(LA NECESIDAD DEL RESURGIMIENTO DE UNA NUEVA ÉLITE POLÍTICA)
¿Con Quién Vamos?
No todo está perdido
“Tomado del libro “los ricos bobos de (Alfadil de 1.995)”
Los ejecutivos empresariales, olvidaron que la influencia en el poder gubernamental, es para hacer a un sector más eficiente o para que se aprueben medidas que permitan el crecimiento y el desarrollo del país.
El fortalecimiento de las empresas, la masa laboral, el país en general.
Hoy, se entiende la necesidad de que empresarios y políticos mantengan una relación fluida, toda vez que el sistema democrático se sostiene y se construye cada día con el esfuerzo de cada uno de los sectores que lo conforman.
El propio Adam Smith advirtió que el empresariado emprendedor es un gran creador de riqueza, pero cuando se adapta a los esquemas del proteccionismo y el intervencionismo estatal, pierde todos los escrúpulos posibles en la búsqueda de privilegios hasta ser un agente de corrupción política de primer orden.
Según Aníbal Romero, hay dos maneras de ser rico: 1) Como la aristocracia británica. Su riqueza está íntimamente ligada al desarrollo imperial del país. Por lo tanto esa riqueza depende de la continua grandeza del país. Además, la aristocracia es la primera en dar la cara ante los conflictos, porque entiende que el derrumbe de la nación es el derrumbe de ellos mismos. 2) La otra manera de ser rico es la depredadora. Es hacerse rico sin ninguna relación directa con el avance de la nación, sino depredándola. Se hacen ricos y empobrecen al país.
El caso es que cuando se obtiene plata de la segunda forma, “no se tiene proyecto de país. De allí que cuando ellos se encuentran ante un Estado fuerte y gobierno dispuesto a partirle las rodillas, se ponen de rodillas. Son vulnerables”. En opinión del presidente del Banco del Caribe, Edgar Dao, para ese entonces, “los ricos se apartaron del país cuando la parte externa de su fortuna comenzó a ser más grande que la interna”.
Todo parece venir de atrás. De los tiempos en que Juan Vicente Gómez manejo al país como una hacienda de su propiedad. De los tiempos en que la Guerra de Independencia dejó sin oligarquía a la nación y en cambio colocó al mando a muchos caudillos depredadores. Por su parte, la riqueza basada en la depredación no toma en cuenta los conceptos de clase, de trabajo ni de élite. Es así corno ocurre el desdibujamiento progresivo del país.
Hay miedo, es verdad. El empresario se siente perseguido en muchas circunstancias. Pero también es cierto, “son frágiles”. No constituyen una clase empresarial bien estructurada. Es un empresariado propio de un país estatizado, con una concepción primitiva del hecho empresarial”.
Ellos, no parecen darse cuenta del problema. No parecen percatarse de que el modelo de Punto Fijo está agotado, de que los partidos políticos perdieron su contacto con la realidad, que organizaciones como AD no asumieron su responsabilidad en los Gobiernos de Lusinchi y Pérez. Que dejaron que la realidad se desbocara. Los empresarios, perdedores con la crisis del sistema, se sentaron también a ver los toros desde la barrera. Cayendo en la abulia y la flojera intelectual. No han presentado un proyecto alternativo. Por el contrario, siguen pagando el peaje de la cuota de poderes y favores a dirigentes corruptos sin propuesta ni apoyo.
No todo está perdido, afortunadamente. Es el tiempo de la sinceración. No hay ideologías de por medio. Sólo la gerencia y la eficacia deben imponerse. Todavía quedan grupos y familias adineradas en Venezuela que ahora deben asumir su papel y responsabilidad. Los ejecutivos empresariales, están obligados a ver las cosas de manera diferente. En Francia, luego de la Revolución Francesa, la burguesía desplazó a la oligarquía corrompida. En Colombia la oligarquía ha logrado mantenerse unida bajo un concepto de nación y con propósitos. En verdad, las condiciones locales e internacionales han cambiado. Hay que prepararse para la globalidad.
Al hablar de Colombia, el vecino del Oeste, surge la comparación inmediata. Sólo que allí existe una burguesía formada sobre la base de esfuerzos, a pulso de exportaciones, que siempre requirió de divisas para fortalecerse internamente y como nadie se las dio, el Estado colombiano, tuvo obligado a buscarlas afuera.
La comparación entre Colombia y Venezuela luce distante si se toma en cuenta el hecho de que mientras en el país están desapareciendo las grandes organizaciones empresariales con tradición y empeño, en el mercado colombiano tienden a fortalecerse. Estamos hablando del Sindicato Antioqueño, el Grupo Santo Domingo, la Organización Ardilla Lulle y la Organización Luis Carlos Sarmiento. Cada una de estas cuatro corporaciones cuenta en su haber con más de 100 compañías que operan en la industria, el comercio, la Banca, transporte, medios de comunicación, alta tecnología, telecomunicaciones, bebidas, y otras.
Una de las firmas del Sindicato Antioqueño, Cadenalco, protagonizó hace poco la compra de Cada y Maxy’s, junto a Polar y Makro, por un total de 125 millones de dólares. El aporte de la empresa colombiana supera los 70 millones de dólares.
El empresariado de Colombia está preparado para actuar en bloque. En organizaciones completamente integradas, con sinergia y recursos suficientes para atacar mercados externos, tanto en el marco del Pacto Andino como en el del G 3. Y no son solamente esas grandes corporaciones, porque hay más grupos en Colombia como el Carvajal y el Mundial, entre otros.
La reacción venezolana está limitada a un puñado muy pequeño de empresas, luego del fracaso del sistema financiero. Pero sólo dos grupos pueden mostrar capacidad de respuesta hacia la incursión colombiana en el país: Cisneros y Polar. La ODC ya lo está haciendo en el propio patio de Colombia, tanto en medios de comunicación como en telecomunicaciones, precisamente compitiéndole a grupos como el Santo Domingo, Ardilla Lulle y Luis Carlos Sarmiento.
DC / Dr. Johnny Galué / Abogado, Político / @COOTUR