega de Nicaragua.

Todo está echado. Dios debe ayudar a Venezuela porque Venezuela siempre ha estado con Dios. La razón la tiene Venezuela porque ella, durante toda su existencia, se ha ofrecido a sus hijos. Ella es de todos y, por lo tanto, nadie puede dirigirla sin ganar su conquista, su voluntad y aceptación.

La Constituyente, como principio, debe obedecer a una necesidad circunstancial del país y no la conveniencia del grupo que controle el gobierno  a su modo y ver político. El pueblo exige las elecciones constitucionales que toca ejercerse en la República con las modalidades que señala el estatuto y los toques consultivos en el orden primario que apunta la constitución.

 

DC / Luis Acosta / Articulista

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